domingo, 30 de diciembre de 2012

Stalin y la cuestión nacional

Que Stalin no pudo escribir "El marxismo y la cuestión nacional" sin ayuda de Lenin, Bujarin y otros, es uno de los infundios que aún hoy historiadores burgueses, trotskistas y revisionistas esgrimen con el objetivo de minimizar la autoridad teórica marxista de Stalin. Desde hace muchos años existen pruebas que ponen en evidencia la clara intención falsificadora de estos seudointelectuales, pruebas que establecen la autoría única de Stalin, sin ayudas ni mentores. Erik Van Ree, por ejemplo, profesor de la Universidad de Amsterdan, escribió en 1994 un ensayo titulado "Stalin y la cuestión nacional", fragmentos del cual reproducimos a continuación, donde demuestra histórica y documentalmente, el proceso que condujo a la publicación de "El marxismo y la cuestión nacional" a insistencia de Lenin. No participamos de la caracterización que hace dicho autor sobre el pensamiento de Stalin como "organicista", ni de la supuesta cercanía de Stalin con Rosa Luxemburgo, ni del contraste de las diferencias entre Lenin y Stalin sobre la cuestión nacional, por mencionar algunas proyecciones de crítica teórica que hace el autor. Nos parece valioso, sin embargo, el estudio histórico del punto que queremos resaltar en esta oportunidad. Además, al pie de este artículo, ponemos el enlace para descargar los trabajos de Stalin "La cuestión nacional y el leninismo" de 1929, en el que después de muchos años vuelve a exponer y desarrollar su clásica definición de nación, y "El marxismo y los problemas de la linguística" de 1950.
 
En la literatura sobre el pensamiento de Stalin acerca de la “cuestión nacional” siempre ha ocupado un lugar central su obra “El marxismo y la cuestión nacional”. El artículo fue publicado en 1913 por la revista bolchevique Prosveshchenie. Contenía la conocida definición de nación como “una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura” (1). Alguna vez se sostuvo que el artículo de Stalin, que contiene esta definición concisa de nación, fue en realidad creación de camaradas bolcheviques de mayor capacidad como Lenin y Bujarin. Esta tesis ha sido abandonada hace mucho tiempo. Varios investigadores han presentado la obra de Stalin en contraste con el pensamiento de Lenin, llamando nuestra atención a la influencia de Kautsky, Bauer y Renner en el artículo de Stalin de 1913. Sostengo que este análisis no es exhaustivo. 

El joven Stalin estaba mucho más preocupado por la cuestión nacional de lo que comúnmente se cree. Su artículo de 1913 fue sólo un episodio en una serie de escritos sobre el tema que van desde 1904 hasta 1916. El pensamiento de Stalin sobre la cuestión nacional puede ser dividido en dos periodos, que corresponden aproximadamente a los periodos pre y post revolucionarios. Antes de la revolución, Stalin se oponía vehementemente a cualquier forma de nacionalismo, en especial al de las pequeñas nacionalidades como los georgianos y los judíos. Antes de 1916, había desarrollado una visión política que estaba más cerca de Luxemburgo que de Lenin. El Estado multinacional centralizado era su alfa y omega. En ese periodo, su definición de nación permanecía, de hecho, como un elemento extraño a su pensamiento. Sólo después de la revolución ésta adquirió relevancia práctica. Sus responsabilidades como jefe de Estado le obligaron a tener una mirada más abierta a las realidades de la vida nacional. Se dio cuenta, con más claridad que antes, que las naciones eran entes pertinaces, destinados a sobrevivir al capitalismo. Su pensamiento teórico –en lugar del político– del fenómeno de las naciones, tal como se desarrolló desde 1913 hasta 1950, se encuentra dentro de la tradición del organicismo ruso.
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...A pesar de simpatizar con la posición de Kautsky, [Lenin] mostró poco interés en la teoría de las naciones. Sus primeras obras sólo contenían observaciones dispersas sobre el tema, entre ellas, el lugar común marxista de que la nación moderna es producto de las fuerzas centralizadoras de la economía capitalista (10). En 1903, mientras polemizaba con el Bund, se adhirió a la tesis de Kautsky de que la comunidad de idioma y territorio eran atributos necesarios de la nacionalidad. Negaba que los judíos fueran todavía una nación, cualquiera que fuera su sentido de unidad cultural (11). Sólo en 1912, Lenin se involucró realmente en la cuestión nacional, no a causa de un interés teórico sino por necesidad política. Su ira se encendió a consecuencia de una conferencia en agosto de 1912, donde sus oponentes en el Partido, entre ellos el Bund y muchos mencheviques, aceptaron el principio de la autonomía cultural para las naciones del imperio ruso. En diciembre de ese año, el líder bolchevique se enfureció aún más cuando los mencheviques lograron incluir esa demanda en una declaración de la fracción socialdemócrata en la Duma, mientras que sus camaradas bolcheviques fracasaban en rechazarla.
 
Los días 19 y 20 de diciembre 1912, Lenin escribió dos cartas al Buró Ruso del Comité Central bolchevique, pidiendo “medidas decisivas” e incluso una “guerra” para defender el programa del partido sobre la cuestión nacional. (12)
[...]
 
Pocos meses después del llamado de guerra de Lenin, apareció “El marxismo y la cuestión nacional” de Stalin en las ediciones de marzo, abril y mayo de Prosveshchenie. Esta revista teórica bolchevique de periodicidad mensual fue fundada en San Petersburgo en diciembre de 1911. Su consejo de redacción se dividía en un grupo ruso, encabezado por el M.A. Saveliev, y un grupo extranjero, que incluía a Lenin y A.A. Troyanovsky, que vivió en Viena desde 1912 (21). Reciente material de archivo disponible nos permite llenar algunos de los vacíos en la historia del artículo de Stalin. A principios de enero 1913, Stalin fue a la residencia de Lenin en la ciudad polaca de Cracovia, donde asistió a una conferencia del Comité Central y otros cuadros del Partido, del 8 al 14 de enero (22). Sin duda, él se encontraba en Cracovia los días 7 u 8 de enero, porque desde allí envió una carta a L.B. Kámenev en una de esas fechas (23). En otra carta del 8 de enero (quizá de nuevo a Kámenev) anunció su intención de permanecer por alrededor de una semana y media en Cracovia (24). En la conferencia, la cuestión nacional fue un tema importante de discusión (25). Troyanovsky y su esposa Elena Rozmirovich también asistieron a la conferencia (26).
 
En general, se asume que fue Lenin quien solicitó u ordenó a Stalin que escriba la pieza durante la estancia de éste en Cracovia. Que yo sepa, no existe una evidencia clara de este hecho. Pero de acuerdo con Sofía Veiland, la maestra de la hija de los Troyanovsky, que los acompañó a Cracovia, Lenin en efecto pidió a Stalin que escribiera un artículo sobre la cuestión nacional durante su estancia en Cracovia. Se suponía que iba a hacer el trabajo en Viena (27). Sin embargo, en una carta al comité editorial de Prosveshchenie en San Petersburgo, el 6 de enero, Troyanovsky ya había escrito: “Ayer, por fin, recibí el artículo de Stalin”. Probablemente se refiere a un primer borrador (28). En Cracovia, Stalin no tuvo tiempo de escribir nada. El 1 de enero, escribió en una carta a San Petersburgo: “Estoy muy afligido porque no encuentro tiempo para escribir. […] El punto es que tenemos un ambiente imposible aquí, todos estamos terriblemente ocupados, con el diablo sabe qué” (29).
 
El 25 de enero o después, Stalin partió para Viena, a donde llegó en uno de los últimos días del mes. Su misión era organizar el envío del boletín de Lenin acerca de la conferencia de París (30). En Viena, Stalin vivía donde los Troyanovsky (31). En la capital austriaca, también se reunió con el joven N.I. Bujarin, que recientemente había accedido a empezar a escribir para Prosveshchenie (32). El 13 o 14 de febrero, Lenin organizó una nueva reunión del Comité Central en Cracovia, a la que asistió a Stalin luego de haber regresado de Viena (33). Edward Ellis Smith concluía ya en 1967, que la estancia de Stalin en Viena podía haber durado “sólo dos o tres semanas” (34). Veiland dice que Stalin permaneció “algunas semanas” con ellos (35). Ciertamente, era un período demasiado corto para investigar y escribir el extenso artículo (36). Ahora sabemos que Stalin elaboró ​​un proyecto publicable antes de su llegada a Viena. El 2 de febrero le escribió una carta a Malinovsky de la capital austriaca, donde le informaba que estaba “escribiendo todo tipo de basura” y pidiéndole: “dile a Vetrov [Saveliev – E. v. R.] que no publique la ‘cuestión nacional’, sino que la envíe aquí […] Si es posible, enviar el artículo hoy mismo”. Y agregó: “Pronto voy a estar de vuelta con IIich”.(37)
 
Smith, que fue quien descubrió esta carta, supuso que Stalin se refiere a un artículo de Saveliev (38). Sin embargo, esto es incorrecto. El 4 de febrero Troyanovsky escribió a Prosveshchenie: “Estamos esperando el artículo de Stalin sobre la cuestión nacional, ¿por qué no lo envían? ¿Recibieron el telegrama? No lo impriman, envíenlo inmediatamente” (39). En otra carta del mismo día a San Petersburgo, Troyanovsky escribió: “Vasily [otro alias de Dzhugashvili – E. R. v] insistentemente exige […] que se nos devuelva el artículo sobre la cuestión nacional” (40). Al parecer, Stalin escribió el proyecto original del artículo a fines de 1912 y lo entregó a los editores en San Petersburgo. Lo enviaron a Troyanovsky en enero. Después de leerlo se lo devolvió a Saveliev para que se publicara. Pero cuando Stalin llegó a Viena, pidieron el artículo de regreso. Stalin pudo haber revisado el artículo en Viena, pero él no lo escribió allí. 
 
En la segunda conferencia de Cracovia, Prosveshchenie misma era parte de la agenda (41). Troyanovsky también asistió a esta reunión, con el fin de participar en las discusiones acerca de la revista, y Lenin “conversó mucho sobre la cuestión nacional” con Stalin (42). Este último se quedó en la ciudad polaca durante algún tiempo, dedicándose a escribir. Entre el 14 y 25 de febrero, desde Cracovia, Lenin escribió una carta a A.M. Gorky, que dice: “Tenemos aquí un magnifico georgiano que se ha establecido [zasel] entre nosotros y está escribiendo actualmente [pishet] un extenso artículo para Prosveshchenie, en el que ha reunido todos los materiales austriacos y otros” (43). Alrededor del 28 de febrero, Stalin dejó Cracovia, regresando a San Petersburgo el 4 de marzo (44). Parece que Stalin dio los toques finales al artículo durante su segunda estancia en Cracovia. Lenin “participó en la edición” de los números de marzo, abril y mayo de Prosveshchenie, en los que apareció el artículo de Stalin. (45) 
 
Como dije en la introducción de este artículo, alguna vez se creyó que la gente de Prosveshchenie, sobre todo Lenin, Bujarin y Troyanovsky, jugó un papel esencial en la redacción del artículo de Stalin. Krupskaya lo sugirió como mucho (46). Bertram Wolfe, quien decía estar informado por “otras fuentes” no especificadas, sostuvo que Stalin necesitó a Bujarin como “su mentor en la teoría austriaca” y por su dominio del alemán (47). Sin embargo, este mito “alemán” hace tiempo que se desintegró. Varios autores han señalado que Stalin utilizó ediciones traducidas de la mayoría de las obras que citó, como las de Renner y Bauer. Sólo un número muy limitado de obras alemanas necesitaban traducirse (48). Por otra parte, Stephen Cohen no ha encontrado ninguna evidencia de que Bujarin jugara un “papel importante” en la preparación del artículo de Stalin (49). Esto no es sorprendente. Bujarin había ido a Viena a finales de 1912 para estudiar economía, no la cuestión nacional. Su interés no estaba en las opiniones de los austromarxistas sobre la nacionalidad, sino en el capitalismo monopolista (50). Por otra parte, a principios de 1913, el joven Bujarin sólo había publicado dos artículos (51). Para esa época, Stalin ya había publicado lo suficiente para llenar varios volúmenes. Tanto su posición en el Partido como su condición de escritor eran muy superiores a los de Bujarin, por lo que no habría tenido ninguna necesidad especial de la ayuda de Bujarin. (52)
[...]
 
Durante la etapa post-revolucionaria de su carrera, Stalin nunca abandonó su admiración temprana por el gran Estado multinacional. Si tenía que elegir entre los intereses del Estado soviético y cualquier “nacionalismo” (en rigor: incluido el ruso), no habría dudado. Pero permitió a las naciones una mayor autonomía cultural y lingüística de lo que cabría esperar sobre la base de sus escritos anteriores a la revolución. En mayo de 1925 le dijo a un grupo de estudiantes de la Universidad Comunista de Trabajadores del Oriente que aunque la cultura en la época socialista era “proletaria en cuanto a su contenido”, seguiría siendo “nacional en la forma”. Negó en efecto, que las “formas” nacionales estaban determinadas por las relaciones de clase (82). En marzo de 1929, repitió y defendió su vieja definición de cuatro puntos en una larga carta sobre la cuestión nacional. Hizo hincapié en que las naciones como tales sólo surgieron con el capitalismo, pero agregó explícitamente que los “elementos de la nación (idioma, territorio, comunidad cultural, etc.) [...] se crearon poco a poco, ya en la era precapitalista”, aunque sólo en forma rudimentaria. Destacando la “extraordinaria persistencia [ustoichivost]” de las naciones y lenguas, también predijo “el crecimiento y florecimiento” de las naciones durante la era socialista. Sólo con la victoria mundial del socialismo comenzará un proceso gradual de fusión de las naciones, de sus culturas e idiomas. (83)
 
Stalin fue el marxista que finalmente destruyó el tradicional concepto socialdemócrata, al que incluso Lenin había estado apegado, de que la victoria del socialismo implicaba la desaparición rápida de la nación. A este respecto tenía una deuda con Otto Bauer. En términos prácticos, esto significó que los idiomas y las culturas locales permanecieron parcialmente intactos, incluso después de que se estableciera el “socialismo” en 1930. La política de rusificación cultural y lingüística conocía sus límites. Teóricamente Stalin logró esto regresando a su antigua definición de nación que había sido un elemento extraño en su pensamiento en 1913, pero que ahora, inesperadamente, ganaba importancia práctica. Sin embargo, sólo hacia el final de su vida, el líder soviético desarrolló una teoría para explicar por qué las naciones son lo suficientemente tenaces para sobrevivir a la desaparición del sistema capitalista. Aquí se concentró en uno de los elementos constitutivos de la nacionalidad: el idioma. 
 
Probablemente el primero que señaló la importancia de “El marxismo y los problemas de la lingüística” (1950) fue Gustav Wetter. En su Der dialektische Materialismus, lo considera como una versión relativamente original del materialismo histórico (84). Stalin comienza con una explicación simple de la base y la superestructura, relatando cómo los puntos de vista políticos e ideológicos y las instituciones de una sociedad son producto de su estructura económica. Una superestructura es un producto de clase y “no vive mucho tiempo”. Esun producto de una época”, cuando un determinado sistema económico se impone. El idioma, sin embargo, “no es creado por una u otra clase, sino por la sociedad en su conjunto” a fin de “satisfacer las necesidades no de una clase, sino de toda la sociedad”. Como un “medio de comunicación”, los idiomas no difieren “de los instrumentos de producción, digamos, de las máquinas, que también pueden servir igualmente a los sistemas capitalista y socialista” (85). El argumento de Stalin llega a la idea de que las necesidades tecnológicas de la sociedad dan lugar a determinados sistemas económicos que a su vez se traducen en estructuras político-ideológicas. Pero –y aquí reside su novedad– las necesidades tecnológica también dan lugar a otras actividades humanas, en paralelo al sistema económico, tales como el idioma. Estos fenómenos fueron determinados directamente por la sociedad en su conjunto. 
 
En su vejez, el temor al caos, que siempre estuvo presente en la mente de Stalin, se hizo cada vez más pronunciado. “Uno puede y debe destruir la vieja superestructura”, escribió, “a fin de dejar espacio para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, pero ¿cómo se podría destruir el lenguaje existente [...] sin inyectar anarquismo en la vida social, sin crear la amenaza de la desintegración de la sociedad?”. El líder soviético concluyó que “no se debe permitir que la lucha de clases, por más fuerte que sea, conduzca a la desintegración de la sociedad” (86). Hizo la observación general de que las sociedades tienden a crear estructuras para protegerse de la amenaza del caos resultante de los cambios rápidos de los sistemas económicos y la lucha de clases, y para dotarse de estabilidad. El lenguaje era sólo un ejemplo de ello. “El lenguaje pertenece a una serie de fenómenos sociales que funcionan durante todo el período de la existencia de una sociedad. Nace con el nacimiento de una sociedad y se desarrolla con ella. Muere cuando el momento de la muerte de una sociedad ha llegado” (87). De esa forma, se estableció un argumento general que sirve para explicar también la longevidad de fenómenos distintos del idioma, como las tradiciones culturales o incluso naciones como tales. 

Y de nuevo brilla claramente una visión organicista, subyacente, de la sociedad. Las comunidades nacionales son entidades vivas. Como tales, están obligadas a tener algunas características relativamente permanentes, inmutables que definen su identidad. Simplemente no podían consistir sólo de modos de producción alternándose siempre y de las correspondientes ideologías, sin dejar de ser comunidades históricamente reconocibles. El sabor organicista de “El marxismo y los problemas de la lingüística” llegó al extremo de atribuir una vida corporativa y voluntad no sólo al colectivo de la sociedad, sino incluso a sus partes. La base económica, por ejemplo, “vive y actúa” con un propósito especial, a saber, “servir a la sociedad económicamente”. La superestructura, por otro lado tiene otra función. “Crea […] las instituciones de la sociedad”, mientras que ella misma es “creada por una base con el fin de servirla”. “Ayuda activamente a su base para formarse y fortalecerse a sí misma, toma todas las medidas posibles para ayudar al nuevo sistema”. Pero Stalin añadió que era muy posible que una superestructura pudiera “negarse a cumplir su función de servir y tomar una posición de indiferencia”. Entonces dejaría de ser una superestructura. (88)
 
La versión de Stalin del materialismo histórico era en efecto original. No puede encontrarse en esta forma en las obras de Plejánov, Bujarin o Bogdánov, por mencionar a los principales teóricos rusos en este campo.

Notas
(1) K. Stalin, ‘Natsional’nyi vopros i sotsialdemokratiia’, Prosveshchenie, no.3 (marzo de 1913), p. 54.
(10) PSS, vol. 2, p. 207; de ‘K kharakteristike ekonomicheskogo romantizma’ (1897).
(11). Ibíd., vol. 8, pp. 72-3; de ‘Polozhenie Bunda v partii’. Véase también ‘Natsional’nyi vopros v nashei programme’, en ibíd., vol. 7, pp. 233, 242, un artículo que también apareció en 1903.
(12) Ibíd., vol. 48, pp. 130-32, 134-5. Véase también ibíd., pp. 380-81.
(21) N. P. Loginov, ‘Bol’shevistskii zhurnal “Prosveshchenie” (K 50-letiia vykhoda v svet)’, Voprosy istorii KPSS, no. 6, 1961, p. 164; I. A. Portiankin et al., Bol’shevistskaia pechiat’. Kratkie ocherki istorii 1894-1917 gg. (Moscú, 1962), p. 354; E. I. Krutitskaia y L. S. Mitrofanova, ‘Posol Sovetskogo soiuza A. A. Troianovskii’, Novaia i noveishaia istoriia, no. 2 (marzo-abril de 1975), p. 91.
(22) Vladimir llich, Lenin. Biograficheskaia khronika 1870-1924, vol.3, 1912-191 (Moscú, 1972), p. 65; PSS, vol. 22, p. 465; Gorelov, op. cit., p. 195. En la Sochineniia se dice que Stalin fue “a fines de diciembre [konets dekabria]”, pero se refiere al viejo calendario (Sochineniia, vol. 2, p. 421). En mi artículo las fechas están dadas de acuerdo al nuevo calendario, a menos que se indique  otra cosa.
(23) F.558, op. l, d. 5391. En ese tiempo Stalin era muy cercano a Kámenev. La carta empieza: “Hola amigo, te beso en la nariz al estilo esquimal”. El autor se quejaba de que su vida era aburrida sin su amigo.
(24) F. 558, op. 1, d. 4899.
(25) PSS, vol. 22, p. 466.
(26) P.N. Pospelov et al (eds.), Istoriia kommunisticheskoi partii Savetskogo Soinza, vol.2 Partiia bol’shevikov v bor’be za sverzhenie tsarizma. 1904-fevral’ 1917 goda (Moscú, 1966), p.400.
(27) F. 558, op. 4, d. 647, 11.427-28, 431; en O. Veiland, ‘V avstriiskoi emigratsii (Iz vospominanii starogo bol’shevika)’. Véase también l.419, en Bruno Frei, ‘Stalin v Vene’.
(28) F. 30, op. 1, d. 3. De acuerdo a la información de la opis’, Troyanovsky se refiere a un artículo sobre la cuestión nacional.
(29) F. 558, op. 1, d. 46. En esta carta, él no se está refiriendo al artículo sobre la cuestión nacional.
(30) En la Sochineniia (vol. 2, p. 421) se dice que Stalin llegó a Viena, “en la segunda mitad de enero” (lo que significaría 28 de enero o después según el nuevo calendario) desde donde envió el boletín de Lenin. Lenin escribió la carta entre el 14 y el 21 de enero y se lo envió a Kámenev en París después del 25 de enero. (Vladimir llich Lenin (pp. 70, 73). F. 558, op. 1, d. 45 contiene una carta de Stalin a Kámenev concerniente a este asunto.
(31) Véase N. K. Krupskaya, Vospominaniia o Lenine (Moscú, 1957), p. 211. Detalles de sus condiciones de vida se pueden ver en los artículos de Veiland y Frei en f. 558, op. 4, d. 647. Trotsky conoció a Stalin en Viena, recordando por siempre sus “ojos amarillos” con su “brillo de animosidad”. Véase Leon Trotsky, Stalin: An Appraisal of the Man and His Influence (Londres, 1947), p. 244.
(32) Krupskaya, op. cit., p. 211; G. L. Smirnov et al. (eds.), N. I. Bujarin. lzbrannye proizvedeniia (Moscú, 1988), p. v.
(33) En Vladimir Ilich Lenin, p. 77, esta fecha esta explícitamente referida como del nuevo calendario. Sin embargo, en la PSS, (vol. 22, p. 589), se menciona que la conferencia del Comité Central se realizó “a mediados de febrero” sugiriendo el viejo calendario. He optado por la primera fuente porque su cronología es generalmente más exacta y más detallada. Sobre la asistencia de Stalin a la conferencia véase Krupskaya, op. cit., p. 211; E. Gorodetskii y Iu. Sharapov, Sverdlov. Zhizn’ i deiatel’nost’ (Moscú, 1961), p. 68; V. T. Loginov, Lenin i Pravda. 1922-1914 godoy (Moscú, 1962), p. 111.
(34) Edward Ellis Smith, The Young Stalin: The Early Years of an Elusive Revolutionary (New York, 1967), p. 274.
(35) F. 558, op. 4, d. 647, 1. 432.
(36) De acuerdo a los inexactas memorias de Krupskaya, Stalin pasó “uno o dos meses” en Viena “trabajando sobre la cuestión nacional”, antes de mediados de febrero de 1913. (op. cit., p. 211). El segundo volumen de la Sochineniia, p.367, publicado en 1946, pone bajo el artículo “Viena, enero de 1913”, sugiriendo que esa línea figuraba en el original. Sin embargo, esta es una adulteración: el original de Proveshchenie, no la incluye. La fecha y lugar oficial fueron celebrados durante la ocupación aliada de Austria, en 1949, cuando las autoridades soviéticas pusieron una placa recordatoria en la casa donde permaneció Stalin en Viena, en la que se decía que él escribió el artículo ahí en enero de 1913. Véase Smith, op. cit., p. 275.
(37) F. 558, op. 1, d. 47.
(38) Smith, op. cit., p. 289.
(39) F. 30, op. 1, d. 4.
(40) F. 71 op. 10, d. 266, 1.251.
(41) Vladimir Ilich Lenin, p. 77.
(42) Krupskaya, op. cit., p. 211.
(43) PSS, vol. 48, p. 162. De acuerdo a Krupskaya, op. cit., p. 211, esta carta fue escrita después de la conferencia de mediados de febrero. Véase también Vladimir Ilich Lenin, p.78.
(44) La Sochineniia (vol. 2, p. 421) dice que Stalin salió para St. Petersburg, “a mediados de febrero” del viejo calendario, lo que sería alrededor del 28 de febrero del nuevo calendario. La fecha de su arribo a la capital rusa es proporcionada por V. T. Loginov, op. cit., p. 112, el 19 de febrero, posiblemente del viejo calendario.
(45) PSS, vol. 23, p. 455. De acuerdo a Stalin, Lenin “editó el libro”. See Milovan Djilas, Conversations with Stalin (Harmondsworth, 1969), p. 122. El artículo reapareció como folleto en 1914.
(46) Krupskaya, op. cit., pp. 211, 214.
(47) Bertram D. Wolfe, Three Who Made a Revolution: A Biographical History (New York,1948), p. 582. Véase también Trotsky, op. cit., pp. 154-9.
(48) Véase Pipes, op. cit., p. 41; Robert C. Tucker, Stalin as Revolutionary: 1879-1929: A Study in History and Personality (New York; Londres, 1974), p. 155; Haupt, Löwy y Weill, op. cit., pp. 60, 307. De acuerdo a Veiland, “El camarada Koba involucró a todos los que lo rodeaban en su trabajo sobre la cuestión nacional. Algunos leían a Otto Bauer, otros a Kautsky”. Y un día “el camarada Koba me pidió que le tradujera un fragmento de la revista alemana Neue Zeit”. Según Frei, Veiland “le ayudó con traducciones al ruso de textos alemanes”. (f. 558, op. 4, d. 647, 11.432-33, 419). En su artículo, Stalin utilizó ocho títulos de obras que no estaban originalmente en ruso o georgiano. De ellos, sólo utilizó tres en alemán: Verhandlungen des Gesamtparteitages der Sozialdemokratie in Oesterreich abgehalten zu Brünn vom 24. bis 29. September 1899 im ‘Arbeiterheim’ (Vienna, 1899); Dokumente des Separatismus, herausgegeben vom oesterreichischen Metallarbeiterverband zum zehnten ordentlichen Verbundstag (Vienna, 1911); y Josef Strasser, Der Arbeiter und die Nation. Il vermerht Auflage (Reichenberg, 1912). Esas obras en su conjunto, sólo explican cuatro de las 83 notas a pie de página. Lo que hace que la contribución “alemana” al artículo sea de importancia marginal.
(49) Stiven Koen, Bukharin, Poliliticheskaia biografia. 1888-1938 (Moscú, 1988), p.465.
(50) Ibíd., pp. 45f; L. I. Abalkin et al. (eds.), N. I. Bukharin. Izbrannye proizvedeniia (Moscú, 1990), p. 6. En 1913, Bujarin copió algunas páginas de A. I. Kastelianskii (ed.) Formy natsional’nogo dvizheniia (St. Petersburg, 1910). Stalin cita este libro en su artículo, pero no de las mismas páginas que Bujarin copió (f. 329, op. 1, d. 1).
(51) Sidney Heitman (ed.), Nikolai I. Bukharin: A bibliography. Con anotaciones, incluyendo la ubicación de sus obras en las principales bibliotecas de Estados Unidos y Europa (Stanford, CA, 1969), p. 25.
(52) Troyanovsky realmente no estaba contento con el artículo de Stalin. El 25 de febrero, Lenin escribió Kámenev en París: “Troyanovsky ha lanzado una especie de intriga a propósito del artículo de Koba para Prosveshchenie sobre El marxismo y la cuestión nacional’. No quiere que se le dé respaldo oficial. ¡¡Digan que se trata de un artículo de carácter polémico, ya que Galina [su esposa – E. v. R.] está a favor de la autonomía cultural-nacional!!” (PSS, vol. 48 p. 169). La carta incidentalmente sugiere que para el 25 de febrero Stalin había terminado el artículo. Troyanovsky también discrepaba de la interpretación de Lenin en relación con el derecho de las naciones a la autodeterminación, interpretación a la que se adhería Stalin en su artículo. En su condición de coeditor de Prosveshchenie, por ese tiempo, Troyanovsky exigía que la revista publicara un artículo suyo contra el punto de vista de Lenin sobre el asunto (Portiankin et at., op. cit., p. 355).
(82) Sochineniia, vol. 7, pp.17-38.
(83) Véase “El marxismo y la cuestión nacional”, en ibíd., vol. 11, pp. 336, 347-49. La carta sólo fue publicada después en la Sochineniia. Era un versión editada del discurso de Stalin ante un grupo de escritores ucranianos, el 12 de febrero de 1929 (f. 558, op. 1, d. 4490).
(84) Sus comentarios sobre "El marxismo y los problemas de la lingüística" véanse en: Gustav A. Wetter, Der dialektische Materialismus. Seine Geschichte und sein System in der Sowjetuniuon (Vienna, 1958), en particular pp. 231, 234, 260, 263, 382, 396. Otro autor que ha destacado la importancia de la “lingüística” de Stalin es Anton Donoso, ‘Stalinism in Marxist Philosophy’, Studies, en Soviet Thought, vol. 19, 1979, pp. 113-41. Antes de la publicación de “El marxismo y los problemas de la lingüística”, Stalin discutió el tema con un experto en ese campo, Arnold Chikobava, a quien le pidió que escribiera también un artículo sobre la materia. Véase Mikhail Gorbanevskii, ‘Konspekt po korifeiu. Kakol vklad vuesli v nauko stalinskie stat’i 0 iazykoznanii’, Literaturnaia gazeta, no. 21, 25 May 1988, p. 12.
(85) I. V. Stalin, Sochineniia, vol. 3 [XVI], 1946-1953 (Stanford, CA, 1967), pp. 117-18, 122.
(86) Ibid., pp. 130, 120.
(87) Ibid., p.134.
(88) Ibid., p. 116, 118, 150.
Fuente: Revolutionary Russia, vol. 7, N º 2, diciembre de 1994, págs. 214-238
Traducción para “Crítica Marxista-Leninista” de Fausto Hidalgo.
 
 

viernes, 28 de diciembre de 2012

Sobre la Unión de las Repúblicas Soviéticas

En el 90º Aniversario de la formación de la URSS
Informe pronunciado ante el X Congreso de los Soviets de toda Rusia (46) el 26 de diciembre de 1922
José Stalin

Camaradas: 

Unos días antes de la apertura del presente Congreso, el Presídium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia recibió una serie de resoluciones de los Congresos de los Soviets de las Repúblicas de Transcaucasia, de Ucrania y de Bielorrusia, en las que se expresaba el deseo y la necesidad de unión de estas repúblicas en un solo Estado federal. El Presídium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia ha examinado la cuestión, pronunciándose en el sentido de que esta unión es oportuna. Con motivo de esa resolución, figura en el orden del día del presente Congreso el punto referente a la unión de las repúblicas. 
 
La campaña en pro de la unión de las repúblicas socialistas soviéticas comenzó hace tres o cuatro meses. Tomaron la iniciativa las Repúblicas del Azerbaidzhán, Armenia y Georgia, a las que se adhirieron luego las Repúblicas de Ucrania y de Bielorrusia. El sentido de esta campaña reside en que las antiguas relaciones contractuales –relaciones establecidas por el convenio entre la R.S.F.S.R. y las demás repúblicas soviéticas– no dan más de sí, han resultado insuficientes. El sentido de la campaña reside en que se debe pasar inevitablemente de las viejas relaciones contractuales a unas relaciones de unión más estrecha, que presupongan la creación de un Estado federal único, con los correspondientes órganos federales de carácter ejecutivo y legislativo; con un Comité Ejecutivo Central y con un Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión. En pocas palabras: a lo que antes se resolvía de modo esporádico, en el marco de las relaciones establecidas por el convenio, se propone ahora, en el curso de la campaña, darle forma permanente.  

¿Cuáles son las causas que empujan a las repúblicas al camino de la unión? ¿Cuáles son las circunstancias que han determinado la necesidad de esta unión? 

Hay tres grupos de circunstancias que han hecho inevitable la unión de las repúblicas soviéticas en un solo Estado federal. 

Forman el primer grupo de circunstancias los hechos que se refieren a nuestra situación económica interior. 

En primer lugar, la exigüidad de nuestros recursos económicos, que, a consecuencia de siete años de guerra, han quedado a disposición de las repúblicas, lo que nos obliga a reunir estos exiguos recursos, para utilizarlos de modo más racional y desarrollar las ramas principales de la economía, que constituyen la espina dorsal del Poder Soviético en todas las repúblicas. 

En segundo lugar, la división natural del trabajo establecida históricamente, la división económica del trabajo entre las distintas regiones y repúblicas de nuestra federación. Así, por ejemplo, el Norte abastece con tejidos al Sur y al Este; el Sur y el Este abastecen al Norte con algodón, combustible, etc. Esta división del trabajo establecida entre las regiones, no puede ser borrada de un plumazo: se ha formado históricamente, por todo el curso del desarrollo económico de la federación. Y esta división del trabajo, que hace imposible el desarrollo completo de las distintas regiones si las repúblicas viven separadas, obligan a éstas a agruparse en un todo económico único.  

En tercer lugar, la unidad de los principales medios de comunicación de toda la federación, que constituyen el nervio y la base de toda unión posible. Se comprende por sí solo que no se puede admitir que las diferentes repúblicas dispongan separadamente de los medios de comunicación, subordinados sólo a sus intereses, ya que esto convertiría el nervio principal de la vida económica –el transporte– en un conglomerado de partículas separadas, que no serán utilizadas con arreglo a un plan. Esta circunstancia inclina también las repúblicas a unirse en un solo Estado. 

Finalmente, la exigüidad de nuestros recursos financieros. Camaradas es preciso decir abiertamente que nuestra situación financiera actual, en el sexto año de existencia del Poder Soviético, cuenta con muchas menos posibilidades para desarrollarse en mayor escala que, por ejemplo, en el antiguo régimen, que tenía vodka, cosa que nosotros no tendremos y que le proporcionaba al año quinientos millones de rublos; que tenía asegurados créditos extranjeros por valor de varios cientos de millones cosa que tampoco tenemos. Todo esto demuestra que, dado lo precario de las posibilidades de nuestro desarrollo financiero, no lograremos resolver los problemas fundamentales e inmediatos de las finanzas de nuestras repúblicas sin unir las fuerzas, sin sumar los recursos financieros de las distintas repúblicas en un todo único.  

Tal es el primer grupo de circunstancias que empujan a nuestras repúblicas al camino de la unión. 

Forman el segundo grupo de circunstancias que han determinado la unión de las repúblicas los hechos relativos a nuestra situación exterior. Me refiero a nuestra situación militar. Me refiero a nuestras relaciones con el capital extranjero a través del Comisariado del Comercio Exterior. Me refiero, por último, a nuestras relaciones diplomáticas con los Estados burgueses. Conviene recordar, camaradas, que a pesar de haber salido felizmente nuestras repúblicas del estado de guerra civil, no está excluido, ni mucho menos, el peligro de agresión exterior. Este peligro exige la unidad absoluta de nuestro frente militar, la unidad absoluta de nuestro ejército, sobre todo ahora, que hemos emprendido el camino del desarme, no de un desarme moral, claro está, sino el camino de una verdadera reducción material de los armamentos. Después de haber reducido los efectivos de nuestras tropas a 600.000 hombres, nos es muy necesario poseer un frente militar único y continuo, capaz de garantizar la seguridad exterior de la república.  

Por otra parte, además del peligro de carácter militar, existe también el riesgo de un aislamiento económico de nuestra federación. Sabéis que después de Génova y de La Haya, y después de lo de Urquhart (47), a pesar de que el boicot económico a nuestra república ha fracasado, no se observa una gran afluencia de capitales para las necesidades de nuestra economía. Existe el peligro del aislamiento económico de nuestras repúblicas. Esta nueva forma de intervención, no menos peligrosa que la intervención militar, sólo puede ser eliminada mediante la creación de un frente económico único de nuestras repúblicas soviéticas ante el cerco capitalista.  

Por último, nuestra situación diplomática. Habéis sido testigos de cómo recientemente, en vísperas de la apertura de la Conferencia de Lausana (48), los Estados de la Entente han procurado por todos los medios aislar a nuestra federación. No lo han conseguido en el terreno diplomático. El boicot diplomático organizado contra nuestra federación quedó roto. La Entente se vio obligada a tener en cuenta a nuestra Federación y a replegarse, a retroceder un tanto. No hay motivos para suponer que estos hechos y otros análogos de aislamiento diplomático de nuestra federación no vayan a repetirse. De aquí la necesidad de un frente único, esta vez en el terreno diplomático.  

Tal es el segundo grupo de circunstancias que empujan a las repúblicas socialistas soviéticas al camino de la unión.  

Tanto el primer grupo de circunstancias como el segundo actuaban y se mantenían en vigor hasta el momento presente, durante todo el período de existencia del Poder Soviético. Tanto nuestras necesidades económicas, a las cuales acabo de referirme, como nuestras necesidades militares y diplomáticas en el terreno de la política exterior, indudablemente, actuaban también antes. Ahora bien, estas circunstancias han adquirido fuerza extraordinaria solamente ahora, después de terminada la guerra civil, cuando las repúblicas han podido por vez primera emprender la edificación económica, cuando han podido percatarse por vez primera de toda la exigüidad de sus recursos económicos y han podido ver toda la necesidad de unirse, tanto en la esfera económica interior como en la esfera exterior. Por eso, actualmente, en el sexto año de existencia del Poder Soviético, la unión de las repúblicas socialistas soviéticas independientes está a la orden del día.  

Finalmente, el tercer grupo de hechos que exigen asimismo la unión y que están ligados al carácter de la estructura del Poder Soviético, con la naturaleza de clase del Poder Soviético. La estructura del Poder Soviético es tal que, siendo éste internacional en cuanto a su naturaleza interna, cultiva por todos los medios en las masas la idea de la unión, y las empuja él mismo al camino de la unión. Si el capital, la propiedad privada y la explotación dividen a los hombres, separándolos en campos hostiles, como puede verse en el ejemplo de la Gran Bretaña, de Francia e incluso de pequeños Estados multinacionales como Polonia y Yugoslavia, con sus inconciliables contradicciones nacionales internas, que corroen la base misma de estos Estados; si, digo yo, allí, en el Occidente, donde impera la democracia capitalista y donde los Estados se asientan en la propiedad privada, la base misma del Estado predispone a las querellas, a los conflictos y a la lucha entre las naciones; aquí, en el mundo de los Soviets, donde el Poder no se basa en el capital, sino en el trabajo, donde el Poder no está erigido sobre la base de la propiedad privada, sino sobre la base de la propiedad colectiva, donde el Poder no se asienta en la explotación del hombre por el hombre, sino en la lucha contra tal explotación, aquí, por el contrario, la naturaleza misma del Poder inclina a que las masas trabajadoras tiendan naturalmente a unirse en una sola familia socialista.  

¿No es, acaso, sintomático que allí, en el Occidente, en el mundo de la democracia burguesa, asistamos a la gradual decadencia y desintegración de Estados multinacionales (como la Gran Bretaña, que no sé cómo se las compondrá con la India, con Egipto, con Irlanda; o como Polonia, que tampoco sé cómo se las arreglará con sus bielorrusos y con sus ucranianos); mientras que aquí, en nuestra federación, que agrupa a no menos de 30 nacionalidades, nos encontramos, por el contrario, con un proceso de reforzamiento de los vínculos estatales entre las repúblicas independientes, con un proceso que lleva a un acertamiento cada vez más estrecho de las nacionalidades independientes dentro de un solo Estado independiente? He aquí dos tipos de uniones estatales, de los que el primero, el capitalista, conduce al desmoronamiento del Estado, mientras que el segundo tipo, el soviético, lleva, por el contrario, a un acercamiento gradual, pero sólido, de nacionalidades en otros tiempo independientes, para formar un solo Estado independiente.  

Tal es el tercer grupo de hechos que empujan a las distintas repúblicas al camino de la unión. 

¿Cuál debe ser, pues, la forma de unión de las repúblicas? Las bases de esta unión han sido trazadas en las resoluciones, que el Presídium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia ha recibido de las Repúblicas Soviéticas de Ucrania, de Bielorrusia y de Transcaucasia. 

Se unen cuatro repúblicas: la R.S.F.S.R., cómo un solo Estado federal; la República de Transcaucasia, también como un sólo Estado federal; Ucrania y Bielorrusia. Dos repúblicas soviéticas independientes, Joresm y Bujará, que no son repúblicas socialistas soviéticas, sino repúblicas populares soviéticas, quedan, por ahora, fuera del marco de esta unión, única y exclusivamente porque estas repúblicas no son aún socialistas. Yo no dudo, camaradas, y espero que tampoco dudaréis vosotros de que, en la medida de su desarrollo interno hacia el socialismo, estas repúblicas se incorporarán también al Estado federal que se constituye actualmente.  

Podría parecer más adecuado que la R.S.F.S.R. no entrase en la Unión de Repúblicas como un solo Estado federal, sino que se incorporasen las distintas repúblicas que forman la R.S.F.S.R., para lo cual, por lo visto, habría que descomponerla previamente en sus partes integrantes. Creo que este camino no es racional ni adecuado, y queda excluido por el curso mismo de la campaña. En primer lugar; esto llevaría a que, paralelamente al proceso que conduce a la unión de las repúblicas, tuviéramos un proceso de desintegración de las entidades federales ya existentes, lo que trastrocaría por completo el proceso revolucionario iniciado de unión de las repúblicas. En segundo lugar, siguiendo por este camino erróneo, llegaríamos a una situación que nos obligaría a destacar de la R.S.F.S.R., además de las ocho repúblicas autónomas, un Comité Ejecutivo Central de toda Rusia específicamente ruso y, un Consejo de Comisarios del Pueblo ruso, lo que conduciría a un gran trastorno orgánico, completamente inútil actualmente y perjudicial, y que ni la situación interior ni exterior requieren en modo alguno. Por eso estimo que los elementos que se agrupen en la unión deben ser cuatro repúblicas: la R.S.F.S.R., la Federación Transcaucásica, Ucrania y Bielorrusia. 

El acuerdo de unión debe basarse en los siguientes principios: el Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión es el único que tendrá Comisariados del Pueblo del Comercio Exterior, de Asuntos Militares y Navales, de Negocios Extranjeros, de Vías de Comunicación y de Correos y Telégrafos. Los Comisariados del Pueblo de Finanzas, Economía, Abastecimiento, Trabajo e Inspección siguen existiendo en cada una de las repúblicas contratantes, pero a condición de que puedan actuar con arreglo a las instrucciones de los correspondientes Comisariados del centro federal. Esto es necesario para que las fuerzas de las masas trabajadoras de las repúblicas se unan bajo la dirección del centro federal en lo que respecta al abastecimiento, al Consejo Supremo de la Economía Nacional, a los Comisariados del Pueblo de Finanzas o de Trabajo. Por último, los restantes Comisariados del Pueblo: el de Asuntos Interiores, el de Justicia, el de Instrucción Pública, el de Agricultura y otros, en total seis, relacionados directamente con el modo de vida, con las costumbres, con las formas peculiares de la explotación de la tierra y del procedimiento judicial, con el idioma y con la cultura de los pueblos que componen las repúblicas, deben quedar constituyendo Comisariados del Pueblo independientes, dirigidos por los Comités Ejecutivos Centrales y por los Consejos do Comisarios del Pueblo de las repúblicas contratantes. Esto es necesario como condición efectiva para asegurar la libertad de desarrollo nacional de los pueblos que integran las repúblicas soviéticas.  

Tales son los principios en los que, a mi entender, debe basarse el acuerdo que se concertará en breve entre nuestras repúblicas. 

En consonancia con esto, presento el siguiente proyecto de resolución, aprobado por el Presídium del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia:  

1) Se considera oportuno que la República Soviética Federativa Socialista de Rusia, la República Soviética Socialista de Ucrania, la República Soviética Federativa Socialista de Transcaucasia y la República Soviética Socialista de Bielorrusia se unan para formar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. 
2) La unión estará basada en el principio de la libre adhesión y de la igualdad de derechos de las repúblicas, reservándose a cada una de ellas el derecho a salir libremente de la Unión de Repúblicas. 
3) Se encomendará a una delegación de la R.S.F.S.R. que, junto con delegaciones de Ucrania, de la República de Transcaucasia y de Bielorrusia, redacte un proyecto de declaración sobre la formación de la Unión de Repúblicas, exponiendo las circunstancias que dictan la unión de las repúblicas en un solo Estado federal 
4.) Se recomendará a la delegación que elabore las condiciones de ingreso de la R.S.F.S.R. en la Unión de Repúblicas, con el deber de que, al examinar el acuerdo de unión, mantenga los principios siguientes:
a)       constitución de los correspondientes órganos legislativos y ejecutivos de la Unión;
b)       fusión de los Comisariados de Asuntos Militares y Navales; de Vías de Comunicación, Negocios Extranjeros, Comercio Exterior y Correos y Telégrafos;
c)       subordinación de los Comisariados de Finanzas, Abastecimiento, Economía Nacional, Trabajo e Inspección Obrera y Campesina de las repúblicas contratantes a las directivas de los Sobre la unión de las repúblicas soviéticas correspondientes Comisariados de la Unión de Repúblicas;
d)       plena garantía del desarrollo nacional de los pueblos de las repúblicas contratantes. 
5) Se someterá a la aprobación del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, representado por su Presídium, el proyecto de acuerdo antes de ser presentado al I Congreso de la Unión de Repúblicas. 
6) Se otorgaran poderes a la delegación para que, sobre la base de la aprobación por el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia de las condiciones de la unión, concierte un acuerdo entre la R.S.F.S.R. y las Repúblicas Soviéticas Socialistas de Ucrania, de Transcaucasia y de Bielorrusia, para la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
7) Se someterá el acuerdo a la aprobación del I Congreso de la Unión de Repúblicas.  

Tal es el proyecto de resolución que someto a vuestra atención.  
Camaradas: Desde la constitución de las repúblicas soviéticas, los Estados del mundo se han dividido en dos campos: el campo del socialismo y el campo del capitalismo. En el campo del capitalismo tenemos las guerras imperialistas, la enemistad nacional, la opresión, la esclavitud colonial y el chovinismo. En el campo de los Soviets, en el campo del socialismo, tenemos, por el contrario, la confianza recíproca, la igualdad de derechos de las naciones, la convivencia pacífica y la fraternal colaboración de los pueblos. Durante decenas de años, la democracia capitalista procura resolver las contradicciones nacionales intentando hacer compatibles los intereses del libre desarrollo de las nacionalidades con el sistema de explotación. Pero esto no se ha logrado hasta ahora, ni se logrará jamás. Por el contrario, la madeja de las contradicciones nacionales se enreda cada vez más, amenazando de muerte al capitalismo. Sólo aquí, en el mundo de los Soviets, en el campo del socialismo, se ha logrado arrancar de raíz la opresión nacional y establecer la confianza recíproca y la fraternal colaboración de los pueblos. Y sólo después de haber los Soviets conseguido esto, obtuvimos la posibilidad de edificar nuestra federación y de defenderla contra los ataques de los enemigos, tanto interiores como exteriores.

Hace cinco años, el Poder Soviético consiguió colocar los cimientos de la convivencia pacífica y de la colaboración fraternal de los pueblos. Actualmente, cuando resolvemos aquí la cuestión de si es deseable y necesaria la unión, se plantea ante nosotros la tarea de coronar esta obra con un nuevo edificio, fundando un nuevo y poderoso Estado federal del trabajo. La voluntad de los pueblos de nuestras repúblicas, recientemente reunidos en sus Congresos y que han acordado por unanimidad constituir la Unión de Repúblicas, atestigua, sin ningún género de dudas, que la causa de la unión se halla en el camino acertado, que dicha causa descansa sobre el gran principio de la libre adhesión y de la igualdad de derechos de los pueblos. Esperemos, camaradas, que, con la formación de nuestra república federal, crearemos un firme baluarte contra el capitalismo internacional; que el nuevo Estado federal marcará un nuevo paso decisivo en la senda que conduce a la unión de los trabajadores del mundo entero en una República Socialista Soviética Mundial.  (Prolongados aplausos. Se canta “La Internacional”.) 

Publicado el 28 de diciembre de 1922 en el núm. 295 de “Pravda”.

Notas 

(46) El X Congreso de los Soviets de toda Rusia se celebró en Moscú del 23 al 27 de diciembre de 1922. Al Congreso asistieron 2.215 delegados, entre ellos 488 delegados de las repúblicas contractuales R.S.F.S. de Transcaucasia, R.S.S. de Ucrania y R.S.S. de Bielorrusia, que llegaron a Moscú para tomar parte en los trabajos del I Congreso de los Soviets de la U.R.S.S. y asistieron como invitados de honor al X Congreso de toda Rusia. El X Congreso de los Soviets de toda Rusia examinó las siguientes cuestiones: informe del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia y del Consejo de Comisarios del Pueblo sobre la política interior y exterior de la república, informe sobre el estado de la industria, informe del Comisariado del Pueblo de Agricultura (balance de los trabajos para mejorar la situación de la hacienda campesina), informe del Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública, informe del Comisariado del Pueblo de Finanzas, propuesta de las repúblicas soviéticas contractuales sobre la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El 26 de diciembre, J. V. Stalin hizo un informe sobre la unión de las repúblicas soviéticas. El Congreso aprobó por unanimidad la resolución propuesta por J. V. Stalin. Después del informe de J. V. Stalin, hicieron uso de la palabra los representantes de Ucrania, del Azerbaidzhán, de Georgia, de Armenia y de Bielorrusia, expresando la satisfacción de sus pueblos por la unión de las repúblicas soviéticas en un solo Estado federal: la U.R.S.S. 
(47) Se alude a las negociaciones del Gobierno Soviético con el industrial inglés Urquhart sobre la conclusión de un acuerdo de concesión para la explotación de yacimientos minerales en los Urales y en el Kazajstán. El proyecto de acuerdo fue rechazado por el Consejo de Comisarios del Pueblo el 6 de octubre de 1922, en vista del carácter leonino de las condiciones propuestas por Urquhart y de la política hostil del gobierno conservador inglés hacia la Rusia Soviética. La negativa del Gobierno Soviético a concluir el acuerdo con Urquhart sirvió de pretexto para intensificar la campaña antisoviética en la prensa burguesa.
(48) La Conferencia de Lausana (20 de noviembre de 1922 al 24 de julio de 1923) fue convocada a iniciativa de Francia, de Inglaterra y de Italia para el estudio del problema del Próximo Oriente (la firma del tratado de paz entre Grecia y Turquía, la delimitación de las fronteras turcas, adopción de un convenio sobre el régimen de los estrechos, etc.). En la Conferencia participaron, además de los países ya citados, el Japón, Rumania, Yugoslavia, Grecia, Bulgaria y Turquía (los representantes de los EE.UU. asistieron en calidad de observadores). La Rusia Soviética sólo fue invitada a la Conferencia para examinar el problema de los estrechos (el Bósforo y los Dardanelos). En la Comisión de los estrechos, la delegación soviética se pronunció contra el proyecto de permitir el paso de los barcos de guerra por los estrechos, tanto en tiempos de paz como de guerra, y presentó un proyecto que proponía cerrar en absoluto el paso por los estrechos a los barcos de guerra de cualquier Potencia, a excepción de Turquía. El proyecto de la delegación soviética fue rechazado por la Comisión.  
 
Obras Completas de Stalin, t. V
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1953

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