martes, 30 de octubre de 2012

El PTA ha seguido siempre una sola línea marxista-leninista

Por Ndreçi Plasari
Profesor, miembro del CC del PTA,
vice-director del Instituto de Estudios Marxista-Leninistas adjunto al CC del Partido
Albania Hoy, nº 2, 1977

El VII Congreso del Partido del Trabajo de Albania hizo hincapié en que “uno de los principales factores que permitieron a nuestro Partido asegurar su papel dirigente y la hegemonía de la clase obrera de manera completa, monolítica y efectiva, a lo largo de toda su existencia, es su acerada unidad ideológica y organizativa”. 

El propio Congreso fue una brillante manifestación de esta unidad: se caracterizó, de principio a fin, por la unidad de opiniones y elaboró una sola línea, la consecuente línea marxista-leninista del Partido, enriquecida y desarrollada sobre la base de la recapitulación de la experiencia revolucionaria acumulada en la lucha por la construcción del socialismo y la defensa de la patria. 

Los clásicos del marxismo-leninismo enseñan que para el partido revolucionario de la clase obrera, la unidad es el arma más poderosa para hacer frente a los ataques de los enemigos de clase, para superar las dificultades y llevar a cabo las tareas programáticas de la revolución y la construcción del socialismo y la sociedad comunista. La falta de unidad ideológica y organizativa del partido revolucionario y la cristalización de fracciones y líneas antimarxistas en su seno, lo convierten en un partido burgués-revisionista, socialdemócrata, y lo destruyen por completo. “Un partido marxista-leninista que se respete como tal”, dice el camarada Enver Hoxha, “no puede permitir la existencia de dos líneas en el Partido, no puede permitir la existencia de una o más fracciones. Y si eso ocurre, el Partido no puede y no debe permitir su existencia ni por un corto tiempo”. 

Hasta ahora, todos los partidos marxista-leninistas destruidos o convertidos en partidos revisionistas fueron destruidos o convertidos en revisionistas porque se desviaron de los principios marxista-leninistas y permitieron la formación y funcionamiento de líneas opuestas y corrientes antimarxistas fraccionalistas en su seno, siendo en consecuencia incapaces de combatirlos y liquidarlos. La corriente revisionista jruschovista que finalmente cristalizó tras la muerte de Stalin, logró triunfar sobre la línea marxista-leninista y liquidar al Partido Comunista bolchevique cuando este partido se empantanó en la rutina burocrática y perdió su vigilancia, y, en consecuencia, no fue capaz de utilizar los métodos revolucionarios de lucha que una vez utilizó para destruir a mencheviques, trotskistas, zinovievistas, bujarinistas y otros enemigos, para eliminar a los revisionistas jruschovistas. 

El revisionismo ha sido incapaz de echar raíces o triunfar en el Partido del Trabajo de Albania, como lo ha hecho en muchos de los antiguos partidos comunistas y obreros, porque el Partido no ha permitido que se desarrollen o empeoren los elementos hostiles, no ha permitido que los puntos de vista y la actividad de los elementos y grupos traidores antipartido se conviertan en líneas opuestas a la línea política marxista-leninista del Partido. 

Como es sabido, a lo largo de la historia del PTA, aparecieron en su seno enemigos y traidores y se formaron peligrosos grupos fraccionalistas. Pero en nuestro Partido, los grupos enemigos fueron destruidos antes de que pudieran ser capaces de asumir la forma de una fracción y una línea opuesta. Una vez expuestos y combatidos por el Comité Central, fueron combatidos y aplastados por el conjunto del Partido y el pueblo. Así, los grupos y elementos traidores se quedaron  sin seguidores y discípulos declarados, y fueron liquidados. 

Uno de los grupos que realizó actividades hostiles extremadamente peligrosas fue el grupo trotskista de Koçi Xoxe. Su actividad se extendió a muchos campos, especialmente en la vida interna del Partido y la fuerza de seguridad del Estado. Sin embargo, los puntos de vista antimarxistas que eran la base de esta actividad, no llegaron al punto de cristalizarse en una línea distinta. El XI Pleno del Comité Central (septiembre de 1948) y el I Congreso del Partido (noviembre de 1948), que hicieron una evaluación de la línea política del Partido del período de 1945 a 1948, llegaron a la conclusión que no hubo dos líneas en el Partido, sino una sola línea, que era correcta en general, aunque hubo una serie de distorsiones de ella. Estas distorsiones consistieron en algunas tesis y prácticas antimarxistas equivocadas introducidas de contrabando en la línea y la actividad del PTA por el grupo enemigo. Representaban las tesis y prácticas de la política trotskista-revisionista yugoslava. 

Los últimos grupos traidores de Fadil Paçrami y Todi Lubonja, Beqir Balluku, Petrit Dume y Hito Cako, Abdyl Këllezi, Koço Theodhosi y Kiço Ngjela fueron expuestos y destruidos antes de que cristalizaran en líneas y corrientes opuestas en el Partido. 

Ante la unidad monolítica del Partido, ninguno de los grupos y elementos enemigos se atrevió a oponerse abiertamente a la línea del Partido, a aparecer con una línea política opuesta, porque la gran autoridad y la unidad de acero del Partido los hubiera suprimido y los sólidos vínculos del Partido con el pueblo los hubiera aterrado. Por esa razón, trabajaron de forma encubierta, tratando de distorsionar la línea del Partido en un campo u otro, sobre tal o cual cuestión, en su aplicación práctica, para causar problemas y desorganización, para evitar la ejecución de las decisiones, directivas y tareas políticas, económicas, culturales, militares y de todo tipo, con el fin de crear la impresión de que la línea del Partido no era la correcta, esperando el momento oportuno para manifestarse y atacar con toda su fuerza. Pero ese momento nunca llegó, porque fueron descubiertos y combatidos a tiempo, aplastados ideológica y organizativamente, liquidándose sus puntos de vista y su actividad. Todos los comunistas y el pueblo entero, como un solo hombre, apoyaron las decisiones de los Plenos del Comité Central y los Congresos del Partido y al camarada Enver Hoxha, en la condena de estos enemigos, y se pusieron de pie contra cualquier tesis o actividad hostil y contra cualquier elemento traidor. 

Esta experiencia demuestra, por un lado, que existe el permanente peligro de formación de corrientes y líneas antimarxistas en el seno del Partido de la clase obrera, como consecuencia de la feroz lucha de clases entre el socialismo y el capitalismo, como consecuencia de la poderosa y permanente presión que los enemigos de clase internos y externos ejercen sobre el Partido. Por otro lado, demuestra que el nacimiento y cristalización de estas corrientes y líneas no son inevitables: se les debe cerrar el paso. 

¿Cómo hizo el Partido del Trabajo de Albania para impedir la creación de líneas revisionistas opuestas en sus filas? 

Partiendo del principio marxista-leninista de que es inadmisible tener dos líneas en el Partido y de que es inadmisible permitir  la existencia y actividad de fracciones en su seno, el Partido del Trabajo de Albania ha librado una permanente lucha de clases con métodos revolucionarios, dentro y fuera de sus filas, contra los puntos de vista antimarxistas y enemigos, contra las violaciones y distorsiones de las directrices, principios y normas del Partido, contra los defectos y los errores. Esta lucha no ha sido una lucha entre dos líneas sino una lucha para defender, aplicar y enriquecer una sola línea marxista-leninista en el curso de la acción revolucionaria, una lucha para preservar y fortalecer la unidad proletaria del Partido, sin dejar resquicios.

El Partido del Trabajo de Albania no se ha dejado embriagar por sus éxitos, no se ha vuelto engreído ni se ha dejado dominar por la euforia debido a su fuerte unidad, su línea correcta, sus vínculos sólidos con las masas y las grandes victorias logradas bajo su liderazgo. Combatir y no permitir la autocomplacencia, el orgullo, la euforia, significa destruir el terreno para el gusano pequeñoburgués y revisionista, impedir que se introduzca en el Partido y la dictadura del proletariado con el propósito de destruirlos desde dentro. 

Toda pérdida o debilitamiento de la vigilancia revolucionaria, cualesquiera que sean sus causas, implica el mismo peligro. “Gracias a la vigilancia del Partido, a su gran experiencia, perspicacia revolucionaria y cabeza fría”, dice el camarada Enver Hoxha en relación con el descubrimiento y aplastamiento de los últimos grupos de conspiradores y golpistas, “esta actividad hostil fue descubierta en todo su peligro y extensión” 

Nuestra experiencia revolucionaria nos enseña que el Partido nunca debe olvidar o subestimar el gran peligro que lo amenaza, proveniente de los objetivos y la actividad de los enemigos de clase internos y externos y del cerco imperialista revisionista. Sólo permaneciendo siempre atentos, teniendo un conocimiento profundo de los enemigos, los métodos, las formas y los medios de su trabajo destructivo, sin subestimar nunca la presión que las fuerzas enemigas reaccionarias y regresivas de dentro y fuera del país ejercen sobre el Partido, se pueden destruir estas presiones, evitar los peligros y cerrar el paso al ingreso de corrientes y líneas revisionistas opuestas. Es muy importante que el Partido sea consecuente en su estrategia, táctica y práctica marxista-leninistas. Como dice el camarada Enver Hoxha: “a lo largo de toda su existencia, llena de batallas revolucionarias, nuestro Partido ha tenido una correcta línea teórica marxista-leninista, de principio, y la ha aplicado en la práctica”. Las victorias del Partido son “el trabajo de un pueblo y Partido heroicos, el resultado inevitable de la aplicación coherente de la teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin”. Esta consistencia del derrotero marxista-leninista de nuestro Partido del Trabajo en todos los períodos de la revolución es uno de los factores fundamentales que han hecho posible impedir la creación de corrientes y líneas opuestas en el Partido. La vacilación e indefinición de sus posturas,  decisiones y consignas, los cambios sin principios de política sobre cuestiones internas y externas, sometiendo esta política a las circunstancias del momento o cambiándola por razones meramente pragmáticas y utilitarias, provocan confusión y desorientación y preparan el terreno a las corrientes y líneas antipartido y a la actividad hostil en el seno del Partido. 

Que se formen o no líneas opuestas en el Partido depende en gran medida de la postura que el Partido adopte con respecto a sus propios defectos y errores. El Partido del proletariado no teme reconocer sus deficiencias o errores en su línea o actividad práctica. Pero, por muy importante que sea reconocer los errores y defectos, es igual de importante estar decidido a luchar hasta el final para corregirlos y saber cómo hacerlo. Los errores, debilidades y desviaciones que no se dan a conocer y no se combaten a tiempo con métodos revolucionarios, pueden convertirse en una fuente para la aparición de grupos, corrientes y plataformas revisionistas. “Cualquier negligencia, exceso o liberalismo”, enseña el camarada Enver Hoxha, “hace un daño incalculable y crea una situación de decadencia. Nadie excepto los enemigos quiere que eso suceda. Pero puede suceder si no luchamos como un solo hombre en torno al Partido... contra estas manifestaciones”. 

Que se formen o no líneas opuestas también depende de la actitud hacia los grupos antipartido, cuando tales grupos se forman en el seno del Partido. La práctica revolucionaria ha enseñado al Partido del Trabajo que no debe permitir, de ninguna manera, la existencia y la actividad de ningún tipo de grupo antipartido, ni por un tiempo breve. Independientemente de las formas y los medios que utilicen, abiertos o secretos, todos los grupos antipartido son igualmente dañinos, por lo que deben ser combatidos y destruidos completamente, de lo contrario, se convertirán en corrientes y líneas opuestas. 

No hay duda de que la lucha contra los grupos, elementos y puntos de vista antipartido es en primer lugar una lucha ideológica. Pero también es una lucha política y organizativa. En la lucha por liquidar las bases ideológicas de cada grupo antipartido, tomaron parte todos los comunistas. También participaron las masas populares. En todas las instancias, se celebraron discusiones en las secciones del Partido. Las masas populares fueron informadas a través de cartas especiales del Comité Central del Partido, recibieron amplias explicaciones a través de reuniones y la prensa, y siempre expresaron su opinión, exponiendo y condenando los puntos de vista ideológicos y políticos antimarxistas y antisocialistas de cada grupo. Esto convenció absolutamente a los comunistas y a la clase obrera del carácter antimarxista y antinacional de los puntos de vista y la actividad de los traidores. Este trabajo, que continuó incluso después del aplastamiento de los grupos antipartido, nunca hubiera logrado plenamente este objetivo si no hubiera estado acompañado de las medidas organizativas adecuadas, basadas en los Estatutos del Partido. El Partido del Trabajo siempre ha ligado estrechamente la lucha ideológica con las medidas organizativas, considerando esto como una condición esencial para el éxito de esta lucha. Después de haber agotado todos los medios de persuasión, nunca se ha permitido que los elementos traidores antipartido permanezcan en el Partido, mucho menos en el Comité Central, cuando se ha demostrado que eso es lo que son. El camarada Enver Hoxha nos dice, “nuestro Partido nunca ha dejado de utilizar medios pacientes de clarificación y persuasión con aquellos que traicionaron y se pusieron en la senda antipartido y antipopular, pero cuando se colmó el vaso y los hechos fueron evidentes, se los arrojó fuera de sus filas sin vacilar y se entregó los conspiradores a los tribunales, que incluso sentenciaron a muerte a algunos. Los enemigos lloraron por ellos, pero la gente se alegraba de que estos traidores hubieran sido eliminados”. Esta es una posición profundamente revolucionaria marxista-leninista. La revolución y la dictadura del proletariado no deben dejar de usar la violencia contra los enemigos del partido proletario, del pueblo y del socialismo. Las contradicciones antagónicas no pueden resolverse de otro modo. Tratar de resolver las contradicciones antagónicas como se resuelven las contradicciones no antagónicas en el seno del pueblo, significa caer en el idealismo y la blandura religiosa, significa renunciar a la lucha de clases. 

La existencia de corrientes y líneas opuestas en el Partido también pueden ser el resultado de la interferencia externa. Los revisionistas yugoslavos no dejaron piedra sobre piedra con tal de convertir el grupo de Koci Xoxe en una corriente antimarxista en todo el Partido, después de que este grupo se convirtiera en una fracción en la dirección del Partido, y se asegurara de que esta tendencia trotskista-revisionista triunfaría sobre la línea marxista-leninista del Partido. Los revisionistas soviéticos, también hicieron intentos persistentes, ya sea directamente o a través de Liri Belishova y Koço Tashko, para dividir el Comité Central del Partido, con el objetivo de hacer que el camino revisionista jruschovista triunfe sobre el camino marxista-leninista del Partido. No hay un solo grupo antipartido destruido por nosotros, que no haya tenido el estímulo y el apoyo de los enemigos externos del marxismo-leninismo. El VII Congreso del Partido señaló que los últimos grupos de conspiradores descubiertos y destruidos en nuestro Partido, actuaron en coordinación con algunas potencias extranjeras revisionistas. Pero todos los esfuerzos de los enemigos externos del marxismo-leninismo por sembrar la semilla del desorden y la degeneración burguesa-revisionista en el Partido del Trabajo, por crear corrientes y líneas opuestas en sus filas, han fracasado ante la postura firme y principista del Partido hacia la injerencia extranjera. La lucha contra toda injerencia externa ha protegido al Partido contra el peligro de la división y la degeneración, contra el seguidismo a una u otra corriente de revisionismo internacional, ha fortalecido su vigilancia y ha aguzado su perspicacia de clase. La experiencia de esta lucha enseña que no hay forma más segura de seguir siempre una línea correcta revolucionaria que desarrollar y ejecutar esta línea de manera independiente, sobre la base del marxismo-leninismo que es la única brújula para todo verdadero Partido de la clase obrera. Para preservar y fortalecer la unidad del Partido, para impedir la formación de líneas opuestas en su seno, se debe aplicar siempre, fielmente y de forma revolucionaria, la línea política y los principios y normas del marxismo-leninismo, consagrados en los Estatutos del Partido. Al apartarse de la línea marxista-leninista, el PCUS y los otros antiguos partidos comunistas y obreros que traicionaron la causa del marxismo-leninismo, rechazaron, al mismo tiempo, los principios y las normas del partido revolucionario de la clase obrera, abandonándolos o convirtiéndolos en fórmulas inertes. 

Por eso, el VII Congreso del Partido subrayó una vez más que “la aplicación fiel y revolucionaria de la línea del Partido y los principios y normas leninistas en la actividad de todos los órganos dirigentes, de cada sección del Partido y de cada comunista, es de importancia decisiva” para la preservación y el fortalecimiento de la unidad del Partido.

La amplia experiencia y la firme trayectoria revolucionaria del Partido del Trabajo de Albania, enriquecidas con las ideas y decisiones del VII Congreso, aseguran que en el futuro tendrá, como siempre, una acerada unidad ideológica y organizativa marxista-leninista  y una sola línea marxista-leninista, condición indispensable para lograr el liderazgo indivisible de la clase obrera en la construcción completa de la sociedad socialista y comunista.
 

Fuente: http://ciml.250x.com/archive/pla/english/at_1977_2_plasari_pla_ml_line.html

Traducción para “Crítica Marxista-Leninista” de S. Fiume.

martes, 23 de octubre de 2012

La clase obrera soviética: Despojada de los medios de producción

Por Veniamin Toçi y Kiço Kapetani
Albania Hoy nº 4, 1973  
 
Desmantelando el Socialismo

Como consecuencia de la gran traición de la camarilla revisionista jruschovista y como consecuencia de la negación y franco abandono de la teoría y la práctica de la revolución y la construcción socialistas por parte de esta camarilla, la Unión Soviética se ha transformado en un Estado burgués de tipo especial. Se ha transformado en una potencia imperialista que sigue una política expansionista y compite con otros países capitalistas por el reparto y la dominación del mundo, por posiciones hegemónicas. Este proceso contrarrevolucionario, que se profundiza continuamente, comenzó con la degeneración burguesa de la superestructura socialista, el Partido y la dictadura del proletariado, con su burocratización y la de sus cuadros. 

Al distorsionar la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria y la construcción del socialismo, los revisionistas jruschovistas crearon una gran confusión ideológica y desarmaron a la clase obrera ante la ideología burguesa y reformista. Allanaron el camino a la contrarrevolución ideológica que sirvió de preludio a la contrarrevolución en la política y el orden socio-económico. Las banderas de esta contrarrevolución fueron la “coexistencia pacífica” jruschovista, “el camino pacífico de transición al socialismo”, “la transición al socialismo bajo la dirección de un partido no proletario”, la exportación de la revolución y el socialismo a través de la “competencia económica” con el capitalismo, “el estado de todo el pueblo”, etc. 

La clase obrera y los pueblos revolucionarios del mundo son testigos del curso contrarrevolucionario de la dirección revisionista soviética, en sus políticas interna y exterior. Una nueva expresión de la traición revisionista, y un grave desafío a todos los pueblos del mundo, son los nuevos acuerdos URSS-EEUU, celebrados recientemente entre las dos superpotencias, como resultado de la visita de Brezhnev a los Estados Unidos. Mediante estos acuerdos, las dos partes apuntan a establecer conjuntamente una dictadura contrarrevolucionaria internacional, tomando el destino y el futuro de la humanidad en sus manos, castigando y golpeando las luchas de liberación nacional y las luchas de los pueblos, estrangulando los movimientos obreros y la revolución en todas partes del mundo, utilizando con ese fin tanto la rama de olivo como la violencia militar salvaje. Estos acuerdos demuestran una vez más que, a pesar de las inevitables contradicciones entre ellos, los imperialistas norteamericanos y los socialimperialistas soviéticos se han alineado en un frente común contra los pueblos, apoyando e incitando a unos contra los otros en sus objetivos agresivos y de rapiña. 

La degeneración del poder estatal en la Unión Soviética, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado, la liquidación de la propiedad socialista y la degeneración de las relaciones socialistas de producción, el cambio de la composición de clase de la sociedad soviética y la creación de la nueva burguesía revisionista, han expulsado a la clase obrera soviética de la conducción del país, transformándola en una clase explotada.
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Como resultado de la degeneración burguesa, la clase obrera soviética ha sido privada de su misión histórica como clase en el poder, como la clase hegemónica dirigente. Se le ha relegado a la condición de mera fuerza productiva, en una situación similar a la de la clase obrera de los países capitalistas. En realidad, está siendo constantemente proletarizada, tanto en el sentido político e ideológico como en el económico y social.

En primer lugar, la clase obrera soviética ha sido privada de la ideología revolucionaria, ha sido ideológicamente desarmada. Ya no da dirección ideológica a la vida social del país. Con fines demagógicos, los revisionistas hablan de “desarrollo”, “enriquecimiento” y “aplicación creadora” del marxismo-leninismo. Lo hicieron en el 24º Congreso de su partido revisionista y en las manifestaciones posteriores de su vida política y social. Los revisionistas soviéticos han transformado las bases ideológicas, políticas y organizativas del Partido Comunista en su opuesto. Como consecuencia de ello, la clase obrera no sólo se ha quedado sin su propia ideología, sino también sin su vanguardia política – un genuino Partido Comunista. El partido revisionista se ha convertido en un asilo para los elementos burgueses y degenerados, para la aristocracia obrera, para los burócratas y tecnócratas. En el 24º Congreso de su partido, los revisionistas modernos soviéticos anunciaron que el 44.8 por ciento de los efectivos del partido son trabajadores de cuello blanco y sólo el 40.1 por ciento son obreros, cuando los obreros constituyen el 58 por ciento de la población trabajadora del país. De los miembros titulares y suplentes de los comités del partido en los distritos y pueblos (es decir, de las organizaciones de base), sólo el 40 por ciento son obreros y campesinos. Esto significa que el 60 por ciento son trabajadores de cuello blanco. Estos datos muestran que el partido revisionista es de hecho el partido de los trabajadores de cuello blanco, un partido de los intelectuales, un partido de los burócratas, y no un verdadero partido de la clase obrera. 

Sin embargo, los revisionistas jruschovistas tratan de preservar la apariencia “obrera” de su partido, manteniendo un número relativamente grande de obreros y campesinos en sus filas, aunque la ley en el partido la dicta la élite burguesa en el poder. Por otro lado, debe tomarse con reserva el porcentaje de obreros, en el sentido de que algunos de ellos son elementos aristocratizados que no representan ni a la clase obrera ni a sus verdaderos intereses ideológicos, políticos, sociales y económicos. 

Por demagogia y engaño, los revisionistas soviéticos siguen conservando el nombre de “partido comunista”. Pero, en última instancia, el nombre no define el verdadero carácter de un partido marxista-leninista. Éste se define por las tareas y los objetivos que el partido se fija, por la ideología que asume, por sus políticas interna y exterior, por su composición social y la posición que ocupa en la sociedad y en el sistema de gobierno de la vida socio-económica del país. 

La exclusión de la clase obrera del gobierno de la vida del país se expresa en gran medida en la degeneración del poder del Estado, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado y en su composición de clase. Los revisionistas soviéticos han proclamado en voz alta la tesis del llamado Estado de todo el pueblo. En realidad, nos encontramos ante una fantasía, tanto en el contexto interno como externo de la relación entre las fuerzas sociales. El Estado, como categoría histórica, no puede ser otra cosa que una dictadura de la clase en el poder. El Estado capitalista es la dictadura de la gran burguesía monopolista. El Estado socialista es la dictadura del proletariado, la dictadura de la clase obrera. Según las enseñanzas del marxismo-leninismo, este Estado se extinguirá sin que sea necesario transformarlo en un “Estado de todo el pueblo”. Se extinguirá cuando las clases se extingan y cuando finalmente triunfe el comunismo a escala mundial. 

El poder del Estado en la Unión Soviética está, de hecho, en manos de la burguesía revisionista, en manos de los burócratas y tecnócratas, en manos de los privilegiados, apartado de la clase obrera y los intereses del pueblo trabajador. Esta fue la base para el agrandamiento y la fetichización de los aparatos y de todo lo que proviene de ellos. El Estado soviético está siendo gradualmente desproletarizado, desde el punto de vista de su composición de clase y desde el punto de vista de las funciones internas y externas que ha asumido. 

La clase obrera soviética también ha sido privada, físicamente, del derecho de dirigir el Estado. Según datos oficiales, el peso específico de los trabajadores de cuello blanco y los intelectuales en el Soviet Supremo de la Unión Soviética, es 8 por ciento mayor que el de los obreros y campesinos colectivistas tomados en conjunto. (Véase “SSSR i zarubezhnije strani posle pobedi velikoj socialisticeskoj revolucii”, Statisticeskij sbornik, Moskva 1970).

Los burócratas, los trabajadores de cuello blanco y los intelectuales constituyen la mayoría absoluta en los órganos estatales revisionistas, ya sean elegidos o designados. Son precisamente estos hombres con poder ilimitado los que imponen su voluntad a los órganos legislativos, los que dictan y establecen las leyes y reglamentos. Ellos pisotean los derechos y las libertades democráticas de las masas trabajadoras, mientras propagan en voz alta su llamada democracia socialista. Es sabido que no sólo las amplias masas trabajadoras, sino también los llamados órganos elegidos, no participan en la formulación de políticas y posturas sobre cuestiones internas o externas, no participan en la formulación de las principales leyes y decisiones, ni toman parte en su examen y aplicación. Las leyes, políticas, posturas y decisiones son decididas por el estrecho círculo de la camarilla en el poder, mientras que a la clase obrera y al resto de trabajadores se les presentan los hechos consumados. 

Además, los órganos legislativos están bajo el control efectivo de los órganos ejecutivos, de los aparatos burocratizados y aburguesados. Hay pocos países en el mundo donde la burocracia ha concentrado en sus manos poderes tan grandes e ilimitados, como en la Unión Soviética. La burocracia en ese país tiene en sus manos no sólo el monopolio ideológico, sino también el poder político y económico. La burocracia y el burocratismo se han elevado a la condición de sistema, se han convertido en un método y estilo de pensamiento, de acción y de vida. La máquina burocrática en todos los niveles explota a la clase obrera y a las masas trabajadoras, ejerce la violencia política y económica contra ellos, y se ha convertido en un obstáculo para el uso racional de los recursos naturales y humanos.
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La degeneración burguesa del partido y el Estado soviéticos provocó inevitablemente la degeneración de la propiedad de los medios de producción, que es el elemento básico de las relaciones de producción. Hablando de esta cuestión en el 6º Congreso del PTA, el camarada Enver Hoxha dijo: “El cambio de carácter del partido y del Estado, la transformación contrarrevolucionaria en el terreno de la superestructura política e ideológica no podía dejar de conducir al cambio de la base económica del socialismo. Las reformas económicas que han emprendido los jruschovistas, de acuerdo con sus conceptos ideológicos anti-marxistas, han conducido a la transformación radical de las relaciones de producción". (Enver Hoxha, Informe ante el 6º Congreso del PTA, página 236). 

La expresión más concentrada del extrañamiento de la clase obrera del funcionamiento efectivo del Estado y la economía es sin duda su privación de los principales medios de producción, la liquidación de la propiedad socialista y la degeneración de las relaciones socialistas de producción. Estaba claro que después de la degeneración de la superestructura seguiría sin falta la degeneración de la base económica. La degenerada superestructura debía tener sin falta su correspondiente estructura degenerada. Sobre esta cuestión, los revisionistas modernos han actuado y continúan actuando demagógicamente porque no era y no es fácil para ellos salir abiertamente en contra de la propiedad socialista. 

La reforma económica realizada por los revisionistas soviéticos cambió en esencia todo el anterior sistema de tenencia y administración de la propiedad socialista; cambió la propiedad del Estado socialista, como representante directo de la clase obrera y de las demás masas trabajadoras, pasando gradualmente la propiedad a manos de la nueva burguesía revisionista. 

Debido a muchos factores políticos, económicos, históricos y psicológicos, no se degeneró la propiedad mediante su partición capitalista en la forma clásica, pasando a la posesión capitalista individual. Se hizo preservando la apariencia de la propiedad estatal y dándole el carácter de propiedad monopolista de Estado. A fin de cuentas, para la clase obrera no es de importancia si la propiedad está en manos de capitalistas individuales o en manos de un capital conjunto bajo la forma de monopolios estatales. En ambos casos, la explotación está presente, ya sea bajo la forma de explotación capitalista individual o capitalista colectiva. 

El carácter de la propiedad y de las relaciones de producción también define el carácter mismo del Estado. Pero este último, también expresa y define el carácter de la propiedad y de las relaciones de producción. Los que tienen la máquina del Estado en sus manos también poseen los principales medios de producción y utilizan la máquina del Estado como un arma poderosa para aumentar su riqueza y ganancia capitalistas. Los clásicos del marxismo-leninismo han señalado que el carácter de la propiedad depende de la naturaleza del orden económico-social y del Estado. 

Hablando de nacionalizaciones, K. Marx dijo:

“... Siempre y cuando las clases ricas permanezcan en el poder, cualquier nacionalización no representa la liquidación de la explotación, sino sólo el cambio de su forma...”. (K. Marx, F. Engels, Obras Completas, vol. 28, edición rusa, páginas 301-302).
 

Partiendo de esta tesis de Marx también podemos definir el carácter de la propiedad estatal en la Unión Soviética. La nueva burguesía soviética tomó el poder estatal no como un fin en sí mismo, sino como un poderoso medio para enriquecerse y obtener beneficios materiales. A través del Estado, también se apoderó de la propiedad estatal y la convirtió en propiedad capitalista de tipo especial. 

Formalmente y en apariencia externa, la propiedad del Estado en la Unión Soviética se llama propiedad socialista, pero en realidad ha perdido su antiguo carácter socialista. Con la clase obrera excluida del gobierno de la vida del país, la propiedad estatal está siendo utilizada por la nueva burguesía soviética como un medio de lucro y enriquecimiento capitalista, apropiándose de la plusvalía creada por la clase obrera. 

Con el cambio del carácter de la propiedad, también cambiaron el objetivo de la producción y el destino del producto del trabajo. El sistema de gestión y planificación también cambió radicalmente. Privar a la clase obrera de los medios de producción trajo como consecuencia su separación de la gestión efectiva de la economía y la producción. Con la reforma económica, los revisionistas jruschovistas reemplazaron el sistema de planificación socialista de la economía con un sistema “flexible” de planificación, otorgando completa autonomía a las empresas, para que actúen de manera irrestricta en los campos de la producción, la distribución, la acumulación de capital, las inversiones, etc. El otorgamiento a los directivos de las empresas del derecho de usar, administrar y vender los productos fabricados, etc., los derechos que se les confirió en el ámbito de las relaciones de intercambio y distribución de productos, muestran claramente el uso personal de la propiedad capitalista y del producto del trabajo en las empresas económicas de la Unión Soviética. En esto radica la fuente de competencia por la máxima ganancia posible, que se ha extendido por todas las empresas económicas del país. De ahí se derivan la escasez de algunos productos básicos en un área o distrito del país y su excedente en otras áreas y distritos, y también el fenómeno de que el mismo producto de la misma calidad se venda a precios diferentes dentro de un mismo mercado. 

En el proceso de degeneración de la propiedad, los revisionistas soviéticos han realizado cambios importantes en los criterios de constitución de las empresas económicas, en lo referente a sus características económicas y jurídicas, a sus relaciones con el mecanismo de la reproducción de la producción social, y a su distribución geográfica. Han creado asociaciones monopólicas de tipo capitalista en la industria, la agricultura, el transporte y en otras ramas de la economía; asociaciones que continuamente se tragan a las pequeñas y medianas empresas y que dan lugar a grandes desplazamientos de reservas de mano de obra y suministros. Un factor motivador de este proceso espontáneo es el aseguramiento de la ganancia capitalista. Que la clase obrera está privada de la propiedad de los medios de producción se puede ver también muy claramente en las formas en que se utilizan los fondos creados en la empresa. Se calcula que el 80-85 por ciento de los fondos para estímulo material van a los bolsillos de los directivos. Según las estadísticas oficiales, en los últimos 4-5 años, al personal técnico-ingenieril se le ha dado, en promedio, 12 veces más bonificaciones mensuales que a los obreros, y a los trabajadores de cuello blanco, 6-7 veces más que a los obreros. (Véase Seria Ekonomicheskaja, Nº 2, año 1972, página 47).
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La degeneración capitalista de la propiedad tampoco podía dejar de conducir a una degeneración capitalista del principio de la remuneración. Los revisionistas soviéticos han reemplazado de hecho la remuneración según el trabajo realizado por todo un sistema de distribución de ingresos que le da a la nueva burguesía todas las posibilidades de apropiarse del trabajo y el sudor de la clase obrera y las masas trabajadoras, asegurándose ingresos que multiplican muchas veces lo que ganan los obreros y campesinos. Como consecuencia, se ha creado una marcada diferenciación de ingresos, que favorece en primer lugar, a los directivos del aparato burocrático del partido, el Estado y la economía. Esto inevitablemente ha provocado la creciente polarización capitalista de la sociedad soviética actual y, sobre esta base, la agudización del antagonismo social. Haciendo énfasis en la necesidad y la importancia de reducir las diferencias de salarios en el socialismo, V.I. Lenin señaló entre otras cosas: “Bajo el régimen socialista, los funcionarios dejan de ser “burócratas” o “trabajadores de cuello blanco”, en la medida en que el pago se reduce al salario promedio de los trabajadores”. (V.I. Lenin, Obras Escogidas, t. página II 235). En la actualidad, sin embargo, en la Unión Soviética existe una gran discrepancia en los ingresos de los distintos grupos y sectores de la población. Baste mencionar que los directivos de las empresas económicas, cuando se cumplen los índices del plan, pueden recibir un bono anual adicional que puede ser equivalente hasta 7 meses de salario, sin incluir otros tipos de estímulo material. 

Mediante los grandes bonos para el personal administrativo de los aparatos del partido y el Estado y de la economía, en la Unión Soviética, se ha creado la casta de los nuevos jefes, que engorda mediante la explotación del trabajo de los obreros. Los sueldos y bonificaciones que estos jefes reciben no están, de ninguna manera, en proporción directa a su trabajo y, de ninguna manera, representan la remuneración según el trabajo realizado. Muchas empresas soviéticas han implementado y están expandiendo un sistema de bonificación por el cual se coloca el 50 por ciento de los fondos obtenidos de la reducción del número de trabajadores como consecuencia del incremento en la intensidad del trabajo, en el fondo complementario de estímulo material, que beneficia principalmente a la burocracia y a los gerentes tecnócratas que dirigen esta “operación de racionalización”. 

En la Unión Soviética, con la implementación de la reforma económica, se ha producido un gran aumento en la intensidad del trabajo y en la fluctuación de la fuerza de trabajo, que a menudo toma la forma de un “mercado oculto” de desempleados. Estos dos fenómenos se desarrollan en paralelo con el proceso de descentralización de la economía y, en general, con el proceso de degeneración de las relaciones de distribución, intercambio y consumo del producto social. Usando como máscara la tesis de elevar la productividad del trabajo y la eficiencia de la producción, se han aplicado una serie de métodos “científicos” para aumentar la magnitud de la intensidad del trabajo de los obreros, con el objetivo de incrementar las ganancias y los fondos suplementarios para estímulos materiales. 

No es por casualidad que en la economía soviética, al igual que en las economías de los países capitalistas, exista el fenómeno del desempleo, que opera en condiciones específicas y sobre todo en la forma de desempleo oculto. De acuerdo a lo admitido por los mismos círculos revisionistas, cada año, en la Unión Soviética, se moviliza por todo el país en busca de trabajo un promedio de 3 millones de la población urbana solamente (sin incluir a la población campesina). Si tenemos en cuenta que el 80 por ciento de esta migración interna está formada por personas en edad de trabajar, y sin calcular aquí los movimientos dentro del campo y del campo a la ciudad, resulta que el 10 por ciento de los trabajadores, prácticamente, no participa en la producción. (Véase Ekonomika i Organizacija Promishlenovo Proisvodstva Nº 3, 1972, páginas 29-30). 

Además de su privación de los medios de producción, a la clase obrera se la ha excluido de todas las funciones de gestión y administración. Estas funciones se han concentrado en las manos de cuadros burocratizados que dirigen la producción en interés propio, aumentando la explotación de los obreros por cualquier método. 

Los burócratas y tecnócratas soviéticos, transformados en una clase en sí mismos, están continuamente en aumento. Esto se demuestra con los datos relativos a la estructura de clases de la sociedad soviética actual. Así, en 1939, los trabajadores de cuello blanco y sus familias representaron el 17.7 por ciento de la población de la Unión Soviética, mientras que en 1970 representaron el 25 por ciento de esta población (Véase “Ekonomicheskaja Gazeta” Nº 4, 1972, página 3). Cambios similares ocurrieron también en la estructura de la población laboral soviética. Mientras que en 1960 los trabajadores de cuello blanco representaron el 21 por ciento del número total de trabajadores soviéticos, en 1970 su peso específico alcanzó el 26.4 por ciento (Véase “Ekonomicheskaja Gazeta” Nº 5, 1972, página 1.). 

Con el fin de alcanzar sus objetivos tan “silenciosamente” como sea posible, los revisionistas modernos han sumergido a la clase obrera en el pantano del indiferentismo y el apoliticismo. Numerosos hechos dan testimonio de esta indiferencia y del divorcio de la clase obrera soviética de la gestión de la producción. En una encuesta de opinión pública organizada en una planta de montaje metalúrgico en Siberia, en la que se interrogó a 1,000 obreros, más del 70 por ciento de ellos respondió que no sabían y no les interesaba saber cómo se cumplía el programa de producción, que nunca hablaban en las reuniones y que era inútil hablar cuando su opinión no era tomada en cuenta. Esto es un síntoma de la indiferencia y la apatía de los obreros soviéticos sobre los problemas de organización y funcionamiento de la producción, que por supuesto es una consecuencia de su separación del gobierno de la vida del país y de la propiedad de los medios de producción.

Paralelamente a la burocratización de los aparatos revisionistas, en la sociedad soviética actual se notan marcadas tendencias de parasitismo burgués, de un número cada vez mayor de personas que viven explotando el trabajo de la clase obrera y los campesinos trabajadores. Este fenómeno influye negativamente en la estructura social del país, la distorsiona y la degenera, y aumenta el parasitismo social. Una de las manifestaciones de este parasitismo es el crecimiento de la esfera no productiva a una tasa injustificada. Según las estadísticas oficiales, en 1950 un 13.8 por ciento del total de los trabajadores (con exclusión de los escolares y los militares) estaba ocupado en la esfera no productiva de la economía soviética; en 1960, el 17 por ciento de las personas que trabajan participaron en este ámbito, mientras que a principios de los años 70, la esfera no productiva absorbió alrededor del 22 por ciento de las personas en capacidad de trabajar. 

En la economía soviética, el número de personas que trabajan en la esfera no productiva está aumentando a un ritmo mucho mayor que en la esfera productiva. Esta tendencia sigue profundizándose. Nos enfrentamos aquí con una explosión de parasitismo económico y social. 

Por supuesto, con el aumento de la producción social deben aumentar también la actividad de las ramas no productivas que sirven a la producción y su población correspondiente. Pero el aumento de la esfera no productiva debe estar en proporción directa a la esfera productiva, de lo contrario disminuirán las tasas de reproducción ampliada socialista. La teoría marxista-leninista de la reproducción ampliada socialista enseña esto, y está siendo probado todos los días por la práctica de la construcción socialista. 

La vida ha demostrado, y diariamente proporciona más pruebas, que los revisionistas soviéticos han abandonado los principios del marxismo-leninismo sobre el Partido y el Estado proletario, sobre el papel de la clase obrera en la revolución y la construcción del socialismo. “El retroceso de la Unión Soviética y de algunos otros países –como ha dicho el camarada Enver Hoxhaestá relacionado precisamente con el hecho de que allí fueron abandonadas las enseñanzas del marxismo-leninismo y se renunció a los principios fundamentales de la construcción del socialismo. Fueron socavadas las victorias de la revolución y se allanó el camino a la restauración del capitalismo”.


Fuente: http://www.revolutionarydemocracy.org/archive/sovwc.htm

martes, 16 de octubre de 2012

El “marxismo” de Mao Zedong en la versión original de “Análisis de las clases de la sociedad china”

por Facundo Borges
Mao Zedong, segundo de la izquierda en la tercera fila, en 1924
 

“Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que en su mayor parte las leyes refrendan y formalizan), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, consiguientemente, por el modo de percibir y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social”.
(Lenin, Una gran iniciativa, 1919, O.E. en doce tomos, t. 10, Moscú)
  
Las Obras Escogidas de Mao Zedong se abren con el artículo Análisis de las clases de la sociedad china, con fecha de marzo de 1927. Sin embargo, la versión original del artículo fue realmente publicada en febrero de 1926. Chen Tu-siu, líder del PCCh, no consideró el artículo de Mao como aceptable para su publicación en el órgano del Partido. Mao lo publicó en “Chung-kuo nung-min” (Campesino chino), el órgano del Buró Campesino del Comité Ejecutivo del Kuomintang, en el que era un alto dirigente, representando al PCCh.  
 
Desde 1925, por lo menos, Mao había demostrado un especial interés en establecer la actitud de las diferentes clases sociales hacia la revolución democrática: a ello dedicó numerosos estudios e investigaciones concretas sobre las clases sociales en el campo chino. No fue el único. Chen Tu-siu también escribió, en aquellos años, sobre las clases sociales en China. Pero el interés de Mao iba más allá de establecer qué clases sociales existían en China y cuál era su ubicación con respecto a la revolución. Mao consideraba que las clases sociales no eran grupos homogéneos, que existían diferencias en su seno. En ese sentido, quiso ser más específico en su análisis, con el fin de establecer la posición, el comportamiento y la actitud de fracciones, sectores o alas de cada una de esas clases en la revolución china.  
 
Un trabajo anterior de Mao, titulado “Análisis de varias capas del campesinado chino y su actitud hacia la revolución”, de enero de 1926, sirvió de base para la redacción de la parte correspondiente a las clases sociales en el campo chino del ensayo de febrero de 1926. Este trabajo previo también se publicó en la publicación del Buró Campesino del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, en su edición de enero de 1926. Asimismo, el artículo “Análisis de las clases de la sociedad china” es una versión desarrollada del discurso de Mao en el I Congreso Campesino del Kuomintang de 1925. 
 
“¿Quiénes son nuestros amigos y quienes son nuestros enemigos?”, “¿Con quién unirse y a quién atacar?”, eran las preguntas que necesitaban ser respondidas. El marxismo-leninismo indicaba que la clase obrera era la clase llamada a liberar a las demás clases para liberarse a sí misma. Pero en la China posterior a 1911, convulsionada y en constante guerra civil, masas ajenas al proletariado desempeñaban papeles más destacados de lo que supuestamente el marxismo establecía. 
 
En 1926, la formación marxista de los principales líderes del PCCh era bastante frágil, no habían asimilado los fundamentos del marxismo-leninismo y en consecuencia no podían aplicarlos debidamente a la realidad china. Muchos aprendieron en el proceso de la revolución. Mao no fue una excepción. El marxismo de Mao en 1926 no era sólido, tenía graves errores teóricos que hoy no se aceptarían en un dirigente comunista. Eso se puede observar en los trabajos publicados por Mao en aquellos años. La pobreza de la formación marxista de los líderes del PCCh llevó a Stalin a decir en julio de 1927: 
 
“…desafortunadamente no tenemos un real o, si quieren, un verdadero Partido Comunista en China. Si ustedes quitan a los comunistas de mando medio que son un buen material de lucha pero son totalmente inexpertos políticamente, entonces ¿qué es el actual Comité Central del Partido Comunista de China? Nada sino una “amalgama” de frases generales reunidas aquí y allá, no ligadas en una línea o idea guía. No quiero ser muy exigente con el Comité Central del PCCh. Yo sé que no se puede ser demasiado exigente con ellos. Pero sólo una simple exigencia: cumplan las directivas de Comintern. ¿Se han cumplido las directivas de Comintern? No. No, porque no las entienden, o porque no quieren cumplirlas y tienen engañada a Comintern, o porque no son capaces de cumplirlas. Eso es un hecho". (Stalin’s Letters to Molotov, Carta 36, del 9 de julio de 1927, pp. 140-141).
 
De ahí que cuando se estudie y analice la supuesta o real posición de los dirigentes chinos, incluido Mao, en relación con la revolución china y su actitud ante las instrucciones de la Internacional Comunista, debe hacerse con mucho cuidado, hay que tomarlo con pinzas, porque muchas versiones de hechos y posiciones asumidas en aquel momento, han sido alteradas, para acomodarlas a supuestas líneas correctas que vienen desde poco después de la fundación del PCCh, reconstruyendo la “verdad histórica” en función de ciertos mitos. El artículo “Análisis de las clases de la sociedad china” es sólo un ejemplo de ello.
 
Si trazamos un paralelo entre dos contemporáneos, Mao (1893-1976) y Mariátegui (1895-1930), mientras coincidieron en este mundo, podemos decir que la formación marxista de Mariátegui era sólida. Muerto en 1930, sus obras registran una aplicación original, creadora y correcta del marxismo a la realidad peruana; están mejor cimentadas en el terreno del materialismo histórico que las obras de Mao en los mismos años. Se pueden explicar estas diferencias en la formación marxista, en función de distintos factores: su origen de clase, el proceso de formación política, el movimiento revolucionario en sus países, la difusión del marxismo en aquellos años, etc. Pero es evidente que Mariátegui fue superior a Mao en esos años.
 
Lo cierto es que Mao no estaba adecuadamente pertrechado de la teoría marxista cuando escribió “Análisis de las clases de la sociedad china”.
 
En 1925-1926, Mao era miembro del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, era vicepresidente del Departamento de Propaganda del Kuomintang (bajo el mando de Wang Chin-wei) y era editor del órgano central del Kuomintang, hasta marzo de 1926, cuando los comunistas fueron expulsados por Chiang Kai-shek de sus posiciones dirigentes en el Kuomintang. Además, Mao era director del Instituto de formación campesina del Kuomintang y participó activamente en los dos primeros congresos campesinos del Kuomintang. Ese es el Mao que escribió “Análisis de las clases de la sociedad china”: políticamente activo y alto dirigente del PCCh y el Kuomintang.
 
Lo primero que se observa desde el punto de vista marxista, en la versión original de “Análisis de las clases de la sociedad china” es la división que hace de la sociedad “de cualquier país”, omitiendo el análisis de clase del materialismo histórico. Mao clasifica a la sociedad china en “tres clases de personas –las clases alta, media y baja”, sin especificar la naturaleza de esa división y los elementos que dan contenido a esa división. Esta parte del artículo fue eliminada de la versión de 1951 de las Obras Escogidas.
 
Alguien puede decir que la división anterior es sólo una forma introductoria o una división de carácter general, a lo que a continuación se dice:
 
“Un análisis detallado mostrará cinco clases: la gran burguesía, la burguesía media, la pequeña burguesía, el semiproletariado y el proletariado.” 
 
Sin embargo, este “marxismo” es sólo aparente. Mao comete el error de meter en un mismo saco a distintas clases correspondientes a formas de producción distintas, y las clasifica en función a niveles de ingreso, sin considerar para nada las relaciones de producción que representan o en las que participan. 
 
En la gran burguesía incluye a la burguesía compradora y a los terratenientes feudales, que en China claramente representan dos tipos de relaciones de producción distintos, por más que la burguesía compradora sea considerada como una burguesía con fuertes lazos con la feudalidad. Esto se hace peor cuando incluye entre los componentes de la gran burguesía, al mismo nivel que las otras dos, clases en sí mismas, a los burócratas (no, no se refiere a los capitalistas burocráticos) y a los caudillos militares. Así, Mao dice: 
 
La gran burguesía… [ella incluye] la burguesía compradora –como los banqueros (Lu Tsung-yu y Chen Lien-por), los comerciantes (Tang Shao-i y Robert Ho-tung), los industriales (Chang Chien y Sheng En-hsi); los grandes terratenientes (Chang Tso-lin y Chen Kung-shou); los burócratas (Sun Pao-chfi y Yen Hui-chring); y los caudillos militares (Chang Tso-lin y  Tsao Kun).
 
El origen de estos errores radica en que Mao no concibe a China como una formación social, no empieza con una caracterización de la sociedad china. Habla de las clases de la sociedad china sin definir el carácter de esa sociedad. De haberlo hecho así, su división de las clases hubiera transitado por terreno más firme, porque lo hubiera conducido a explicar las relaciones de producción en el país. Esto lo corrige someramente  en la versión de 1951, cuando, por lo menos, caracteriza a China como “país semicolonial y económicamente atrasado” y establece que la clase terrateniente y la burguesía compradora representan las relaciones de producción más atrasadas y reaccionarias de China”. No es mucho pero es un avance. Que Mao sostenía, ya en 1926, que China era un país semicolonial y económicamente atrasado es algo que está corroborado por un escrito suyo de setiembre de 1926 titulado “La revolución nacional y el movimiento campesino”. Sin embargo, aparentemente, no estableció la correspondencia adecuada entre el análisis de las clases sociales y el carácter de la formación social china, algo fundamental en el estudio de una sociedad, del que se derivan consecuencias estratégicas y tácticas para la revolución. 
 
Luego vuelve a mezclar dos clases, esta vez claramente contrapuestas, en una misma “clase”, la burguesía media. Según Mao esta clase comprende a los pequeños terratenientes feudales y a la burguesía nacional. En la versión oficial de 1951, Mao corrige dos veces: primero, ya no menciona a los pequeños terratenientes feudales (que no se sabe dónde los puso o reclasificó) como parte de la burguesía media, y segundo, añade que la burguesía nacional representa las relaciones de producción capitalistas en la ciudad y el campo de China”.
 
Otro error importante, especialmente en un país semicolonial y económicamente atrasado, es englobar en una sola clase a la pequeñaburguesía urbana y al campesinado (aunque Mao sólo tome parte del campesinado en este caso: los campesinos propietarios). Por lo general, se dice que el campesinado es pequeñaburguesía, y esto es correcto dado que es una clase en transición en dos aspectos: primero, porque está en camino entre las relaciones de producción feudales y las relaciones de producción capitalistas, y segundo, porque en su interior existe un proceso de diferenciación que conducen a la incorporación de ciertos sectores del campesinado a otras clases sociales, particularmente, a la burguesía y al proletariado rurales, en un proceso lento de desarrollo capitalista. Pero en una sociedad donde los remanentes de la feudalidad tienen una gran presencia, tanto en extensión como en profundidad, en la economía y la sociedad, el campesinado debe ser considerado como una clase aparte, claramente diferenciada, que está en contradicción, en primer lugar, con los terratenientes feudales. En la versión oficial de 1951, Mao persistió en esa clasificación errónea. 
 
Y también persistió (en la versión oficial de 1951) en el error de considerar al semiproletariado como clase, en la que incorpora a los campesinos semipropietarios, campesinos arrendatarios y campesinos pobres, separándolos artificialmente de los campesinos propietarios que los considera como pequeñaburguesía. De esta forma no se puede entender el carácter del campesinado como clase ni la importancia del proceso de diferenciación campesina en las etapas de la revolución. Por lo común, se dice que los campesinos pobres son semiproletarios, para resaltar que son los más cercanos a convertirse en proletarios debido al proceso de diferenciación campesina y al avance de las relaciones mercantiles capitalistas en el seno del campesinado. Pero considerar a los campesinos semipropietarios y a los campesinos arrendatarios como semiproletarios es forzar demasiado el concepto. Este es un error importante de Mao, gran conocedor del campo y los campesinos. 
 
Ambos errores, sin embargo, fueron corregidos en la versión oficial de “La revolución china y el Partido Comunista de China” de diciembre de 1939, donde Mao ya presenta separados a “los diversos sectores de la pequeña burguesía, aparte del campesinado” y el campesinado, cuando expone las fuerzas motrices de la revolución. 
 
La definición de clases que enuncia Lenin en el epígrafe, incluye las características fundamentales para estudiarlas, analizarlas y exponerlas. En absoluta armonía con el marxismo, Lenin establece que las clases se diferencian por el lugar que ocupan en un sistema de producción históricamente determinado y por las relaciones que contraen en el proceso de producción, es decir, las relaciones de producción (las relaciones de propiedad o relaciones respecto a los medios de producción; las relaciones entre los hombres en la producción misma o el papel que desempeñan en la organización social del trabajo; y las relaciones de distribución o el modo de percibir y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen). Muy poco de esto se ve en el análisis de las clases de Mao, que además de contener errores notables desde el punto de vista del marxismo-leninismo, está sesgado hacia la parte política de la cuestión, pese a tratar de pasar por un estudio de carácter económico y social.
 
Algo que puede parecer anecdótico porque se refiere a un sector marginal de la población, no lo es cuando se estudia con más atención y profundidad la historia de la revolución china en esos años. En primer lugar, la definición de lumpenproletariado es bastante elusiva o engañosa: “compuesto de campesinos que han perdido su tierra y de obreros artesanos sin trabajo”. Esta explicación pierde el sentido aparente y se desdibuja, cuando Mao enumera a los grupos que componen el lumpenproletariado: El sector más grande del lumpenproletariado es el de los bandidos, después los soldados, y luego los mendigos, asaltantes y ladrones, y prostitutas”. Estos son los que en cualquier parte del mundo se consideran parte del lumpenproletariado, independientemente de cuál es su clase de procedencia. En la primera parte de su exposición Mao da una idea del lumpenproletariado como un sector de desempleados, dejando en segundo plano su condición de desclasados, que es lo que caracteriza a esta parte de la población. La contradicción en esta explicación de Mao no es lo único notable, también lo es su aseveración: “Esta gente es capaz de luchar con gran coraje y, si se la conduce de manera apropiada, puede transformarse en una fuerza revolucionaria”. Y llama la atención no porque no haya algo de verdad en lo que afirma, sino porque reduce a su mínima expresión el carácter peligroso, como decía Marx, de este lumpenproletariado, que la mayoría de las veces se vende a la reacción y no le importa la revolución, a menos que pueda sacar provecho. En la versión oficial de 1951, Mao añadió como característica que esta gente es inclinada a las acciones destructoras”. Y en “La revolución china y el Partido Comunista de China” desarrolló mejor la idea: 
 
“La condición colonial y semicolonial de China ha hecho aparecer en el campo y la ciudad una multitud de desempleados. Sin ningún medio decente para ganarse la vida, muchos de ellos se ven obligados a recurrir a medios deshonestos; de ahí los bandoleros, gánsteres, mendigos y prostitutas y los numerosos profesionales de la superstición. Esta capa social es vacilante; algunos de ellos se dejan comprar fácilmente por las fuerzas reaccionarias, en tanto que otros pueden unirse a la revolución. Carecen de espíritu constructivo, son más proclives a la destrucción que a la construcción, y aquellos que se incorporan a la revolución se convierten en una fuente de la mentalidad de "insurrectos errantes" y del anarquismo en nuestras filas. Por eso, tenemos que saber reeducarlos a la vez que precavernos de su tendencia a la destrucción.” 
 
Sin embargo, el problema no sólo fue teórico, era sobre todo un problema de concepción del papel de las clases en la revolución. Meses después de los Levantamientos de Nanchang y de la Cosecha de Otoño de 1927, Mao y sus camaradas de comité fueron acusados por la dirección del PCCh de adoptar una posición militarista en la lucha, de formar sus unidades militares con elementos del lumpenproletariado y de entrar en alianzas con las bandas organizadas del lumpenproletariado, de no incorporar a las masas campesinas al levantamiento. Esto puede parecer inverosímil considerando la historia que pone Mao como el defensor de la participación del campesinado en la revolución. Siendo esto último cierto, tampoco deja de ser verdad la existencia de la Resolución disciplinaria del Buró Político del PCCh, de noviembre de 1927, que destituyó a Mao del Buró Político por los errores cometidos en los levantamientos. 
 
            En la versión original del artículo que analizamos existen dos pasajes adicionales que demuestran la deficiencia en la formación marxista de Mao en 1926. La primera dice:

“La actitud de las diversas clases en China hacia la revolución nacional se asemeja casi enteramente a la actitud de las diferentes clases en los países capitalistas de Europa occidental hacia la revolución social. Esto puede parecer extraño, pero en realidad no lo es. La razón es que la revolución contemporánea [y la revolución social en Europa] es una y la misma, tienen un objetivo y una táctica similares.
            En este punto, es evidente que Mao no tiene muy claras las diferencias entre las revoluciones democrática y socialista. No utiliza el vocabulario marxista-leninista y tampoco establece las diferencias en el contenido de cada etapa de la revolución, así como tampoco reconoce las diferencias entre la revolución en los países semicoloniales y la revolución en los países capitalistas de Europa. Peor aún cuando dice que la táctica es unir a los pueblos oprimidos y a las clases oprimidas para luchar juntos”, confundiendo, de este modo, la estrategia con la táctica, cuando Stalin ya había enseñado en 1924, en sus Fundamentos del Leninismo que
 
“La estrategia consiste en determinar la dirección del golpe principal del proletariado, tomando por base la etapa dada de la revolución, en elaborar el correspondiente plan de disposición de las fuerzas revolucionarias (de las reservas principales y secundarias), en luchar por llevar a cabo este plan a todo lo largo de la etapa dada de la revolución.” (Énfasis nuestro) 
 
El otro punto cuestionable en un marxista es la afirmación que hace Mao en el artículo: 
 
Los dos problemas de China son: la pobreza y el desempleo. Por lo tanto, si el problema del desempleo se soluciona, sería equivalente a la resolución de la mitad de los problemas de China”.
 
El problema campesino y el problema de la lucha antiimperialista no entran todavía en su análisis, todavía están lejanas las tres grandes montañas: “el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático”. Estos pasajes erróneos fueron borrados de la versión oficial de 1951. Sin embargo, es importante destacar que Mao comprendía en esos años la importancia del problema campesino para la revolución china y la importancia de incorporar al campesinado a la revolución. Por esa razón, sorprende la afirmación anterior, más cercana al análisis sociológico pequeñoburgués que al análisis marxista. En su artículo “La revolución nacional y el movimiento campesino” de setiembre de 1926, sostenía con seguridad: 
 
“El problema campesino es el problema central de la revolución nacional.” 
 
En esto, Mao no se diferenciaba mucho del resto de dirigentes del PCCh, lo que lo hizo singular en aquellos años fueron algunas de sus tesis sobre el campesinado y el movimiento campesino que se alejaban del marxismo-leninismo para acercarse a posiciones claramente populistas, campesinistas. Pero ese es otro tema que va más allá del comentario sobre el artículo “Análisis de las clases de la sociedad china”.
 
Este es el Mao Tse-tung de 1926, un marxista poco sólido, miembro de la dirección del PCCh y el Kuomintang, que alcanzará importancia política a partir de las montañas de Chingkang y que, mejorando su formación marxista, elaborará, en la segunda mitad de la década de 1930, la línea política y militar del PCCh que conducirá al triunfo de la revolución democrática popular en China. También es el Mao que arrastrará algunos de sus errores fundamentales hasta después del triunfo de la revolución democrática, errores persistentes que explican en buena cuenta los problemas del tránsito de la revolución democrática a la revolución socialista y las limitaciones que tuvo la revolución socialista en China.
 
Descargar  Mao - Análisis de las clases de la sociedad china. Versión original.