martes, 16 de abril de 2013

Un partido marxista-leninista que se respete no puede permitir la existencia de dos líneas en su seno


“La vieja teoría de que el oportunismo es un “matiz legítimo” dentro de un partido único y ajeno a los “extremismos” se ha convertido hoy en día en el engaño más grande de la clase obrera, en el mayor obstáculo para el movimiento obrero.”(Lenin, La bancarrota de la II Internacional, 1915)
 

La lucha de clases en el seno del Partido:
Una garantía de que el Partido seguirá siendo siempre
un partido revolucionario de la clase obrera
Ndreçi Plasari
Miembro del CC del PTA
y Sub-Director del Instituto de Estudios Marxista-Leninistas en el CC del PTA. 
 

La lucha de clases en el seno del Partido de la clase obrera es un reflejo de las contradicciones de clase y de la lucha de clases que existen en la sociedad. 

El Partido es el líder de la lucha de clase por la destrucción del viejo mundo y la construcción de la nueva sociedad socialista y comunista. Como tal, se encuentra a la vanguardia de los combates contra el enemigo de clase. De su ideología y política y de su capacidad de dirección depende la suerte de la revolución, de la gran lucha entre el socialismo y el capitalismo y entre los caminos socialista y capitalista de desarrollo de la sociedad. Por esa razón, es natural que los ataques y los contraataques del enemigo se dirijan en primer lugar contra el Partido. 

Además de esto, los comunistas no están completamente libres de, ni son invulnerables a, ideas, usos y costumbres antiguos, transmitidos por el entorno social en el que han vivido o viven, por la clase o estrato social al que pertenecen, ya sea por su origen o su situación actual. Los comunistas, al igual que todos nuestros trabajadores, están, por un lado, bajo la presión de los remanentes de la vieja sociedad y, por el otro, bajo la presión de la ideología y política burguesa y revisionista del exterior; y en consecuencia, se enfrentan a los peligros de la degeneración burguesa-revisionista. 

Los peligros que amenazan al Partido se superan a través de una correcta, resuelta y permanente lucha de clases en sus filas. “La lucha interna da al Partido fuerza y vitalidad”. Con este epígrafe Lenin comenzó su famosa obra “¿Qué hacer?”, en el que elaboró ​​los fundamentos ideológicos marxista-leninistas del Partido obrero de nuevo tipo. 

La lucha de clases en el seno del Partido se dirige contra los enemigos y traidores; contra las desviaciones, distorsiones e infracciones de las decisiones y directrices del Partido; contra los defectos, errores y deficiencias en la labor de los órganos dirigentes y las organizaciones de base del Partido; contra el oportunismo, el dogmatismo, el sectarismo y cualquier tipo de punto de vista ajeno y antimarxista. 

La lucha de clases en el Partido es, en primer lugar, una lucha ideológica por la pureza marxista-leninista de su teoría, de su línea general y de los propios comunistas. 

Pero también es una lucha política. La lucha contra los traidores y la actividad hostil en las filas del Partido no puede limitarse sólo al campo ideológico. Todo enemigo del partido marxista-leninista es también un enemigo del pueblo y del socialismo. Por eso, la revolución y la dictadura del proletariado atacan a estos enemigos de la misma forma que a todos los otros enemigos. 

Toda la experiencia de la lucha del PTA ha confirmado que esta lucha es correcta y completa sólo cuando se combina la lucha ideológica con la lucha política, y se acompaña con adecuadas medidas organizativas. 

Sólo a través de esta lucha, el Partido puede elaborar, mantener y aplicar una correcta línea marxista-leninista; puede preservar y fortalecer su unidad proletaria, sin ningún tipo de brechas; puede asegurar las cualidades proletarias de los comunistas y desarrollar su dirección indivisible en la revolución y en la construcción del socialismo. 

El reflejo principal de cómo el partido marxista-leninista desarrolla la lucha de clases es su línea política, encarnada en su actividad práctica revolucionaria y refrendada por los resultados de esta actividad. 

No son pocos los partidos de la clase obrera que no han sido capaces de elaborar y poner en práctica una línea revolucionaria correcta, y, en consecuencia, no han tenido éxito en ponerse al frente de las masas en situaciones revolucionarias, en prepararlas y dirigirlas en la revolución. Otros partidos aunque en determinados momentos o periodos han seguido un curso correcto y han demostrado que son capaces de dirigir a las masas en la lucha revolucionaria, de asegurarles grandes victorias políticas y sociales, no han ido hasta el final en este camino, han cambiado de rumbo, se han apartado del marxismo-leninismo y se han convertido en partidos burgueses-revisionistas, traicionando la causa de la clase obrera, la revolución y el comunismo. Estos partidos han capitulado ante la presión y los ataques del enemigo de clase, ante la oleada de la psicología pequeñoburguesa, y han permitido que el enemigo penetre en sus filas y que, con el tiempo, incluso, se apodere de las riendas de la dirección. 

Aunque más joven que muchos otros partidos, el PTA ha sido capaz de elaborar y poner en práctica una correcta línea marxista-leninista en todos los periodos de su existencia y asegurar victorias de importancia vital para el pueblo albanés, porque, en cumplimiento fiel del marxismo-leninismo –como subrayó el VII Congreso del PTA– “ha mantenido resueltamente la línea de la lucha de clases y ha luchado consecuentemente contra los enemigos internos y externos, tanto en el seno del pueblo como en sus propias filas.[1]

La unidad de acero, ideológica y organizativa, que ha caracterizado al PTA durante toda su existencia, está vinculada con esta lucha correcta y firme. Los planes enemigos para destruir el PTA o convertirlo en un partido burgués-revisionista han fracasado, porque no han encontrado y han sido totalmente incapaces de crear brechas en el Partido en general y en su Comité Central en particular. En la Unión Soviética y otros países, los revisionistas dividieron sus respectivos partidos comunistas y obreros, facilitando la labor destructiva para la liquidación de su carácter proletario. 

Las cualidades comunistas de los miembros del Partido siempre se han asegurado mediante la lucha de clases. Esta lucha los ha preservado puros como combatientes revolucionarios de vanguardia, los ha protegido de la degeneración burguesa y la capitulación ante la presión de los enemigos, en medio de dificultades y obstáculos. 

La lucha por una correcta línea marxista-leninista, por la unidad de acero, por las cualidades comunistas de los miembros del Partido, toda la lucha de clases en el Partido ha tenido como objetivo principal garantizar su dirección indivisible, que constituye la clave para la solución de todos los problemas, de todas las tareas de la revolución, la construcción del socialismo y la defensa de la Patria. Después de tener éxito en convertirse en el líder de las masas en la situación revolucionaria, el Partido puede preservar y ejercer su papel dirigente hasta la victoria completa de la revolución socialista sólo a través de una persistente lucha de clases ideológica y política por la aplicación de su línea general marxista-leninista y de sus principios y normas proletarios. 

Como se ha señalado en el VII Congreso del PTA, precisamente tal lucha decidida y coherente, emprendida con métodos marxista-leninistas revolucionarios, vinculados orgánicamente, por su línea, por la unidad y las cualidades comunistas de sus militantes, ha permitido a nuestro Partido “asegurar su papel dirigente a lo largo de toda su existencia, asegurar la hegemonía de la clase obrera de manera completa, monolítica y efectiva.” [2]

La punta de lanza de la lucha de clases en el Partido
está dirigida, en primer lugar,
contra los enemigos y la actividad enemiga en su seno 

Como es conocido, en el seno del Partido han surgido, de tiempo en tiempo, enemigos y traidores. Han sido muy pocos en número, pero el peligro que representaban era muy grande. Este peligro no estuvo relacionado con su número ni con el apoyo que tenían en el Partido y en el pueblo, dado que no contaban con tal apoyo. Ellos eran un peligro para el Partido, la dictadura del proletariado y el orden socialista en su conjunto, debido a las posiciones y funciones importantes que habían logrado ocupar en los órganos dirigentes del Partido, del Estado, de la economía y del ejército. Eran peligrosos, también, como agentes de los enemigos externos. Alentados, apoyados y asistidos por los imperialistas y los revisionistas, tenían la intención de tomar la fortaleza desde dentro, tratando por supuesto de desviar al Partido de su curso marxista-leninista, de acabar con su línea y dirección revolucionarias, de liquidar la dictadura del proletariado, y de hacer que el país dependa de uno u otro país imperialista burgués-revisionista.

En la medida de sus posibilidades, los traidores han llevado a cabo actividades antipartido hostiles, subversivas y de zapa para lograr ese objetivo. Sin embargo, por lo general, no se atrevieron a oponerse abiertamente a la línea del Partido, porque se hubieran enfrentado con su unidad monolítica que los habría aplastado, y con sus vínculos de acero con el pueblo que los habría aterrado. Por estas razones, han tendido a trabajar subrepticiamente, han tratado de distorsionar la línea del Partido en un campo u otro, sobre una cuestión u otra, en el ámbito de su aplicación, con el fin de crear confusión, desorganización y desorden para impedir la aplicación de las decisiones y directrices en las tareas políticas, económicas, culturales, militares y de todo tipo, para crear la impresión de que la política del Partido no era correcta. Para disfrazarse y al mismo tiempo para aprovechar la gran autoridad del Partido en su propio beneficio, los enemigos han tratado de presentarse como si estuvieran haciendo todo en nombre del Partido. Han empleado todo tipo de tácticas y ardides para desarrollar el culto a su propia personalidad y ganar prestigio personal, de tal forma que sus palabras tuvieran peso y ​​ganaran crédito y apoyo. 

Trabajando principalmente de forma subrepticia, los traidores han esperado el momento favorable de una “crisis”, con el fin de atacar con todas sus fuerzas. Sin embargo, ese momento nunca llegó, ya que fueron descubiertos a tiempo y fueron aplastados ideológica, política y organizativamente, liquidándose sus puntos de vista y actividades. Los enemigos han mostrado preocupación especialmente grande en establecer vínculos con otros, en reunir seguidores en torno suyo, para crear primero grupos y luego tendencias fraccionales y líneas opuestas a la línea del Partido. Ellos son muy conscientes de que sólo uniéndose, organizándose y elaborando una plataforma política opuesta a la línea marxista-leninista del Partido, pueden alcanzar su meta y desviar el curso del Partido hacia el revisionismo. Pero esto sólo puede suceder en ciertas condiciones, cuando el Partido se duerme, es infectado por peligrosos males burgueses, cuando se hace esclerótico y, por lo tanto, pierde su capacidad para combatir y liquidar a los enemigos que surgen y operan en sus propias filas. Tales fueron las condiciones en las se formaron las tendencias revisionistas en muchos ex partidos comunistas y obreros, tendencias que tuvieron éxito en transformarlos por completo en partidos burgueses-revisionistas. 

El revisionismo ha sido incapaz de echar raíces y triunfar en el PTA, porque los males burgueses-revisionistas han sido sistemáticamente combatidos en una lucha que les impidió propagarse y someter a los órganos y organizaciones del Partido, porque no se permitió el desarrollo de ninguna actividad hostil ni se permitió que se desarrollen puntos de vista y actividades que destruyan la unidad del Partido. 

Como se sabe, vinculándose unos con otros, los elementos enemigos lograron, de hecho, crear una serie de grupos fraccionalistas en el seno de nuestro Partido. Sin embargo, estos grupos hostiles fueron aplastados antes de que pudieran tomar la forma de tendencias, en el sentido que Stalin les dio –como “un partido dentro del partido”–, y aparecer con una línea oposicionista antipartido. 

El grupo Koçi Xoxe era extremadamente peligroso. La actividad hostil de este grupo se propagó a muchos campos. Sin embargo, los puntos de vista antimarxistas que fueron la base de esta actividad no lograron cristalizarse en una línea independiente. El XI Pleno del Comité Central (septiembre de 1948) y el I Congreso del Partido (noviembre de 1948), que realizaron una evaluación de la línea política del periodo 1945-1948, llegaron a la conclusión de que no hubo dos líneas en el Partido, sino sólo una, que en su conjunto era correcta, aunque había una serie de distorsiones en ella. Estas distorsiones consistían en algunas erróneas tesis y prácticas antimarxistas introducidas de contrabando en la línea y en la actividad del Partido, por el grupo traidor que representaba las tesis y prácticas de la ideología y política revisionista-trotskista yugoslava. 

En los últimos años, el Partido descubrió y liquidó los grupos hostiles de F. Paçrami y T. Lubonja, de B. Balluku, P. Dume y H. Çako, y de A. Këllezi, K. Theodhosi y K. Ngjela. Estos grupos, que operaban en estrecha relación y colaboración entre sí y en coordinación con algunos países revisionistas extranjeros, constituyeron “una conspiración importante y extremadamente peligrosa”, como las definió el VII Congreso del Partido. Con el primer grupo operando en el campo de la ideología y la cultura, con el segundo en el ejército, y con el tercero en el campo de la economía, los enemigos intentaron destruir el Partido, la dictadura del proletariado y el orden socioeconómico socialista, y convertir a Albania en un país burgués-revisionista. Para lograr este objetivo, habían considerado organizar un putsch armado, con la participación de traidores en el ejército y con el apoyo de intervención militar extranjera. 

El peligro fue grande en extremo. Antes de ser descubiertos, los traidores causaron todo el daño que pudieron en los sectores en los que estaban trabajando, aprovechando las manifestaciones de liberalismo y burocratismo, el relajamiento de la vigilancia y el control, la aplicación parcial de los principios y las normas comunistas, las deficiencias y los errores en la labor de las organizaciones del Partido y los órganos del Estado en los sectores pertinentes. Sin embargo, los últimos grupos hostiles, al igual que los anteriores, fueron descubiertos y destruidos antes de que lograran cristalizarse en tendencias y líneas oposicionistas revisionistas en el Partido. Tan pronto como fueron descubiertos y atacados por el Comité Central, fueron atacados y aplastados por todo el Partido y el pueblo. Todos los comunistas y todo el pueblo trabajador se solidarizaron con las decisiones del Comité Central, con el camarada Enver Hoxha, y se levantaron contra los traidores y sus actividades antipartido, antisocialistas y antinacionales. 

Esta experiencia de la lucha contra los enemigos y su actividad traidora en el seno del Partido demuestra que, objetivamente, hay un grande y permanente peligro de creación de tendencias fraccionalistas y líneas oposicionistas antimarxistas en las filas del partido de la clase obrera. Al mismo tiempo, demuestra que el surgimiento y la cristalización de estas tendencias y líneas no son inevitables. Pueden ser frenados en su camino y preservarse y fortalecerse la unidad. 

Por lo tanto, la lucha de clases en el seno del partido marxista-leninista no puede ser caracterizada como una lucha entre líneas opuestas, y menos aún puede considerarse a esta “lucha de líneas” como un fenómeno objetivo. La lucha de clases en el seno del Partido es, en verdad, un fenómeno objetivo, como la lucha de clases en general, pero no es necesariamente una lucha entre dos líneas opuestas. La experiencia de la lucha en el seno del PTA confirma esto muy bien: esta lucha siempre ha sido emprendida en defensa, aplicación y enriquecimiento, en el calor de la acción revolucionaria, de una única línea marxista-leninista, y no ha sido una lucha entre dos líneas. No se debe confundir la lucha entre los dos caminos con la lucha entre dos líneas. La lucha entre el camino socialista y el camino capitalista de desarrollo, que incluye la lucha entre la ideología proletaria y la ideología revisionista, es una ley objetiva, mientras que la lucha entre líneas políticas opuestas es un fenómeno subjetivo, que surge y se desarrolla sólo en ciertas condiciones, cuando el Partido permite que se creen tendencias fraccionalistas y líneas antimarxistas en su seno. Estas tendencias y líneas revisionistas oposicionistas, por lo general, logran cristalizar cuando el partido de la clase obrera no emprende una correcta, resuelta y consecuente lucha de clase en sus filas, en todo momento.

¿Por qué el PTA ha tenido éxito en impedir la cristalización de tendencias fraccionalistas y de líneas revisionistas de oposición, y ha sido capaz de descubrir a tiempo y aplastar a los enemigos y la actividad enemiga en sus filas? 

“Un partido marxista-leninista que se respete”, dice el camarada Enver Hoxha, “no puede permitir la existencia de dos líneas en el Partido, no puede permitir la existencia de una o más fracciones. Y si eso ocurre, el Partido no puede y no debe permitir su existencia ni por un corto tiempo.” [3] Guiados por este principio marxista-leninista, nuestro Partido ha desarrollado, en primer lugar, una lucha preventiva para bloquear todas las rutas de acceso a estos peligros, para cortar las raíces y las fuentes de las fracciones y líneas opuestas y de los enemigos y las actividades enemigas. 

El PTA siempre ha sido consecuente en su camino marxista-leninista. Antes de establecer sus tareas programáticas y antes de decidir su actitud sobre los problemas fundamentales de su política interna y exterior, las ha considerado a fondo, no se ha precipitado ni las ha diferido. Ha actuado con madurez y el mayor sentido de responsabilidad hacia la clase obrera albanesa y el pueblo albanés, así como hacia el proletariado y la revolución internacional, siempre a la luz del marxismo-leninismo. Después de haber tomado sus decisiones, ha luchado sin dudar por su ejecución, plenamente convencido de la justeza de su línea revolucionaria. La vacilación y la incertidumbre en las decisiones, actitudes y consignas; los cambios de posición, sin principios, sobre cuestiones de política interna y exterior, debido a que estas políticas dependen de los acontecimientos del momento o simplemente de motivos pragmáticos y utilitarios; siempre causan confusión y desorientación, crean el terreno propicio para fracciones y líneas opuestas, para actividades hostiles en las filas del partido. 

El PTA no se ha dejado llevar por el éxito, no se le han subido los humos a la cabeza ni tiene exceso de confianza debido a su firme unidad, a su línea correcta, a sus vínculos sólidos con las masas y a las grandes victorias logradas bajo su dirección. Luchar contra la autosatisfacción, el orgullo y el exceso de confianza significa destruir el caldo de cultivo para la larva pequeñoburguesa y revisionista, para que así sea incapaz de penetrar en el Partido y la dictadura del proletariado con el fin de destruirlos desde dentro. 

Pero la pérdida o la debilidad de la vigilancia revolucionaria, cualquiera que sea la causa, es igualmente peligrosa. “La vigilancia del Partido, su gran experiencia, perspicacia revolucionaria y sangre fría”, dice el camarada Enver Hoxha en relación con el descubrimiento y la liquidación de los últimos grupos de traidores y conspiradores, “permitieron que se descubriera el alcance y el peligro de esta actividad enemiga.” [4] La experiencia revolucionaria nos enseña que el Partido nunca debe desatender o subestimar los grandes peligros que lo amenazan, derivados de las intenciones y actividades de los enemigos de clase internos y externos, del cerco imperialista-revisionista. Sólo manteniéndose constantemente vigilante, conociendo profundamente a los enemigos y los métodos, las formas y los medios de su trabajo destructivo, pueden evitarse los peligros y cerrarse los caminos a la penetración de las tendencias y líneas revisionistas oposicionistas. 

El PTA ha sido capaz de aplastar la actividad enemiga, de seguir una línea correcta consecuente, de preservar y fortalecer constantemente su unidad, debido, también, a la actitud revolucionaria y de principios que ha mantenido siempre hacia los defectos y los errores. Un partido proletario no tiene miedo de reconocer los errores y deficiencias en su línea y en su actividad práctica. Sin embargo, tan importante como reconocer sus errores y defectos, es estar decidido a luchar contra ellos hasta eliminarlos y saber cómo llevar adelante esta lucha. Los errores, las debilidades y las desviaciones, que no son detectados y combatidos a tiempo y con métodos revolucionarios, crean el terreno propicio para la actividad del enemigo, se convierten en la fuente de los grupos, tendencias y plataformas revisionistas. “La negligencia, el tratamiento incorrecto, el liberalismo y la subestimación de los errores y los defectos”, enseña el camarada Enver Hoxha, “causan un daño incalculable y crean una situación de decadencia. Nadie, excepto los enemigos, quiere que eso suceda. Pero eso puede suceder si no luchamos como un solo hombre en torno al Partido... contra esas manifestaciones.” [5] 

La posición clara y consecuentemente revolucionaria del Partido contra los grupos antipartido ha sido decisiva para su línea marxista-leninista y su unidad contra los grupos antipartido, cuando estos grupos lograron organizarse dentro de sus filas. El peligro que representan siempre ha sido debidamente considerado y han sido combatidos y aplastados completamente a fin de evitar que se conviertan en tendencias y líneas opuestas. 

No hay duda de que la lucha contra los elementos, grupos y puntos de vista antipartido, al igual que toda la lucha de clases dentro del Partido, es en primer lugar una lucha ideológica. A través de esta lucha, que ha continuado incluso después del aplastamiento de uno u otro grupo, se han expuesto y refutado sus puntos de vista antimarxistas, creando convicciones profundas entre los comunistas y los trabajadores sobre el carácter hostil de estos puntos de vista que han llevado a los traidores a la actividad contra el Partido y el orden socialista. Pero la lucha ideológica nunca logra plenamente su objetivo si no va acompañada de medidas políticas y organizativas. Como nos dice el camarada Enver Hoxha: “Nuestro Partido nunca ha dejado de utilizar los medios de la explicación paciente y la persuasión con aquellos que traicionaron y se pusieron en la senda antipartido y antipopular, pero cuando se colmó el vaso y los hechos fueron evidentes, los arrojó fuera de sus filas sin vacilar y entregó los conspiradores a los tribunales, que incluso sentenciaron a la pena de muerte a algunos. Los enemigos lloraron por ellos, pero la gente se alegró de que estos traidores hubieran sido eliminados.” [6] Esta es una actitud marxista-leninista, profundamente revolucionaria. La revolución y la dictadura del proletariado no pueden dejar de usar la violencia contra los enemigos del Partido, del pueblo y del socialismo. Las contradicciones entre nosotros y los enemigos no pueden resolverse de otra manera. Tratar de resolver estas contradicciones en la forma en que se resuelven las contradicciones en el seno del pueblo, significa caer en el idealismo, en la indulgencia religiosa, significa renunciar a la lucha de clases. 

Lo más importante es que, en el PTA, la lucha contra los elementos y grupos hostiles ha sido siempre una lucha de principios y nunca se ha permitido que degenere en una lucha entre individuos. Esta lucha no ha sido realizada por el Comité Central solo, sino por todo el Partido y por todo el pueblo, que siempre ha tenido algo que decir, ayudando al Partido a exponer y aplastar por completo los puntos de vista y las actividades antimarxistas y antisocialistas de uno u otro grupo enemigo o traidor. Por esa razón, esta lucha ha tenido un gran éxito. 

El PTA ha estado protegido del peligro de divisiones desastrosas, de la creación de tendencias y líneas hostiles, también, por su posición consecuente, resuelta y revolucionaria hacia cualquier interferencia del exterior. Sólo una postura así permitió la derrota de los intentos de los revisionistas yugoslavos por convertir el grupo de Koçi Xoxe en una tendencia antimarxista a nivel de todo el Partido, luego de que la cabeza de este grupo se convirtiera en una fracción, y después de asegurarse de que esta tendencia trotskista-revisionista liquidaría la línea marxista-leninista del Partido. De la misma forma fueron destruidas las tentativas que los revisionistas jruschovistas realizaron directamente y a través de Liri Belishova y Koço Tashko para dividir el Comité Central y el Partido, con el fin de poder imponer su orientación antimarxista en él. Los enemigos externos del marxismo-leninismo siempre han alentado y apoyado a los traidores en las filas de nuestro Partido, con el fin de utilizarlos para sembrar la semilla de la desorganización y el revisionismo en el Partido, como se confirmó también en el caso del descubrimiento y aplastamiento de los grupos enemigos más recientes. Pero cada vez, enfrentados ante la determinación del Partido de no permitir ningún tipo de injerencia extranjera y de seguir siempre una sola línea marxista-leninista, los enemigos se han quemado sus dedos. Esta posición y lucha resueltas han desarrollado la vigilancia y la intuición de clase del Partido, le han enseñado que la única manera segura de seguir siempre una línea revolucionaria correcta es elaborar y poner en práctica esta línea de manera independiente sobre la base del marxismo- leninismo, que es la única brújula de todo verdadero partido de la clase obrera. Independientemente de lo que los enemigos dicen, el PTA nunca ha sido el “gramófono” de uno u otro partido extranjero, sino un fiel seguidor del marxismo-leninismo. “Cuando un partido no se guía por el marxismo-leninismo”, dijo el camarada Enver Hoxha en la reunión de los activistas del Partido del distrito de Vlora, “no puede tener una estrategia clara y decidida.” [7] 

¿Cuáles fueron esos enemigos que surgieron de las filas del Partido? El VII Congreso definió los traidores de los últimos grupos como “elementos política y moralmente degenerados que se habían convertido en burgueses y habían capitulado ante la presión de los enemigos externos e internos, del cerco ideológico y la agresión del imperialismo internacional y el revisionismo.” [8] Y, en general, esto es lo que han sido todos los enemigos desenmascarados y aplastados en nuestro Partido. 

Dado que siempre han estado claras estas causas principales de la traición y la estrecha relación de la traición con la presión hostil ejercida sobre el Partido por las fuerzas enemigas dentro y fuera del país, nuestro Partido en todo momento ha vinculado la lucha contra los enemigos y la actividad hostil dentro de sus filas con la lucha contra los enemigos de clase, en general, tanto internos como externos, contra el imperialismo y el socialimperialismo, contra la reacción y el revisionismo, a escala internacional. 

En ciertos momentos, la presión y la actividad de los enemigos de fuera, así como la actividad hostil en sus filas, han enfrentado al Partido con situaciones difíciles. Ellos han sido y son muy peligrosos para él. Pero estas dificultades y peligros no han podido hacerle ceder, nunca le han hecho capitular y abandonar su línea general marxista-leninista, su resuelta posición revolucionaria, sobre distintas cuestiones en materia de política interior y exterior.

La lucha de clases en el seno del Partido se desarrolla
contra todo tipo de manifestación ajena
a su ideología, su política y sus normas comunistas 

La lucha de clase que el Partido ha librado y sigue librando sin cesar en sus filas contra las manifestaciones ajenas a su ideología, su línea y sus normas proletarias, expresada en la posición, la conducta y la actividad de los comunistas, en la obra de una u otra organización de base u órgano dirigente, siempre ha tenido y sigue teniendo una gran importancia para garantizar una línea marxista-leninista siempre correcta, una unidad de acero tanto ideológica como organizativa y las cualidades comunistas de sus militantes. 

Hay que decirlo desde el principio que es imposible evitar tener algunas manifestaciones ajenas, algunos fenómenos negativos, en las secciones del Partido o en los órganos dirigentes o entre las filas de los comunistas, mientras la lucha entre el camino socialista y el camino capitalista, entre el socialismo y el capitalismo, por la cuestión de quién vencerá, se está librando ferozmente a escala internacional. El objetivo de esta lucha es que los síntomas extraños no se conviertan en predominantes, deben ser eliminados para que no se conviertan en enfermedades y para que las enfermedades no se conviertan en enfermedades incurables que agobien al partido de la clase obrera y lo transformen en un partido burgués-revisionista, como ocurrió con el Partido Comunista de la Unión Soviética y otros partidos comunistas. Este objetivo sólo puede lograrse mediante la lucha con métodos revolucionarios contra todas las manifestaciones ajenas y contra las causas que les dieron origen. 

Dado que el objetivo principal de la lucha de clases en el Partido es la aplicación de la línea del partido, cuya corrección ha sido y está siendo confirmada en la práctica, el golpe principal debe estar dirigido en contra todo punto de vista, contra toda actividad y contra cualquier cosa que impida la aplicación de las decisiones y directrices del Partido, y perjudique su política. 

Nuestro Partido tiene el papel dirigente. Este papel dirigente “se logra”, subrayó el VII Congreso, “sólo cuando son aplicadas con éxito la ideología y la política marxista-leninista, sus decisiones y sus directrices en todos los terrenos y direcciones, en el Poder y la economía, en la cultura y el ejército; cuando la ideología y la política marxista-leninista y estas directrices y decisiones orientan toda la actividad de las instituciones estatales, de las organizaciones sociales, de los cuadros y los trabajadores.” [9] 

Los comunistas deben responder por el logro de este objetivo. Por un lado, cada uno de ellos está obligado a ser ejemplar en la aplicación de la línea, las decisiones y las directrices, sin incurrir en ninguna infracción de ellas, por insignificante que parezca. Por otro lado, todo comunista tiene la obligación de combatir, de manera consecuente y sin hacer ninguna concesión, las infracciones que pueda observar en otros, sean quienes sean.

Esta es una característica fundamental que ha distinguido a la inmensa mayoría de los miembros y a casi todas las organizaciones de nuestro Partido en todos los periodos de su existencia. 

Sin embargo, en determinados momentos, varios comunistas y organizaciones, han infringido esta o aquella directriz o no han realizado una lucha irreconciliable contra las infracciones de la línea, contra los desviacionistas y los elementos antipartido. En cada época histórica, toda organización del Partido u órgano de dirección ha encontrado opiniones equivocadas y puntos de vista opuestos a una u otra directriz del Partido.

Estrechamente ligada a la lucha contra las infracciones, distorsiones e insuficiencias en la aplicación de la línea del Partido se encuentra la lucha emprendida contra las infracciones, distorsiones e insuficiencias en la aplicación de los Estatutos del Partido, que encarnan los principios marxista-leninistas y las normas que regulan su vida. Estas dos luchas se funden en una. No puede haber ningún partido de la clase obrera con una correcta línea marxista-leninista sin principios y normas comunistas de organización. Cuando el Partido Comunista de la Unión Soviética se desvió de la ideología y política leninista-stalinista, también renunció al mismo tiempo a la aplicación revolucionaria de los principios y normas marxista-leninistas del Partido, transformándolos en fórmulas sin vida. 

Por tal motivo, el VII Congreso del PTA volvió a insistir en que, a fin de lograr la dirección indiscutible del Partido, es de importancia decisiva la estricta aplicación revolucionaria de su línea política y de sus principios y sus normas leninistas. Al igual que la línea política, los principios y las normas sólo se pueden aplicar a través de la lucha de clases en el seno del Partido. 

El continuo fortalecimiento del papel dirigente de la organización de base del Partido –con el fin de aplicar la enseñanza marxista-leninista: “La organización de base debe estar en todas partes dirigiendo, para ser fiel al principio de ‘que el Partido lo dirija todo’.” [10]– se ha logrado y seguirá lográndose a través de la lucha de clases. 

En nuestro Partido se ha realizado y se está realizando una lucha incesante contra diversas manifestaciones que debilitan el papel dirigente de los plenos de los comités distritales del Partido y de los comités del Partido en el Ejército, con el fin de garantizar que este papel siempre esté protegido y sea perfeccionado. Con ese objetivo, el VII Congreso del Partido demandó, en particular, que se debe acabar con la tendencia errónea, que se manifiesta en algunos casos, de poner los burós sobre los plenos, de sobreestimar el rol de los burós y subestimar el rol de los plenos, y atribuir a los aparatos de los comités del Partido las funciones que pertenecen a los órganos elegidos. La esencia de esta lucha ha sido y es garantizar en su plenitud el pensamiento y la acción colectivos en la actividad de los órganos dirigentes del Partido. Como dijo el camarada Enver Hoxha en el VII Congreso: “El pensamiento y la acción colectivos son los más profundos y correctos y desempeñan el papel decisivo en el ejercicio de la dirección del Partido. La dirección colectiva evita el burocratismo y la arbitrariedad, evita las distorsiones e infracciones graves de la línea del Partido, garantiza la mejor y la más completa aplicación de sus decisiones y directrices.” 

El PTA ha logrado éxitos notables en el fortalecimiento permanente de la composición proletaria de su militancia. En las condiciones de nuestro país, que emprendió el camino del desarrollo socialista en una situación socio-económica y cultural-educativa muy atrasada, constituyen grandes y verdaderas victorias que, en 1970, los comunistas obreros emergieran como el grupo más grande en el Partido, y que el número de mujeres en el Partido aumentara rápidamente, representando hoy más del 27 por ciento de sus miembros. El continuo aumento en el número de comunistas campesinos cooperativistas, que están militando en un espíritu revolucionario sólido por la causa del comunismo, al igual que sus camaradas obreros, no es una victoria pequeña, tampoco. Estos éxitos y victorias son inconcebibles sin lucha de clases dentro de las filas del Partido. La lucha ha tenido que superar las actitudes retrógradas de un número de comunistas y de algunas organizaciones de base, en particular sobre la admisión de obreros y cooperativistas jóvenes, y en particular, sobre la admisión de mujeres jóvenes, en cuya determinación y capacidad revolucionarias no se tuvo siempre plena confianza. 

La lucha se ha centrado y, por instrucciones del VII Congreso, siempre se centrará en contra de las manifestaciones que afectan la cuestión fundamental de las admisiones al Partido: la calidad. 

Nuestro Partido nunca ha visto la calidad de los candidatos a miembros como referida únicamente a su condición de obreros o cooperativistas. Ha vinculado esta cuestión con una serie de otras cuestiones muy importantes del carácter de clase, que hacen del comunista un combatiente de vanguardia proletario, fiel hasta el final a la causa del comunismo, indomable frente a los enemigos, las dificultades, los obstáculos y los sacrificios, y decidido a aplicar la línea política del Partido a cualquier costo. Estas cuestiones son la preparación ideológica y política de los candidatos a miembros del Partido; su desempeño notable no sólo en sus tareas técnico-profesionales, sino también en sus tareas políticas y sociales, en su actitud revolucionaria y en su comportamiento en el trabajo, en la sociedad y la familia; su dedicación probada en el trabajo duro, en los frentes difíciles, en la actividad revolucionaria en general, en la lucha de clases, etc. 

El Partido ha librado una lucha sistemática y permanente contra las manifestaciones que mancillan la pureza de la figura moral de los comunistas, con el fin de garantizar que siempre sean combatientes revolucionarios de vanguardia, y de aplicar el principio marxista-leninista, que se destacó una vez más en el VII Congreso del Partido, que “sin el papel de vanguardia de los comunistas individuales no puede haber partido de vanguardia de la clase obrera, no puede haber ningún partido que dirija a las masas populares.” [11] 

Nuestro Partido no puede conciliar nunca, y no lo ha hecho, con tales manifestaciones que dañan la pureza de la figura moral de los comunistas. A través del ejemplo de sus miembros como revolucionarios de vanguardia en la lucha, en el trabajo, en su conducta en la sociedad, frente a las dificultades y los obstáculos, frente a los sacrificios, enfrentando a los enemigos, y en todas partes, siempre ha ganado los corazones de la gente, siempre ha creado y mantenido estrechos vínculos con las amplias masas populares, las ha movilizado y las moviliza en la revolución, en la construcción del socialismo y en la defensa de la Patria. 

Las manifestaciones ajenas, cualquiera que sea su naturaleza, que se han observado y se siguen observando en algunas organizaciones del Partido o en algunos comunistas, tienen sus raíces en concepciones ajenas a la ideología proletaria del Partido, a la filosofía marxista-leninista. 

Así, en el curso de la lucha contra las manifestaciones ajenas concretas observadas en los puntos de vista de organizaciones de base y miembros del Partido, es necesario, al mismo tiempo, descubrir, golpear y aplastar las concepciones ajenas esencialmente reaccionarias y sus raíces ideológicas, que existen en las cabezas de los comunistas y dan lugar a dichas manifestaciones. Más aún, esta lucha de clases en el seno de las organizaciones del Partido está vinculada, y no puede sino estar estrechamente vinculada, con la lucha de clases en el seno del pueblo contra los defectos de la vieja sociedad, contra la psicología pequeñoburguesa y todos los remanentes de las antiguas ideologías reaccionarias, contra las costumbres atrasadas, así como con la lucha contra la agresión ideológica burguesa-revisionista. Sólo esta vinculación orgánica le da a nuestra lucha de clases contra las ideologías reaccionarias, antiguas y nuevas, toda la fuerza destructiva, por un lado, y la fuerza transformativa y constructiva, por el otro, necesarias para proteger el Partido y a la dictadura del proletariado contra la males que agarraron por el cuello y estrangularon el partido y el Estado soviéticos después de la muerte de Stalin, cuando ese partido y ese Estado se hicieron escleróticos y burocráticos, renunciaron a la lucha contra la vieja  ideología reaccionaria, y a la lucha de clases revolucionaria en general. 

Para que la lucha de clases en el Partido, al igual que la lucha de clases en general, sea fructífera requiere además otra condición: debe estar siempre a la ofensiva, no debe esperar a que las manifestaciones ajenas aparezcan para luego luchar contra ellas, sino que debe preparar bien a los comunistas, ideológica y políticamente, para que tal lucha, por la que ven y juzgan los asuntos, resuelva los problemas, siempre desde el punto de vista de clase del proletariado, sobre la base de la ideología marxista-leninista y la política del Partido, del materialismo dialéctico, de modo que nada pueda pasarles “desapercibido” y sin ser combatido. 

La mejor forma de preparar a los comunistas para que desarrollen correcta y consecuentemente la lucha de clases, dentro y fuera del Partido, es asegurar que conozcan bastante bien y asimilen todas las normas y directrices del Partido, que estudien y dominen la teoría marxista-leninista, vinculándola estrechamente con las enseñanzas del Partido, y que se templen como revolucionarios en la escuela de la clase obrera. Cuanto más profunda y completa es la formación comunista, ideológica y política, de los miembros del Partido, mayor es su determinación y mejor será su capacidad para defender y aplicar el marxismo-leninismo y la línea del Partido, para ser combatientes de vanguardia hasta el final, para librar la lucha de clases en todos los campos y en todas las direcciones. 

La formación comunista de los miembros del Partido es un trabajo extenso y complejo que, como cualquier otro, se lleva a cabo a través de la persistencia obstinada, superando las dificultades y los obstáculos, y, aquí también, rompiendo conceptos regresivos e inhibidores.

En el centro del trabajo para la formación comunista está el estudio de la teoría marxista-leninista, sin cuyo dominio ningún partido de la clase obrera puede desempeñar su papel dirigente en la revolución y en la construcción del socialismo. 

Destacando una vez más la absoluta necesidad de estudiar la teoría marxista-leninista y condenando toda manifestación de menosprecio y descuido de este asunto, el VII Congreso del Partido declaró: “Nadie debe decir que no tiene tiempo para estudiar. El comunista que no está interesado en el estudio y en ampliar su horizonte, que no hace ningún esfuerzo para tratar de conocer y dominar la rica experiencia del Partido, se quedará sin vapor y no estará a la altura de su tarea como combatiente de vanguardia.” [12] 

Un requisito indispensable para dominar el marxismo-leninismo es el método de asimilarlo en los enfrentamientos irreconciliables entre la teoría materialista dialéctica revolucionaria y la política proletaria del Partido y las teorías y políticas burguesas de todo tipo, así como en la lucha contra cualquier tipo de viejos conceptos idealistas y metafísicos que se manifiestan en las actitudes y la actividad de los comunistas. 

Otra condición indispensable es la aplicación del método de estrecha vinculación de la teoría con la práctica, con la acción revolucionaria. 

El PTA siempre ha puesto estos dos métodos revolucionarios en la base de su trabajo para la formación comunista de sus miembros, luchando contra cualquier desviación de este camino, el único camino correcto para la verdadera asimilación del marxismo-leninismo. 

Nuestro Partido siempre ha destacado, y su VII Congreso lo subrayó una vez más, que los comunistas necesitan la teoría marxista-leninista, no por una cuestión de erudición, sino porque de esa forma serán capaces de luchar con inteligencia y determinación para llevar a cabo la revolución, para completar la construcción de la sociedad socialista, para librar la lucha de clases correctamente y con valentía, y no ceder a la presión de los enemigos y de las dificultades que enfrentan. La crítica y la autocrítica es un arma poderosa y probada para el desarrollo exitoso de la lucha de clases en el seno del Partido. Esta arma sirve para detectar y corregir deficiencias y errores, para prevenir y aplastar manifestaciones ajenas a la ideología, la línea, y las normas del Partido. De este modo, también complementa la educación comunista de los miembros del Partido. 

La crítica y la autocrítica es un buen indicador para evaluar cómo se desarrolla la lucha de clases en el Partido. Donde hay una crítica y autocrítica correcta,  basada en principios, y severa, sin miedo ni vacilación, no echan raíces los males que amenazan al Partido, no puede progresar el trabajo del enemigo, y están garantizadas la aplicación de las decisiones y las directrices, el papel de vanguardia de los comunistas, el liderazgo de la organización de base del Partido y del pleno del comité del Partido.

“La situación está en orden en las organizaciones del Partido”, instruye el camarada Enver Hoxha, “sólo cuando existe la lucha de ideas, la crítica y la autocrítica desde posiciones partidarias correctas, cuando se expresan opiniones sobre el trabajo, cuando se hacen propuestas, sugerencias, etc., en una palabra, cuando la vida está hirviendo allí; y no, cuando hay “tranquilidad”.” [13]
 

El choque de opiniones nunca es perjudicial cuando se basa en la política y los intereses del Partido, de la clase obrera y del socialismo. Por el contrario, es necesario y útil, porque refuerza el carácter militante y revolucionario de la unidad, porque hace que sea más fácil descubrir y combatir los errores y las deficiencias, las infracciones y las distorsiones de la línea, y porque ayuda a tomar las decisiones más correctas. 

La correcta conducción de la lucha de clases en el seno del Partido requiere que el curso de la rectificación de los comunistas que cometen errores deba ser seguido con justicia y severidad revolucionarias, y no con complacencia oportunista; que todo comunista hacia quien se toman medidas disciplinarias, debe ser puesto a prueba, más que cualquier otro comunista; y que las organizaciones de base del Partido guíen esta evaluación directamente. La lucha de clases también produce diferenciación: por una parte, corrige a la mayoría de los que vacilan o se rezagan de sus compañeros; por el otro, separa a los incorregibles. Estos últimos son personas que se han introducido de contrabando en el Partido, que no han tenido y no han sido capaces de adquirir todas las cualidades de los comunistas, o han perdido esas cualidades en el curso ascendente de la revolución, es decir, han capitulado ante la presión del enemigo o las dificultades. 

Sólo hay una medida para el incorregible: la expulsión de las filas del Partido. Tan grande como la necesidad que el Partido tiene de transfusiones de sangre nueva y pura en su cuerpo, de modo que siempre siga siendo un Partido de acción revolucionaria, un partido dirigente del proletariado, es igual de grande su necesidad de depurar a todos los que pierden las cualidades de combatiente proletario de vanguardia. No es casual que Lenin considere que la depuración es una ley del desarrollo del partido revolucionario de la clase obrera. Nuestro Partido nunca ha permitido la suavidad oportunista, el liberalismo y el sentimentalismo en la aplicación de esta ley. 

Hay también otra característica muy importante en la práctica de la depuración que se realiza en nuestro Partido. A diferencia de muchos otros partidos, con nosotros no ha habido purgas masivas. Esto está relacionado con el hecho de que en las filas de nuestro Partido no han tenido éxito en tomar forma las tendencias fraccionalistas y las líneas de oposición, en cuyo caso la lucha por su aplastamiento hubiera supuesto purgas masivas. La depuración de nuestro Partido se ha llevado a cabo de forma sistemática, en el proceso de la aplicación de los principios y las normas de sus Estatutos. 

En nuestro Partido, la depuración es un proceso revolucionario de clase que se lleva a cabo sobre la base de la democracia interna del Partido,  y que apela a la opinión de las masas del pueblo trabajador, que hacen la evaluación de este o aquel miembro del Partido.

Los peligros que amenazan al Partido y la lucha contra ellos 

¿Cuáles son los peligros que amenazan al Partido, contra los que ha luchado y lucha sin cesar para que siga siendo siempre un partido revolucionario de la clase obrera?

El VII Congreso del Partido subrayó que “la lucha de clases librada durante toda la existencia del Partido, así como recientemente, ha demostrado que el principal peligro y enemigo de nuestro Partido, así como de todo el movimiento comunista y obrero revolucionario internacional, ha sido y sigue siendo el oportunismo de derecha, el revisionismo.” [14] 

Todos los enemigos y traidores que han surgido en las filas del Partido han sido derechistas. En los puntos de vista y actividades derechistas hostiles vemos reflejada la presión de los enemigos de clase internos y externos, según las condiciones y periodos históricos concretos. 

Con la lucha de clases frontal que ha librado de forma indesmayable, dentro y fuera de sus filas, el Partido nunca ha permitido la creación de un terreno propicio para que el oportunismo de derecha, el revisionismo, pueda prosperar. Ha combatido al oportunismo de derecha, en primer lugar, en los puntos de vista y actividades de sus enemigos. Pero el Partido también ha luchado contra los síntomas oportunistas que aparecieron en el trabajo de nuestra gente. 

El liberalismo, como una expresión marcada de oportunismo, ha sido enfrentado con fuertes golpes. El hecho de que el liberalismo nunca haya sido capaz de echar raíces y convertirse en una enfermedad en nuestro Partido confirma lo correcto y fructífero de la lucha librada contra él. 

Los poderosos golpes del Partido han estado y están dirigidos también contra el burocratismo. 

La amarga experiencia del Partido Comunista de la Unión Soviética demuestra que el burocratismo es un peligro tan grande para el partido de la clase obrera en el poder, como lo es el liberalismo. ¿Qué pasó en ese partido? Poco a poco, las organizaciones de base y los órganos del partido fueron desplazados de su papel de dirección como órganos de dirección colectiva. Toda la dirección se concentró en las manos de los famosos “apparatchiki”, con lo que se convirtió en burocrático desde el centro hasta la base. Todo era decidido por los aparatos que pisoteaban a todo el partido y a la clase obrera. Jruschov y compañía se aprovecharon de esto para llevar a cabo la contrarrevolución, mientras que el partido y la clase obrera no estaban en condiciones de impedir que los traidores tomaran el poder del Estado y restauraran el capitalismo. 

En vista de ello, el burocratismo se hace pasar por “izquierdista”, si se considera desde el punto de vista que pisotea la democracia en el partido y en el Estado, el papel de la masa de los comunistas y el pueblo, supuestamente en nombre de la “aplicación de la directiva, el principio, la ley o la orden”. Pero esta apariencia no cambia su contenido derechista, su naturaleza derivada del capitalismo y del revisionismo, como un enemigo del Partido y de la dictadura del proletariado, de la ideología proletaria, como el peligro que, al igual que el liberalismo, lleva a la transformación del partido y del Estado socialista en un partido y Estado burgués-revisionista.  

De hecho, el liberalismo y el burocratismo, como males y peligros para el partido de la clase obrera en el poder, nunca se presentan por separado, sino que lo hacen entrelazados, el uno con el otro. El uno complementa al otro, son ramas del mismo árbol. El liberal es también un burócrata, al igual que el burócrata es también un liberal, según la ocasión, porque ni el uno ni el otro se guían por principios revolucionarios, sino por los intereses del momento, por los intereses personales. Cualquiera de ellos, de acuerdo a la ocasión, es un adulador servil, un pragmático, un conciliador, un arrogante, etc. El Partido nos enseña que debemos buscar el oportunismo de derecha y combatirlo no sólo en las manifestaciones de liberalismo y burocratismo, sino también en sus derivados, el tecnocratismo, el intelectualismo, el conformismo, el servilismo, la indiferencia, etc. El oportunismo se presenta y opera en todo tipo de maneras y formas. 

Al combatir el oportunismo de derecha, el PTA no ha olvidado y no olvidará nunca la lucha contra los peligros que el izquierdismo, el sectarismo y el anarquismo, representan, no sólo porque, si se pasa por alto y no se combaten estos peligros pueden tener consecuencias tan nocivas como el oportunismo de derecha, el liberalismo y la burocracia, sino también porque el oportunismo de derecha a menudo se presenta vestido de “izquierda”. 

Vemos actitudes izquierdistas, sectarias, también en la práctica de algunos elementos oportunistas, por lo que pueden aparecer como “revolucionarios”, “hombres de principios”, “rigurosos” en la aplicación de los principios y directrices. Este tipo de oportunismo de “izquierda” es tan dañino como el liberalismo, el burocratismo y el conservadurismo.

Por todas estas razones, teniendo siempre en cuenta que el peligro y el enemigo principal es el oportunismo de derecha, el revisionismo, y mientras lucha contra este peligro en todas sus formas y manifestaciones, nuestro Partido también lucha decididamente contra el oportunismo de “izquierda” y el sectarismo. 

La lucha en los dos frentes es el único método correcto de la lucha de clase del partido revolucionario de la clase obrera. La unilateralidad es incompatible con la dialéctica marxista-leninista, que es el fundamento de la línea y la actividad práctica del Partido.

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Aplicando estos principios, métodos y prácticas revolucionarios en la lucha de clases en su seno, el PTA siempre seguirá siendo un partido revolucionario de la clase obrera y dirigirá al pueblo albanés con pasos seguros en la construcción completa de la sociedad socialista y el comunismo.

Notas
 

1.       Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 109 (ed. en inglés).
2.      Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 79 (ed. en inglés).
3.      Enver Hoxha, Informes y Discursos, 1967-1968, pp. 39-40.
4.      Enver Hoxha, Discurso de clausura de la VII Sesión Plenaria del Comité Central del PTA, 29 de mayo de 1975. Archivo Central del Partido.
5.      Enver Hoxha, Informes y Discursos, 1972-1973, p. 284.
6.      Enver Hoxha, Informes y Discursos, 1968, p. 39.
7.      Discurso del 21 de marzo de 1977. Archivo Central del Partido.
8.     Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 123 (ed. en inglés).
9.      Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 77 (ed. en inglés).
10.  Enver Hoxha, Contribución al debate en el Buró Político del CC del PTA, 5 de marzo de 1975. Archivo Central del Partido.
11.   Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, pp. 84-85 (ed. en inglés).
12.  Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 144 (ed. en inglés).
13.  Enver Hoxha, Informes y Discursos, 1972-1973, p. 52.
14.  Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p. 109 (ed. en inglés). 

Fuente: Albania Today nº 1, 1978

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Thiago R.