martes, 29 de enero de 2013

Grover Furr: Una evidencia más de la culpabilidad de Bujarin

Parte introductoria del ensayo
La biografía de Bujarin de Stephen Cohen: Un estudio de la falsedad de las “revelaciones” de la  era de Jruschov [1]
Grover Furr y Vladimir L. Bobrov

En 1929, Jules Humbert-Droz era miembro del partido comunista de Suiza y representante de la Internacional Comunista. Era también un amigo cercano y aliado político de Nikolai Bujarin, uno de los dirigentes bolcheviques más destacados. Para entonces, Bujarin se había convertido en un opositor político de José Stalin, de quien había sido aliado, recientemente. 

Humbert-Droz se reunió y habló con Bujarin por última vez a principios de 1929. El comunista suizo estaba a punto de partir hacia una conferencia de partidos comunistas latinoamericanos. En sus memorias, publicadas en Suiza en 1971, Humbert-Droz recordó el incidente de la siguiente manera:  

“Antes de partir fui a ver a Bujarin por última vez, sin saber si volvería a verlo a mi regreso. Tuvimos una conversación larga y franca. Él me puso al día sobre los contactos realizados por su grupo con la fracción de Zinoviev-Kámenev a fin de coordinar la lucha contra el poder de Stalin. No le oculté que yo no estaba de acuerdo con este vínculo entre las oposiciones. “La lucha contra Stalin no es un programa político. Combatimos con razón el programa de los trotskistas sobre las cuestiones esenciales, el peligro de los kulaks en Rusia, la lucha contra el frente único con los socialdemócratas, los problemas chinos, la miope perspectiva revolucionaria, etc. Al día siguiente de la victoria común contra Stalin, los problemas políticos nos dividirán. Este bloque es un bloque sin principios que se derrumbará antes de lograr ningún resultado”.

Bujarin también me dijo que habían decidido utilizar el terror individual con el fin de librarse de Stalin. Sobre este punto, también le expresé mis reservas: la inserción del terror individual en las luchas políticas nacidas de la Revolución Rusa corren fuertemente el riesgo de volverse contra quienes lo emplean. Nunca ha sido un arma revolucionaria. “Mi opinión es que debemos continuar la lucha ideológica y política contra Stalin. Su línea llevará en un futuro próximo a una catástrofe que abrirá los ojos de los comunistas y dará lugar a un cambio de orientación. El fascismo amenaza a Alemania y nuestro grupo de charlatanes será incapaz de resistirle. Ante la debacle del Partido Comunista de Alemania y la expansión del fascismo a Polonia y Francia, la Internacional debe cambiar de política. Ese momento será entonces nuestra hora. Es necesario, pues, seguir siendo disciplinados, aplicar las decisiones sectarias después de haber luchado y habernos opuesto a los errores y medidas de izquierda, pero seguir luchando en el terreno estrictamente político”.

Bujarin, sin duda, había comprendido que yo no me uniría ciegamente a su fracción cuyo único programa era hacer desaparecer a Stalin. / 380 / Esta fue nuestra última reunión. Era evidente que él no tenía confianza en la táctica que le propuse. También sin duda sabía mejor que yo los crímenes de los que era capaz Stalin. En pocas palabras, aquellos que, tras la muerte de Lenin y sobre la base de su testamento podían destruir políticamente a Stalin, buscaban en cambio eliminarlo físicamente, cuando éste tenía firmemente en sus manos el Partido y el aparato policial del Estado.” (El subrayado es nuestro). [2]
 

Humbert-Droz publicó esta relato en 1971, escrito sin ninguna presión de la NKVD. Él escribió y vivió la mayor parte de su vida en su Suiza natal. Además, era amigo de Bujarin y su aliado político. En el momento de escribirlo odiaba a Stalin, como se desprende de su comentario sobre “los crímenes de los que era capaz Stalin”. 

Así que no tenía motivo –que sepamos– para mentir o exagerar lo que sabía. Además, Humbert-Droz afirma que escuchó de los planes para asesinar a Stalin de los propios labios de Bujarin. 

Muchos considerarán esta declaración la evidencia más fuerte disponible para corroborar que Bujarin era culpable de lo que se le acusó en el tercero de los juicios de Moscú, en 1938. Es la confirmación de que Bujarin no sólo no puso ninguna objeción a la formación de un bloque con los que utilizaban el asesinato (la mejor traducción del término ruso “terror individual”), sino que él mismo era partidario de su uso. Si fue capaz de conspirar para asesinar a Stalin ya en 1929, era claramente capaz de actos de esa naturaleza en los años posteriores.  

En corroboración de esta declaración, ahora contamos con la confesión de Valentín Astrov, uno de los estudiantes y seguidores de Bujarin, de enero de 1937, en la que Astrov acusa específicamente a Bujarin de planear el asesinato de Stalin en 1932. Cuando fue confrontado con la acusación de Astrov, Bujarin la negó reiteradamente. En su primera confesión, que nosotros hemos descubierto y publicado en esta revista [Cultural Logic] hace unos años, Bujarin admitió ser parte de un bloque con los trotskistas y otros que abogaban por el terror y también admitió que en su propia fracción, los derechistas, “surgieron grupos terroristas”. Pero incluso entonces Bujarin no admitió abogar por el asesinato de Stalin [3]. Sin embargo, Humbert-Droz afirma que lo hizo. 

Mientras estuvo en prisión, Bujarin escribió una carta a Stalin el 10 de diciembre de 1937 en la que se retractó de todas las confesiones que había hecho anteriormente. En la página siete de su “sentida” misiva, Bujarin escribió: 

“Sé que N[atasha] S[ergeevna Allilúyeva] jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti… ”

Leído literalmente, esto tiene que ser considerado como la verdad, porque Bujarin no dice que él no participó en los preparativos para matar a Stalin. ¡Él sólo dice que la esposa de Stalin (muerta para entonces) no hubiera creído que él era parte de un complot semejante! La diferencia de significado entre estas dos afirmaciones es evidente. Bujarin estaba usando “palabras equívocas” – diciendo una cosa (“tu esposa jamás creería que yo he planeado nada malo contra ti”), mientras que buscaba que Stalin entendiera otra cosa (“nunca he planeado nada malo contra ti”). Una vez más, gracias a las memorias de Humbert-Droz ahora tenemos sustancial evidencia de que Bujarin estaba mintiendo. 

El testimonio de Humbert-Droz ha estado disponible desde 1971. Cualquier estudioso con un interés en la verdad histórica reconocería inmediatamente la importancia de este pasaje como una prueba muy fuerte, no soviética, no “estalinista”, de que uno de los acusados ​​principales en los procesos de Moscú era en realidad culpable. El anónimo crítico del libro de Humbert-Droz en el suplemento literario del Times llamó la atención de los lectores a este pasaje específico en una revisión relativamente breve (TLS, 25 de junio 1971, p. 733). 

Robert Conquest no cita esta declaración de Humbert-Droz en “El Gran Terror: Una reevaluación” (1990; muchas reimpresiones), aunque en una edición anterior escribió:

“En materia política, básicamente, la mejor fuente, aunque no infalible, es el rumor a un alto nivel político o policial.” (El Gran Terror, 1968, p. 569).
 

El testimonio Humbert-Droz tiende a refutar la tesis de Conquest de que Stalin armó un tinglado para incriminar a Bujarin y a todos los acusados ​​en los juicios de Moscú. Tal vez esta es la razón por la que Conquest no lo cita, no lo hace incluso en su “edición del cuadragésimo aniversario” de 2008, 37 años después de que las memorias de Humbert-Droz aparecieron. 

El tema del presente estudio, sin embargo, es la biografía de Bujarin de Stephen F. Cohen, con mucho, la obra más influyente y más conocida sobre Bujarin en cualquier idioma. Cohen menciona a Humbert-Droz en doce páginas de su libro. Más aún, Cohen cita este libro específico, De Lénine a Stalin, cinco veces: nota 16, p. 391; nota 19, p. 431; nota 109, página 450; nota 137, p. 451; y nota 170, p. 453. [4] 

Sin embargo, en ninguna parte Cohen menciona la revelación más sorprendente del libro: La afirmación de Humbert-Droz de que Bujarin había admitido en 1929 que él y su “fracción”, o un grupo secreto dentro del Partido, ya estaba conspirando para asesinar a Stalin. El notable silencio de Cohen puede servir de prólogo al estudio que sigue.

En este ensayo, sostenemos que el paradigma dominante de la historia política de la Unión Soviética en la década de 1930, es falso. Los documentos de los archivos soviéticos, antes secretos, que se han hecho públicos desde el fin de la URSS, proporcionan pruebas más que suficientes para refutar la opinión que sobre este periodo ha logrado una aceptación casi universal desde los tiempos de Jruschov. En el presente trabajo ponemos a prueba esta hipótesis a través de un examen minucioso de un texto representativo: el décimo capítulo del libro de Stephen F. Cohen, “Bujarin y la revolución bolchevique. Una biografía política 1888-1938”, de 1973. 

Por razones de brevedad, a este paradigma histórico o relato maestro lo llamamos el paradigma “anti-Stalin”. Un término más torpe pero más preciso sería el paradigma “Trotsky-Jruschov-GuerraFría-Gorbachov-postsoviético”. Desde la época de su exilio en enero de 1929 hasta su asesinato en agosto de 1940, León Trotsky culpó a José Stalin de lo que él consideraba los defectos y crímenes del socialismo soviético. Nikita Jruschov tomó este mismo tema en 1956 y, durante el período de su liderazgo en la URSS, los ataques a Stalin se amplificaron enormemente hasta la retirada de Jruschov de su cargo en octubre de 1964.

A partir de 1987, Mijail Gorbachev auspició un asalto contra Stalin y los relacionados con él, que incluso superó el período de Jruschov. La figura de Stalin sufrió una virtual “demonización”, a la vez que se daba un tratamiento similar a otros bolcheviques  de la era de Stalin, y al propio Jruschov. 

En Occidente, este paradigma está quizá más asociado con el libro de Robert Conquest, “El Gran Terror. Las purgas de Stalin en los años treinta” de 1968, y con el de Roy Medvedev, “Que la historia juzgue: Los orígenes y las consecuencias del stalinismo” (1971). Las “revelaciones” de la era de Jruschov forman el núcleo de lo que se toma por evidencia en las obras de ambos autores. Hemos utilizado el término “revelaciones” entre comillas para señalar al lector que estas supuestas revelaciones son prácticamente todas falsas. 

Desde el fin de la URSS en 1991, se ha publicado un gran número de fuentes primarias que se encontraban en los antiguos archivos soviéticos. Se ha escrito una gran cantidad de libros, en un esfuerzo por elaborar y ajustar el paradigma anti-Stalin, dando cabida a algunas evidencias de estos archivos. En las cuatro últimas décadas, no se ha escrito ningún trabajo para rivalizar con la posición casi canónica de las obras de Conquest y Medvedev. 

Ambos libros son demasiado largos –el de Conquest tiene casi 700 páginas, el de Medvedev un poco menos de 900– para el tratamiento detallado en un solo ensayo. En su lugar, utilizaremos el décimo capítulo del libro de Cohen como representativo de la interpretación canónica de la política de la élite soviética en la década de 1930. Escribiendo unos años después que Conquest y Medvedev, Cohen tuvo muy en cuenta a los dos y se basó también en otras obras que utilizó Conquest – de escritores como Boris Nikolaevsky y Alexander Orlov. 

Debido a su enfoque mucho más limitado, solo en Bujarin y no en toda la historia política de la URSS, Cohen fue capaz de presentar un relato erudito y documentado del período 1930-1938 en 45 páginas. Ese capítulo es bastante corto como para permitir un examen detallado de su evidencia, sin embargo, está bien documentado –207  notas– para representar el “paradigma anti-Stalin” en su integridad. 

La brevedad no es la única, o incluso la principal, ventaja que el capítulo décimo de Cohen presenta a la crítica. El libro de Cohen fue un “clásico” desde el momento de su publicación y lo sigue siendo hoy. Publicado originalmente en 1973 por Alfred A. Knopf, fue reeditado en 1980 por la prestigiosa Oxford University Press y se ha mantenido en forma impresa desde entonces. 

El libro de Cohen es importante en otro sentido. Mijaíl Gorbachov lo eligió como el primer trabajo de la sovietología de Occidente a ser publicado por una editorial soviética [5]. Gorbachov habría dicho a Cohen que él mismo había sido fuertemente influenciado por el libro en la década de 1980, cuando él la leyó en la traducción rusa. 

A finales de 1987, inspirada en parte por el libro de Cohen, se llevó a cabo en Moscú una conferencia sobre Bujarin. No sólo se invitó a Cohen a hablar, también el propio Gorbachov celebró una conferencia de prensa con Cohen (Junge 159-60). Este evento y la publicación de la traducción al ruso por editorial Progreso, la editorial del gobierno, a finales de 1988 (Junge 193 n.77), inauguraron el “boom de Bujarin”, durante el cual el régimen de Gorbachov promovió el entusiasmo por Bujarin como el “verdadero” heredero del manto de Lenin. [6] 

Gorbachov y sus colaboradores en la dirección soviética estaban principalmente interesados ​​en utilizar el apoyo de Bujarin a mecanismos de mercado en la década de 1920, para justificar -en nombre del “leninismo”– el aumento masivo de la dependencia de los mercados a finales de 1980 [7]. Ese no es nuestro interés aquí. El décimo capítulo del libro de Cohen no tiene que ver con las ideas económicas de Bujarin, sino más bien con la vida de Bujarin desde 1930 hasta su juicio y ejecución en marzo de 1938. 

Sin embargo, estos últimos ocho años de la carrera de Bujarin eran centrales para el propósito de Gorbachov de rehabilitar las ideas económicas de Bujarin para la perestroika de Gorbachov. Encontrar a Bujarin inocente de los cargos por los que fue condenado en su juicio de 1938, era fundamental para establecer la supuesta legitimidad leninista de las ideas económicas de Bujarin. 

Si se reconociera que Bujarin había sido realmente culpable de uno solo de los cargos principales de los que había confesado su culpabilidad: conspirar para derrocar al gobierno soviético y conspirar con el Estado Mayor alemán para abrir el frente para el ejército alemán en caso de la guerra –sin hablar de ser parte de un plan para asesinar a Lenin en 1918, una acusación que él negó, pero por el que fue condenado [8]–, no podría haber sido útil a Gorbachov. Además, Bujarin había admitido en el juicio que las políticas que él representaba en la década de 1930 equivalían a “la restauración del capitalismo”; esto Gorbachov no podía admitirlo de ninguna manera – al menos no en 1988. 

Si se reconocía la culpa de Bujarin, entonces se seguiría que el gobierno soviético –“Stalin”, en la sinécdoque reductora del lenguaje anticomunista– había estado justificado en su ejecución. Lo que es más, ya que Bujarin implicó prácticamente a todos los otros acusados ​​en los tres procesos de Moscú y a los acusados ​​en el juicio militar secreto del mariscal Tujachevski y otros, admitir la culpa de Bujarin también llevaría a justificar la represión del gobierno soviético contra estas figuras. Presentar las políticas de Stalin como incorrectas, inmorales y no-leninista era esencial para la aceptación de la política económica de Gorbachov. Así la inocencia de Bujarin era una piedra angular de la “rehabilitación” tanto de su nombre como de las políticas económicas asociadas con él. 

Se ha asumido y afirmado, desde el “boom de Bujarin” a finales de la década de 1980, que Bujarin se vio obligado a confesar crímenes que no cometió. Éste es el supuesto fundamental de toda discusión convencional sobre la carrera de Bujarin, sobre los procesos de Moscú y, en general, sobre los Soviets en la década de 1930, supuesto que se ha repetido una y otra vez hasta que se ha dado por sentado. Pocas voces – ninguna en absoluto en la esfera pública y entre los investigadores convencionales– han sometido este supuesto a algún cuestionamiento serio. 

Como lo demuestran nuestra investigación anterior [9] y el presente ensayo, no hay pruebas positivas de que Bujarin era inocente. Por el contrario, toda la evidencia que tenemos es consistente con que Bujarin era culpable de los crímenes que él mismo confesó. 

Un problema para el “boom de Bujarin” patrocinado por Gorbachov surgió temprano, aunque sólo pudimos saber de él en 2004. La comisión del Comité Central encargada de estudiar y, en esencia, de encontrar pruebas de que Bujarin había sido injustamente condenado en el juicio en 1938, fue incapaz de encontrar tal evidencia en absoluto. Las actas de esta comisión, publicadas en 2004, muestran consternación de los miembros de la comisión ante este fracaso. 

El resultado fue que el decreto (Postanovlenie) del Pleno de la Corte Suprema soviética que fue publicado el 4 de febrero de 1988 y que declaró que Bujarin había sido obligado a hacer una confesión falsa, nunca se publicó y se mantiene en secreto hasta hoy. Su texto, solo descubierto recientemente, muestra que la pieza central de evidencia de la inocencia de Bujarin citado en él, en realidad una falsificación deliberada [10]. En ese decreto, la declaración-confesión de Mijaíl Frinovsky, un documento que proporciona una fuerte evidencia de la culpabilidad de Bujarin, fue deliberadamente mal citado para que pudiera ser utilizada como prueba de que él era inocente [11]. De hecho, los expertos de Gorbachov no pudieron encontrar ninguna evidencia para apoyar su teoría de que Bujarin era inocente. 

Notas

[1] Hace poco una versión en lengua rusa de este ensayo fue publicada en Grover Furr y Bobrov Vladimir, 1937. Pravosudie Stalina. Obzhalovaniiu ne podlezhit! Moscú: Iauza-Eksmo, 2010 pp. 195-333. El presente ensayo ha sido revisado para su publicación en Cultural Logic.

[2] Memorias de Jules Humbert-Droz. De Lénine a Staline. Dix ans au service de l'internationale communiste 1921-1931. Neufchâtel: A la Baconnière, 1971, pp. 379-80. El texto francés original es el siguiente: 

Avant de partir, j’allai voir une dernière fois Boukharine, ne sachant si je le reverrais á mon retour. Nous eûmes une longue et franche conversation. Il me mit au courant des contacts pris par son groupe avec la fraction Zinoviev-Kamenev pour coordonner la lute contre le pouvoir de Staline. Je ne lui cachai pas que je n’approuvrais pas cette liaison des oppositions: «La lute contre Staline n’est pas un programme politique. Nous avons combattu avec raison le programme des troskystes sur des problems essentiels, le danger des koulaks en Russie, la lute contre le front unique avec les social-démocrates, les problems chinois, la perspective révolutionnaire très courte, etc. Au lendemain d’une victoire commune contre Staline, ces problems politiques nous diviseront. Ce bloc est un bloc sans principles, qui s’effritera meme avant d’aboutir.» 

Boukharine me dit aussi qu’ils avaient decide d’utiliser la terreur individuelle pour se débarrasser de Staline. Sur ce point aussi je fis d’expresses reserves: l’introduction de la terreur individuelle dans les lutes politiques nées de la Révolution russe risquait fort de se tourner contre ceux qui l’emploieraient. Elle n’a jamais été une arme révolutionnaire. «Mon opinion est que nous devons continuer la lute idéologique et politique contre Staline. Sa ligne conduira, dans un avenir proche, à une catastrophe qui ouvrira les yeux des communists et aboutira à un changement d’orientation. Le fascism menace l’Allemagne et notre parti de phraseurs sera incapable de lui resister. Devant la debacle du Parti communiste allemande et l’extension du fascism à la Pologne, à la France, l’Internationale devra change de politque. Ce moment-là sera notre heure. Il faut donc rester disciplines, appliquer les decisions sectaires après les avoir combtatues et s’opposer aux fautes et aux measures gauchistes, mais continue la lute sur le terrain strictement politique.» 

Boukharine a sans doute compris que jue ne me liais pas aveglément à sa fraction, don’t le seul programme était de fair disparaître Staline. / 380 / Ce fut notre dernière entrevue. Manifestement il návait pas confiance dans la tactique que je proposais. Il savait aussi bien sûr, mieux que moi, de quells crimes Staline était capable. Bref, ceux qui, après la mort de Lénine, sur la base de son testament, auraient pu liquider politiquement Staline, cherchaient à l’élimier physiquement, alors qu’il tenait fermement en main le parti et l’appareil policier de l’Etat. 

[3] Grover Furr y Vladimir Bobrov. Nikolai Bukharin’s First Statement of Confession in the Lubianka”. Cultural Logic 2007. En http://clogic.eserver.org/2007/Furr_Bobrov.pdf>.

[4] Humbert-Droz también está citado en la “Bibliografía seleccionada” en la p. 491. 

[5] “Die Bedeutung, die dieser Arbeig zugemessen wurde, läßt sich daran ablesen, das es das erst Werk eines westlichen Sowjetologen war, das in der UdSSR erscheinen konnte.” Mark Junge. Bucharins Rehabiliterung. Historisches Gedächtnis in der Sowjetunion 1953-1991 (Berlin: BasisDruck, 1999), pp. 195-96. 

[6] “In den Jahren 1988/89 kam es zu einem regelrechten Bucharin-Boom.” Junge, p. 192. 

[7] “Schließlich bezeichnen die entsprechenden Autoren Bucharins Ideen übereinstimmend als hochaktuell für die ‘Perestrojka’.” Todos los autores mencionados ahí eran partidarios de la “perestroika”. Junge, 206. Véase una observación similar en la p. 196. 

[8] Bujarin admitió en varias ocasiones que él había conspirado con los social-revolucionarios para arrestar a Lenin, Stalin y Yákov Sverdlov, pero negó cualquier plan para matarlos. Este tema se discute más adelante en el presente ensayo. 

[9] Furr y Bobrov, “Nikolai Bukharin's First Statement of Confession in the Lubianka.” Cultural Logic 2007. At <http://clogic.eserver.org/2007/Furr_Bobrov.pdf>. Este artículo fue publicado por primera vez en ruso en la histórica revista Klio (San Petersburgo) No. 1 (36), 2007, pp. 38-54. En furr/research/furrnbobrov_klio0107.pdf> <http://chss.montclair.edu/english/.

[10] Nosotros, Furr y Bobrov, hemos preparado una edición de este documento y un artículo adjunto, que se publicará en breve en un libro que será publicado en Rusia.
 

[11] La declaración-confesión de Frinovsky fue publicada a principios de 2006 y está disponible en la web en <http://chss.montclair.edu/english/furr/research/frinovskyru.html>. He puesto una traducción al inglés en la web, aquí <http://chss.montclair.edu/english/furr/research/frinovskyeng.html>. Ambas versiones, en ruso y en inglés, tienen la información bibliográfica completa de la publicación original. En relación con la declaración de Frinovsky sobre la culpabilidad de Bujarin, véase pp. 40; 42; 47-8 o simplemente busque la palabra “Bukharin” («Бухарин»).

Fuente: Grover Furr & Vladimir L. Bobrov, Stephen Cohen’s Biography of Bukharin: A Study in the Falsehood of Khrushchev-Era “Revelations”, Cultural Logic 2010. Publicado en http://clogic.eserver.org/2010/furr.pdf

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges.
 
Nota: Los dibujos que acompañan el presente artículo fueron realizados por Bujarin en distintos años, y corresponden respectivamente, de arriba hacia abajo, a: Lenin, Stalin, Trotsky, Zinoviev, Dzerzhinsky, Kalinin, Ordzhonikidze y Voroshílov.

viernes, 25 de enero de 2013

Sobre las distorsiones y falsedades del “comunista” Eastman, amigo de Trotsky, en su libro “Since Lenin Died”


Recordando a Stalin, en el 60º aniversario de su muerte
 
En 1922, el periodista norteamericano Max Eastman, cuyo periódico financió en 1917 el viaje de John Reed a Rusia y publicó por entregas lo que sería el libro "Diez días que estremecieron al mundo", viajó, él mismo, a Rusia. Permaneció en la tierra de los Soviets hasta mediados de 1924, estableciendo amistad con Trotsky, desposando a una comunista rusa, participando en las reuniones de la Internacional y asistiendo además al XIII Congreso del Partido bolchevique, donde se conoció el "testamento" de Lenin. Apenas salido de Rusia, escribió y publicó en 1925 el libro "Since Lenin died", donde expone de manera distorsionada y falaz la lucha interna en el Partido bolchevique. En ese mismo libro revela la existencia del "testamento" de Lenin, pero deforma su contenido. El objetivo del libro es presentar a Trotsky como el sucesor de Lenin y como una víctima de la dirección del Partido bolchevique. Por "coincidencia", meses antes de la publicación del libro de Eastman, Trotsky había publicado sus "Lecciones de Octubre" en el que atacaba nuevamente a la dirección del Partido y al Partido mismo, e intentaba reescribir la historia de la revolución rusa, provocando la indignación y la respuesta inmediata del Partido y sus militantes bolcheviques. En 1926, en una actitud nada revolucionaria, Eastman le "dió" al New York Times una copia del "testamento" de Lenin. Nuevamente, esto coincidía con la campaña de la oposición unida, de oportunistas, contra el Partido y su dirección leninista. Eastman era el colaborador de Trotsky fuera de Rusia y el traductor al inglés de sus obras. En la década de 1930, abandonaría las ideas "socialistas" y en 1941, mientras la URSS era víctima de la agresión nazifascista, Eastman se convertía en uno de los editores de Reader's Digest ("Selecciones"), medio emblemático de desinformación del imperialismo norteamericano. Luego se convertiría en abierto anticomunista, apoyando en algún momento a McCarthy y asociándose también con los ideológos del liberalismo burgués Hayek y Mises.
 
El libro de Eastman es la primera exposición sistematizada de la versión trotskista sobre la lucha interna en el Partido, posterior a la muerte de Lenin. Ahí se encuentra, en bruto, todo el arsenal que después de su expulsión de la URSS, Trotsky utilizaría en su lucha contra el Partido bolchevique y la URSS. En la siguiente carta, Stalin exige que Trotsky -la fuente de las afirmaciones de Eastman- se pronuncie sobre el contenido del libro en cuestión y lo denuncie por falsear los hechos. En la carta, Stalin desmiente la versión -que hasta hoy utilizan intelectuales burgueses, trotskistas y hasta comunistas desinformados- que dice que el "testamento" no fue leído en el Congreso, a la totalidad de los delegados. La "Carta al Congreso" de Lenin, si bien no se publicó en la prensa, fue conocida por los delegados que luego se encargarían de transmitirla en sus respectivas organizaciones partidarias. Trotsky, ante la espada y la pared, tuvo que pronunciarse contra las falsedades de Eastman, que él mismo había alimentado.
 
Carta a los miembros del Buró Político del Comité Central y del Presídium de la Comisión Central de Control del PC(b) de Rusia
(17 de junio de 1925)
[...]
Al leer el libro de Eastman me convencí de que no fue escrito inocentemente, que su propósito es desacreditar al gobierno de la URSS y al Comité Central del Partido Comunista de Rusia, y que con ese propósito Eastman se permite decir una variedad de calumnias y distorsiones apoyándose en la autoridad de Trotsky, en su “amistad” con Trotsky y en algunos documentos secretos que aún no han sido publicados. En particular me sorprendieron las referencias de Eastman a sus “charlas” con el camarada Trotsky sobre el llamado testamento de Lenin y sobre las “principales figuras del Comité Central”. También me sorprendieron sus afirmaciones acerca de que la autenticidad [de su texto] del llamado testamento de Lenin fue confirmada por “tres comunistas confiables de Rusia” a quienes “yo (es decir, Eastman) entrevisté por separado y quienes habían leído la carta recientemente, repitiendo de memoria sus pasajes más importantes”. 

Considerando todo lo relatado, me quedó claro que no sólo sería intolerable sino absolutamente incorrecto pasar por alto la cuestión de la relación del camarada Trotsky con Eastman y su libro Since Lenin Died...

Otra cosa que me empujó a actuar fue el hecho de que todos y cada uno de los partidos burgueses y socialdemócratas ya han empezado a utilizar, en la prensa extranjera, el libro de Eastman contra el Partido Comunista de Rusia y el gobierno soviético. En su campaña contra los líderes del gobierno soviético, ellos toman ventaja del hecho de que ahora pueden respaldarse en los “testimonios” del “comunista” Eastman –un “amigo” del camarada Trotsky, con quien tiene “charlas”– para afirmar que Rusia está gobernada por un irresponsable puñado de usurpadores y embusteros. 

No tengo ninguna duda de que el libro de Eastman es difamatorio, que rendirá enormes beneficios a la contrarrevolución mundial (¡y ya lo está haciendo!) y causará serios daños al movimiento revolucionario mundial.  

Por eso considero que el camarada Trotsky –en quien Eastman ocasionalmente dice basarse en su libro, cuando habla contra los líderes del Partido Comunista de Rusia y de la autoridad revolucionaria soviética– no puede dejar pasar el libro de Eastman en silencio... 

[...] sobre los miembros del Partido recaen ciertas obligaciones mínimas. Un miembro del Comité Central y del Buró Político –como lo es el camarada Trotsky en este momento– tiene un mínimo deber moral que el camarada Trotsky no puede ni debe rehusar. Este mínimo exige que el camarada Trotsky hable en la prensa inequívocamente contra el burdo falseamiento de hechos que son conocidos por todos. Falseamientos que el libro de Eastman se permite con el propósito de desacreditar al Partido Comunista de Rusia. Obviamente, el silencio del camarada Trotsky en este caso sólo puede ser interpretado como una confirmación o un pretexto para esas distorsiones. 

Considero que el camarada Trotsky debería refutar por lo menos las siguientes distorsiones: 

1) En la sección, “Ataque a la vieja guardia”, el librito de Eastman dice que “la carta de Trotsky [se refiere a un llamamiento a los comités locales de 1923 en conexión con la resolución del Buró Político sobre la democracia interna del Partido –J. Stalin] y algunos artículos complementarios en forma de folleto fueron prácticamente suprimidos por el Buró Político” [53]. 

Adicionalmente, en el capítulo 9 del libro de Eastman se dice que “el libro de Trotsky [se refiere al volumen 3 de las obras de Trotsky y “Lecciones de Octubre”  J. Stalin] fue prácticamente suprimido por el Buró Político hasta que ellos [esto es, el Comité Central del Partido Comunista de Rusia –J. Stalin] estuvieron seguros del éxito de su maniobra” [80-81]. 

Finalmente, el capítulo 14 del libro de Eastman dice que “escritos de Trotsky no aparecieron en público para refutar sus declaraciones [es decir, las del Comité Central –J. Stalin]. Esos escritos eran leídos en privado, conscientemente, por aquellas inteligencias que tenían el valor y la perspicacia para resistir la histeria oficial generalizada, estimulada y sostenida por el Estado” [125].  

Considero que el camarada Trotsky debería refutar esas afirmaciones de Eastman por ser  calumnias malévolas contra el Partido y el gobierno soviético. El camarada Trotsky no puede negar que ni durante los debates partidarios de 1923 o 1924, ni en ningún momento, el Comité Central obstruyó la publicación de artículos y libros del camarada Trotsky de ninguna forma. 

En particular, el camarada Trotsky debe recordar que durante el debate de 1923, él mismo se negó –en su conocida declaración en la prensa– a replicar los argumentos de los representantes de la mayoría del Partido. También debe recordar el siguiente pronunciamiento “De los Editores” de Pravda, el órgano central: 

De los Editores. En respuesta a la pregunta realizada por varios camaradas concerniente a por qué el camarada Trotsky no está respondiendo a la crítica al trotskismo, los editores de Pravda informan que hasta el momento ni el camarada Trotsky ni sus cercanos seguidores han sometido ningún artículo en respuesta a la crítica al trotskismo. (Véase Pravda nº 284 [13 de diciembre de 1924]). 

2) El segundo capítulo del libro de Eastman dice que los líderes del Partido Comunista de Rusia están “suprimiendo los escritos del propio Lenin” [20], y en el capítulo 9 dice que ellos, es decir, los líderes del Partido, “aplaudieron la censura de sus [esto es, de Lenin –J. Stalin] últimas palabras a su partido” [92]. 

Considero que el camarada Trotsky también debería refutar estas declaraciones de Eastman porque son mentiras y difamaciones contra los líderes del Partido, el Comité Central y su Buró Político. Trotsky sabe muy bien, al igual que los demás miembros del Comité Central, que el relato de Eastman no corresponde a la realidad en el menor grado. 

3) En el segundo capítulo de su libro, Eastman afirma que “todos los presentes en la reunión, incluyendo los secretarios, estuvieron no sólo contra las políticas propuestas por Lenin sino también contra la publicación del artículo” [25] [se refiere al artículo de Lenin “Cómo debemos reorganizar la Inspección Obrera y Campesina” –J. Stalin]. 

Considero que el camarada Trotsky también debería refutar estas afirmaciones de Eastman porque son evidentes calumnias. Él debe recordar muy bien, primero, que el plan propuesto por Lenin en su artículo no fue discutido sustancialmente en esa reunión; segundo, que el Buró Político fue convocado en relación con las declaraciones de Lenin en su artículo sobre la posible escisión del Comité Central –declaraciones que podrían haber provocado malentendidos en las organizaciones del Partido. El camarada Trotsky sabe que el Buró Político decidió enviar a las organizaciones del Partido, además del artículo de Lenin, una carta especial del Buró de Organización y del Buró Político del Comité Central estableciendo que el artículo no debería dar lugar a ninguna percepción de escisión en el Comité Central. El camarada Trotsky sabe que la decisión de publicar inmediatamente el artículo de Lenin y enviar una carta de los miembros del Buró de Organización y del Buró Político acerca del ausencia de una escisión en el Comité Central, fue aprobada por unanimidad, y cualquier insinuación de que la decisión del Buró Político sobre la publicación del artículo de Lenin fue aprobada bajo presión del camarada Trotsky es un disparate ridículo. 

He aquí el texto de la carta: 

Carta a los Comités Provinciales y Regionales. Estimados camaradas: El nº 16 de Pravda del 25 de enero, incluye el artículo de Lenin “Cómo debemos reorganizar la Inspección Obrera y Campesina”. Una parte de ese artículo habla acerca del rol del Comité Central de nuestro Partido y la necesidad de tomar medidas organizativas que permitan eliminar la posibilidad de –o hagan más difícil– una escisión en el Comité Central, si las relaciones mutuas entre el proletariado y el campesinado se hacen complicadas en conexión con los cambios derivados de la NEP. Algunos camaradas han llamado la atención del Buró Político sobre el hecho de que los camaradas de las provincias podrían interpretar este artículo de Lenin como una indicación de una reciente escisión en el seno del Comité Central, que habría impulsado al camarada Lenin a presentar las propuestas organizativas esbozadas en su artículo. Con el fin de eliminar la posibilidad de tales conclusiones –que de ninguna manera corresponden al verdadero estado de la situación– el Buró Político y el Buró de Organización consideran necesario poner en conocimiento de los comités provinciales las circunstancias que rodearon la redacción del artículo de Lenin. 

El retorno del camarada Lenin a un trabajo de mucha presión, después de su enfermedad, lo llevó al agotamiento. Los médicos consideraron necesario prescribir al camarada Lenin un período de descanso absoluto, sin poder leer siquiera periódicos (dado que para el camarada Lenin leer periódicos no es, por supuesto, ningún entretenimiento o un medio de relajación sino una oportunidad para un intenso análisis de los problemas políticos actuales). No está de más decir que al camarada Lenin no toma parte de las sesiones del Buró Político y ni siquiera se le envían transcripciones de las sesiones del Buró Político y del Buró de Organización –una vez más, en estricta conformidad con las recomendaciones de sus médicos. Los doctores creen, sin embargo, que una completa inactividad mental es intolerable para él, por lo que se debe permitir al camarada Lenin mantener una especie de diario en el que anote sus reflexiones sobre diversos temas; parte de ese diario puede ser publicado en la prensa con la autorización del propio camarada Lenin. Esas condiciones externas que subyacen en la redacción de “Cómo reorganizar la Inspección Obrera y Campesina” demuestran que las propuestas contenidas en ese artículo no son motivadas por ninguna complicación en el seno del Comité Central sino por las opiniones generales del camarada Lenin sobre las dificultades que el Partido enfrentará en la época histórica venidera. 

En esta carta estrictamente informativa no abordaremos los posibles peligros de largo alcance que el camarada Lenin apropiadamente plantea en su artículo. Sin embargo, los miembros del Buró Político y del Buró de Organización desean expresar, con total unanimidad y con el fin de evitar cualquier posible malentendido, que en el trabajo del Comité Central no existe absolutamente ninguna circunstancia que proporcione base alguna para temer por una “escisión“. 

La presente aclaración se entrega bajo la forma de una carta estrictamente secreta, en lugar de publicarse en la prensa, para no dar a los enemigos la oportunidad de causar confusión y agitación mediante falsos informes acerca del estado de salud del camarada Lenin. El Comité Central no tiene duda que si alguien en las provincias ha sacado conclusiones alarmantes del artículo del camarada Lenin tal como se señala al principio de esta carta, los comités provinciales no demorarán en orientar correctamente a las organizaciones del Partido. 

Miembros disponibles del Buró Político y del Buró de Organización del Comité Central del Partido Comunista de Rusia: 

Andreyev, Bujarin, Dzerzhinsky, Kalinin, Kámenev, Kuibyshev, Molotov, Rykov, Stalin, Tomsky, Trotsky. 

Moscú, 27 de enero de 1923 

4) El capítulo 3 del libro de Eastman habla sobre el “testamento” de Lenin. 

“Uno de los más solemnes y ponderados pronunciamientos que hayan salido de la pluma de Lenin fue suprimido –en interés del “Leninismo”– por ese triunvirato de “viejos bolcheviques”, Stalin, Zinoviev y Kámenev... Ellos decidieron que podía ser leído y explicado privadamente a los delegados –mantenidos en la burocracia, hay que decirlo– pero no sometido a discusión en el partido como lo mandaba Lenin” [28-29]. 

Considero que el camarada Trotsky también debería refutar esta afirmación de Eastman por ser una maliciosa calumnia. Primero que todo, porque él sabe que el “testamento” de Lenin fue enviado al Comité Central para el uso exclusivo del Congreso del Partido; segundo, porque él sabe que ni Lenin ni la camarada Krupskaya “exigieron”, o en ningún modo propusieron, que el “testamento” sea sujeto de “discusión ante todo el Partido”; tercero, porque él sabe que el “testamento” fue leído a todas las delegaciones al Congreso sin excepción, es decir, a todos los miembros del Congreso sin excepción; cuarto, porque él sabe que cuando el presídium del Congreso preguntó al Congreso en su conjunto si el “testamento” era conocido por todos los miembros del Congreso y si era necesaria alguna discusión, el presídium recibió como respuesta que el “testamento” era conocido por todos y que no había necesidad de discutirlo; quinto, porque él sabe que ni Trotsky ni ningún otro miembro del Congreso presentaron ninguna protesta acerca de posibles irregularidades en el Congreso; sexto, porque él sabe que, en virtud de ello, hablar de supresión del “testamento” significa difamar malévolamente al Comité Central y al XIII Congreso del Partido. 

5) El segundo capítulo del libro de Eastman dice que el “artículo [se refiere al artículo de Lenin sobre la cuestión de las nacionalidades –J. Stalin] que Lenin consideraba de ‘importancia primordial’ y que estableció que fuera leído en una conferencia del partido, pero que constituía un ataque directo contra la autoridad de Stalin y en consecuencia una aprobación de la autoridad de Trotsky, no fue leído en la conferencia del partido. El triunvirato decidió suprimirlo por el bienestar del partido” [23]. 

Considero que el camarada Trotsky debería refutar esta declaración de Eastman por ser claramente difamatoria. Él sabe, primero, que el artículo de Lenin fue leído por todos los miembros del Congreso sin excepción, en una sesión plenaria del Congreso; segundo, que fue nada menos que el camarada Stalin quien propuso la publicación del artículo de Lenin, señalando el 16 de abril de 1923 –en un documento conocido por todos los miembros del Comité Central– que “el artículo del camarada Lenin debe ser publicado en la prensa”; tercero, que el artículo de Lenin acerca del problema de las nacionalidades no fue publicado en la prensa sólo porque el Comité Central no podía dejar de tomar en cuenta que la hermana de Lenin, María Ilinichna, –quien tenía en su poder el artículo de Lenin– no consideraba posible publicarlo en la prensa. La camarada Fotieva, la secretaria personal de Lenin, en un documento especial fechado el 19 de abril de 1923, en respuesta a la propuesta de Stalin de publicar el artículo, dice: “María Ilinichna [la hermana de Lenin –J. Stalin] ha declarado que no se puede imprimir el artículo dado que no existe una orden directa de Lenin para publicarlo; sin embargo, considera posible que los miembros del Congreso tomen conocimiento de él...”. De hecho, agrega la camarada Fotieva, “Vladímir Ilich consideraba que ese artículo no estaba terminado ni listo para ser publicado en la prensa”; cuarto, que la afirmación de Eastman de que el Congreso no fue informado del artículo de Lenin, en consecuencia, calumnia al Partido. 

6) En el segundo capítulo de su libro, Eastman, entre otras cosas, escribe lo siguiente acerca del “testamento” de Lenin: “No existe ningún misterio sobre mi posesión de esta información y de la precedente. Todo está incluido en los documentos oficiales robados por los contrarrevolucionarios y publicados en ruso, en Berlín, en el Sotzialistichesky Viestnik [El heraldo socialista]” [26]. 

Aquí Eastman una vez más falta a la verdad. No fue el “testamento” de Lenin lo que fue publicado en el Sotzialistichesky Viestnik, sino una maliciosa distorsión de él.

Considero que el camarada Trotsky debe pronunciarse sobre esta falsedad. 

7) En el segundo capítulo del libro de Eastman, el camarada Kuibyshev es incorrectamente señalado como un oponente al plan de Lenin delineado en el artículo acerca de la Inspección Obrera-Campesina: “Hasta qué punto se han seguido las políticas esbozadas por Lenin puede ser inferido del hecho de que Kuibyshev... es ahora Comisario del Pueblo de la Inspección Obrera-Campesina y líder de la Comisión Central de Control del partido” [25]. 

En otras palabras, sugiere que cuando el Comité Central y el Congreso del Partido nombraron a Kuibyshev comisario de la Inspección Obrera-Campesina y presidente de la Comisión Central de Control, no pretendían implementar el plan de Lenin sino sabotearlo y hacer que fracasara. 

Considero que el camarada Trotsky debería pronunciarse contra esta declaración difamatoria sobre del Partido porque él sabe que, primero, el plan de Lenin desarrollado en el artículo acerca de la Inspección Obrera-Campesina, fue aprobado por el XII Congreso del Partido; segundo, el camarada Kuibyshev fue y es partidario y promotor de ese plan; tercero, que el camarada Kuibyshev fue elegido presidente de la Comisión Central de Control en el XII Congreso (reelegido en el XIII Congreso) en presencia del camarada Trotsky y sin ninguna objeción de parte del camarada Trotsky o de otros miembros del Congreso; cuarto, el camarada Kuibyshev fue puesto a la cabeza de la Inspección Obrera-Campesina en el pleno del Comité Central del 26 de abril de 1923 en presencia del camarada Trotsky y sin ninguna objeción de su parte. 

8) Eastman afirma en el primer capítulo de su libro: “Cuando Lenin cayó enfermo y fue obligado a retirarse del gobierno, recurrió nuevamente a Trotsky y le pidió que tomara su lugar como Presidente del Soviet de Comisarios del Pueblo y del Consejo de Trabajo y Defensa” [16]. 

Eastman repite lo mismo en el segundo capítulo de su libro: “Él [es decir, el camarada Trotsky –J. Stalin] declinó la propuesta de Lenin de convertirse en la cabeza del gobierno soviético y, de este modo, del movimiento revolucionario mundial” [18]. 

No creo que esta afirmación de Eastman, que por cierto no corresponde a la realidad, pueda dañar al gobierno soviético en modo alguno. Sin embargo, debido al burdo falseamiento de los hechos por parte de Eastman, en un asunto relacionado con el camarada Trotsky, éste también debería hablar contra esta innegable distorsión. El camarada Trotsky sabe que Lenin le propuso no el puesto de presidente del Consejo de Comisarios y del Consejo de Trabajo y Defensa sino el puesto de uno de los cuatro suplentes del presidente del Consejo de Comisarios y del Consejo de Trabajo y Defensa; teniendo en cuenta que ya había designado dos suplentes con anterioridad –los camaradas Rykov y Tsiurupa– y que contemplaba nombrar un tercero –el camarada Kámenev. He aquí el correspondiente documento firmado por el camarada Lenin: 

Al Secretario General del Comité Central, camarada Stalin. Dado que el camarada Rykov ha salido de vacaciones antes del retorno de Tsiurupa (que se espera que regrese el 20 de setiembre), y que los doctores me prometen (por supuesto, sólo en el caso de que nada malo pase) un regreso al trabajo (al principio bastante limitado) para el 1 de octubre, creo que es imposible sobrecargar al camarada Tsiurupa con todo el trabajo en curso, por lo que propongo nombrar dos suplentes más (suplente del presidente del Consejo de Comisarios y suplente del presidente del Consejo de Trabajo y Defensa), esto es, camaradas Trotsky y Kámenev. Distribuyan el trabajo entre ellos con mi despacho y, por supuesto, con el Buró Político como la más alta autoridad. 11 de setiembre de 1922. V. Uliánov (Lenin).

El camarada Trotsky sabe que no hubo otros ofrecimientos de parte del camarada Lenin relativo a su nombramiento a la jefatura del Consejo de Comisarios o del Consejo de Trabajo y Defensa, ni antes ni ahora. Lo que el camarada Trotsky declinó, no fue el puesto de presidente del Consejo de Comisarios o del Consejo de Trabajo y Defensa sino el puesto de uno de los cuatro suplentes del presidente. El camarada Trotsky sabe que el Buró Político votó la propuesta de Lenin de este modo: a favor de la propuesta de Lenin estuvieron Stalin, Rykov, Kalinin; los que se abstuvieron fueron Tomsky y Kámenev; y el camarada Trotsky se “rehusó categóricamente”; (Zinoviev estuvo ausente). El camarada Trotsky sabe que el Buró Político aprobó la siguiente resolución sobre este asunto: “El Buró Político del Comité Central lamenta y toma nota de la categórica negativa del camarada Trotsky y propone al camarada Kámenev que asuma todos los deberes de suplente hasta el regreso del camarada Tsiurupa”. 

Como se puede apreciar, los falseamientos realizados por Eastman son evidentes. 

Estas son, a mi juicio, los ocho puntos ineludibles, los falseamientos más comunes de Eastman, que el camarada Trotsky está obligado a refutar si no desea justificar con su silencio los ataques difamatorios y objetivamente contrarrevolucionarios contra el Partido y el gobierno soviético. 

En relación con esto, someto la siguiente propuesta al Buró Político: 

PROPONGO QUE EL CAMARADA TROTSKY SE DESVINCULE RESUELTAMENTE DE EASTMAN Y HAGA UNA DECLARACION A LA PRENSA CON UN RECHAZO CATEGORICO DE, POR LO MENOS, LOS FALSEAMIENTOS DESCRITOS EN LOS OCHO PUNTOS ANTES MENCIONADOS. 

El perfil político general de Eastman, que aún se llama así mismo comunista, difícilmente se diferencia del perfil de otros enemigos del PCR [Partido Comunista de Rusia] y del gobierno soviético. En su libro, caracteriza al Congreso del PCR de nada menos que de “implacable” e “insensible burocracia”, al Comité Central como a una “banda de embusteros” y “usurpadores”, a la promoción leninista (en el que 200,000 proletarios se unieron al Partido) como una maniobra burocrática del Comité Central contra la oposición, y al Ejército Rojo como a un conglomerado “roto en mil pedazos” y “carente de capacidad defensiva”. Estos hechos nos dicen claramente que en sus ataques contra el proletariado ruso y su gobierno, contra el Partido del proletariado y su Comité Central, Eastman ha superado a los contrarrevolucionarios corrientes y a los conocidos charlatanes de la Guardia Blanca. Nadie, excepto los charlatanes de la contrarrevolución, ha hablado nunca del PCR y del gobierno soviético en el lenguaje que el “amigo” del camarada Trotsky, el “comunista” Eastman, se permite utilizar. Sin duda el Partido Comunista de los Estados Unidos y la Tercera Internacional evaluarán apropiadamente las excepcionales proezas del Sr. Eastman. 

José Stalin

17 de junio de 1925 

Tomado de: Lih, Naumov & Khlevniuk (editores), Stalin’s Letters to Molotov (Yale University Press, 1995, pp. 70-82).
Traducción libre de Diego Ríos.
Nota: El título de esta carta es nuestro.