jueves, 27 de marzo de 2014

China es el principal acreedor individual de los Estados Unidos. ¿Qué pasaría si China reduce sus tenencias de bonos norteamericanos?


La desaparición del campo socialista condujo a la reunificación de todos los países del mundo en un mercado mundial único, con el imperialismo norteamericano como potencia dominante. Durante casi un cuarto de siglo, hasta su desintegración en 1991, la URSS socialimperialista trató de arrebatarle a Estados Unidos la hegemonía del campo imperialista. Su colapso –que fue el colapso del capitalismo restaurado en ése y otros países ex socialistas– consolidó la culminación del retorno al mercado mundial único bajo el sistema capitalista, revirtiendo el proceso iniciado por la Revolución de Octubre de 1917 – en el que Rusia y posteriormente otros países se separaron del sistema capitalista mundial, formaron el campo socialista y dieron lugar a la existencia paralela de dos mercados mundiales opuestos.
 
En particular, la desintegración de la URSS socialimperialista, llevó a una carrera entre los distintos imperialismos occidentales –también compitiendo o aliándose con los restos de la burguesía soviética que buscaba adaptarse a las nuevas condiciones– para llenar los espacios que había dejado la implosión del capitalismo monopolista de Estado soviético (en su forma de capitalismo burocrático en su máxima expresión). La integración más estrecha de los mercados –ahora “libres”– de los países del ex bloque soviético en el mercado mundial liderado por Estados Unidos, dio solidez a la “inexorable” tendencia a la globalización en todos los aspectos en que se encontraban inmersos los países del mundo. La incorporación “sin traumatismos” de la China capitalista y otros países ex socialistas en el mercado mundial único contribuyeron a dar forma al nuevo escenario para la lucha de clases internacional y para la contienda interimperialista.
 
En ese nuevo escenario, los capitales han ido de un lugar a otro en el mundo, casi sin restricciones, extendiendo el entrecruzamiento de capitales entre los distintos países del mundo, particularmente entre los distintos países imperialistas. En la Rusia y la China de hoy existen capitales norteamericanos, ingleses, franceses, alemanes, etc., de la misma forma en que capitales rusos y chinos se encuentran afincados en Estados Unidos y en países europeos. Un hecho conocido y muy notable en las dos últimas décadas han sido las grandes proporciones de comercio exterior y capitales chinos que han llegado a diferentes rincones del mundo. China cuenta con ingentes reservas que necesita invertir y busca lugares que puedan absorber sus enormes capitales. Por otro lado, otro hecho conocido y notable es la reciente condición de Estados Unidos como el país más endeudado del mundo, debido a su necesidad de cubrir su creciente déficit en cuenta corriente. Estos dos países imperialistas compiten ostensiblemente por fuentes de materias primas y por mercados para sus productos en el mundo. Esa competencia es feroz y sin tregua. Sin embargo, ésta no ha sido óbice para que China invierta sus reservas internacionales en valores públicos y privados de los Estados Unidos, y tampoco ha sido un impedimento para que Estados Unidos acepte a China como su principal acreedor individual.  
 
No obstante, los volúmenes de deuda y capital involucrados son tan altos que existe la preocupación, en Estados Unidos, sobre los riesgos de tener como el principal acreedor a uno de sus más importantes competidores, y, en China, sobre la seguridad y estabilidad de sus cuantiosas inversiones en activos norteamericanos.

Los cinco primeros tenedores
de valores del Tesoro de los EEUU
(A junio de 2013)
 
 
Total en poder de extranjeros

(miles de millones US$)

Participación en el total de tenencias extranjeras

(%)

China

1,275.8

22.8

Japón

1,038.4

19.3

Centros Bancarios del Caribe

290.8

5.2

Exportadores de

Petróleo

256.8

4.6

Brasil

253.7

4.5

Total de Tenencias

Extranjeras

5,600.6

100.0
Fuente: US Departament of Treasury, “Major Foreign Holders of Treasury Securities Holdings”, 15 de agosto de 2013.
 

Veamos los números correspondientes a la deuda pública de los Estados Unidos al cierre de 2012: 

·         La deuda pública de los Estados Unidos alcanzó la cifra de US$ 16.4 billones.
·         De ese total, US$ 5.7 billones estaba en manos de extranjeros, casi el 35%.
·         China era titular de US$ 1.2 billones en valores del Tesoro de los Estados Unidos, es decir, del 7.3% de la deuda pública total (y 21.9% de las tenencias en manos extranjeras). Una cifra fabulosa para un solo tenedor. Desde 2009, China es el principal tenedor de bonos del Tesoro, desbancando a Japón.
·         Por concepto de intereses sobre sus valores del Tesoro norteamericano, China recibió US$ 113.4 millones. Un monto muy bajo en comparación con la magnitud de la inversión. 
 
Ampliando la perspectiva, veamos ahora las inversiones extranjeras totales en activos norteamericanos, es decir, sumando todos los valores públicos y privados, expresados en acciones, bonos y obligaciones. Utilizando la información disponible a junio de 2012, se tiene: 
 
·         Las inversiones extranjeras en valores públicos y privados de los Estados Unidos ascendieron a US$ 13.26 billones. Los bonos del Tesoro representaron el 35.2% de las tenencias extranjeras en valore norteamericanos.
·         El total de las inversiones chinas en valores norteamericanos alcanzó la cantidad de US$ 1.6 billones, lo que representó el 12% del total de valores en manos extranjeras.
·         Las inversiones chinas se concentraron principalmente en bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que representaron el 71.5% del total de inversiones chinas en valores norteamericanos.
·         Como referencia, es importante señalar que Japón fue el principal inversionista en valores públicos y privados norteamericanos, con US$ 1.8 billones, superando a China en ese periodo. De esa cifra, los bonos del Tesoro representaron el 57.1%. 
 
La adquisición de valores norteamericanos por parte de China tuvo un crecimiento impresionante en una sola década, de la mano del crecimiento también espectacular de las reservas internacionales chinas. Estas reservas subieron de US$ 291 mil millones (US$ 0.29 billones) en 2002 a US$ 3.34 billones en 2012, esto es, un crecimiento de 1,052% en diez años. 
 
China: Reservas Internacionales y Tenencias de Valores Públicos y Privados Norteamericanos, 2002-2012
(miles de millones US$)
 
 
Fuente: US Treasury Department, “Report on Foreign Portfolio Holdings of US Securities as of June 30, 2012”, abril de 203. 
 
El gráfico muestra que las tenencias chinas de valores norteamericanos, públicos y privados, subieron de US$ 181 mil millones (US$ 0.18 billones) en 2002 a US$ 1.6 billones en 2012, verificándose un incremento de 784%. Estas inversiones, sobre todo en bonos del Tesoro norteamericano, no se detuvieron ni disminuyeron, en términos absolutos, en los peores momentos de la reciente crisis capitalista que se manifestó desde 2007. Sin embargo, el ritmo de crecimiento ha venido disminuyendo durante los últimos años, hasta registrarse una caída en términos absolutos en 2012, a pesar del aumento de las reservas. Es posible que parte de la baja en las compras china se explique por la preocupación de los dirigentes chinos sobre la seguridad de sus inversiones en Estados Unidos, ante el endeudamiento desmesurado del imperialismo norteamericano. Todo acreedor se preocupa cuando el deudor pide más y más préstamos a todo el mundo, y se pregunta si podrá recuperar su capital. Un capital –sus reservas internacionales– edificado indudablemente sobre la base de la explotación de la clase obrera y el pueblo chinos. Y esto no es retórica.
 
Por su parte, los círculos imperialistas norteamericanos también se preguntan si China utilizará como arma su gigantesca tenencia de valores norteamericanos para desestabilizar la economía de Estados Unidos. Por supuesto, esta posibilidad no la descarta ninguno de los imperialismos. Una prueba de ello es el ensayo “China’s Holdings of U.S. Securities: Implications for the U.S. Economy” del servicio de estudios del Congreso de los Estados Unidos, de agosto de 2013.  
 
La evaluación que se hace del comportamiento de la economía, los mercados y los agentes económicos norteamericanos ante una eventual venta masiva de bonos del Tesoro en manos de los chinos, es positiva, según los autores del ensayo. A fin de cuentas, la economía y los mercados norteamericanos tendrían la fortaleza y la capacidad de absorber una maniobra china en ese sentido. Lo que no toma en cuenta, para nada, ese ensayo es el golpe a los salarios, las condiciones de vida, al empleo, etc. de la clase obrera que infligirían los vaivenes en la lucha entre los capitales monopolistas de ambos países.  
 
Es interesante advertir en el ensayo esa constante en la burguesía y sus intelectuales de un país, de apuntar con el dedo acusador situaciones, condiciones y medidas propias del sistema capitalista, cuando se dan en otro país que difiere en grado de desarrollo. Por ejemplo, señalar “inadvertidamente” que la tasa de ahorro de los chinos es alta porque su consumo es bajo y sus condiciones de vida no son adecuadas (“falta de una red de seguridad social”) debido a que se ven obligados a ahorrar para prever problemas económicos y de salud futuros que no podrían afrontar con sus ingresos regulares, igualmente bajos. Esos salarios bajos, que explican altas cuotas de plusvalía, son el secreto del milagro chino. Otro factor importante que se señala es la política del gobierno imperialista chino de mantener artificialmente subvaluado al reminbí o yuan (no es lo mismo pero es igual) frente al dólar y otras monedas fuertes. Esta subvaluación (de la que Estados Unidos se queja todo el tiempo) le permite a China mantener baratos sus productos de exportación y encarecer las importaciones de productos extranjeros. Los salarios de los trabajadores chinos son de por sí bastante bajos, pero la subvaluación de la moneda china hace aún más barata la fuerza de trabajo china comparada a niveles internacionales (factor importante para la cuota de plusvalía).  
 
Eso explica, en parte, que la balanza comercial china sea superavitaria en relación con las otras potencias imperialistas, especialmente Estados Unidos. Por su parte, la alta tasa de ahorro interno le permite a China no buscar fuentes de financiamiento de su presupuesto en el exterior, es decir, no recurrir al endeudamiento externo, por lo que su balanza en cuenta corriente ha sido superavitaria durante los últimos diez años, como se aprecia en el gráfico adjunto, apilando reservas internacionales año tras año. 
 
Sin embargo, los grandes montos de reservas internacionales, expresión de la plusvalía obtenida y resultado de la inclemente explotación de la clase obrera y el pueblo chinos, tienen que ser colocados o invertidos. Estados Unidos le ha ofrecido a China el mercado de valores capaz de absorber las ingentes cantidades de capitales que tiene y le ha permitido –como capitalista colectivo– sumarse a los parásitos que viven del “corte del cupón”. China tiene además otro interés en comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos: que el consumo norteamericano por productos chinos no decaiga. Al comprar bonos del Tesoro norteamericano, China le presta grandes cantidades de dinero que Estados Unidos necesita para financiar sus inversiones, sus importaciones, sus necesidades presupuestales y el servicio de su deuda; en última instancia para que  Estados Unidos pueda seguir financiando su posición negativa en el comercio entre los dos países, y continúe comprando productos chinos. A su vez, la importante demanda china por bonos del Tesoro norteamericano contribuye a mantener bajas las tasas de interés en Estados Unidos, lo que a su vez fomenta el crédito que facilita el consumo de la población y las empresas norteamericanas. 
 
Lo indicado hasta aquí contribuye a entender las relaciones económicas, políticas y diplomáticas entre China y Estados Unidos durante el último decenio; pero de ninguna manera explica por sí solo ni agota la base económica de esas relaciones. 
 
Las potencias imperialistas vienen preparándose para un nuevo reparto del mundo mediante la guerra. Este fue postergado por la desintegración de la URSS. Pero, cuando Estados Unidos y sus aliados más cercanos creían que el mundo se les ofrecía en bandeja de plata, se produjo la recuperación parcial de Rusia y el avance de China. Y en la primera década de este siglo, estas dos últimas potencias se han revelado como serios contendores que aspiran a la hegemonía mundial, y con sus fuerzas en ascenso le pelean palmo a palmo a los viejos imperialismos las fuentes de materias primas, los mercados, las zonas de influencia. Las contradicciones interimperialistas se están agudizando y lo hacen en una situación internacional en que la lucha revolucionaria de la clase obrera, los pueblos y las naciones oprimidas está en ascenso en todo el mundo, incluso en los países imperialistas europeos. 
 
Es importante, por eso, estudiar la política de los bloques imperialistas, sus relaciones económicas y diplomáticas. Lenin decía, en su lucha contra el oportunismo socialchovinista, en la Primera Guerra Mundial:  
 
“La política auténtica de ambos grupos de los mayores gigantes capitalistas… practicada durante una serie de décadas anteriores al conflicto, debe ser estudiada y comprendida en su conjunto. Si no lo hiciéramos así, olvidaríamos la exigencia principal del socialismo científico y de toda la ciencia social en general y, además, nos privaríamos de la posibilidad de comprender nada de la guarra actual… Si no habéis estudiado la política practicada por ambos grupos de potencias beligerantes durante decenios… ¡si no habéis demostrado la ligazón de esta guerra con la política precedente, no habéis entendido nada de esta guerra! 
 
…[la historia económica, la historia diplomática de varias decenas de años] es la única que nos brinda el camino hacia la solución acertada del problema de la guerra y os lleva a la conclusión de que esta guerra es también producto de la política de las clases que se han enzarzado en ella, de los dos mayores gigantes, que mucho antes del conflicto habían envuelto a todo el mundo, a todos los países, con las redes de su explotación financiera, y se habían repartido el mundo en el terreno económico. Tenían que chocar porque el nuevo reparto de ese dominio se había hecho inevitable desde el punto de vista del capitalismo.” 
 
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Publicamos a continuación extractos del citado ensayo del servicio de estudios del Congreso de los Estados Unidos, en la parte en que se consideran los efectos de una posible maniobra china por deshacerse –vendiendo sus tenencias– de bonos del Tesoro de los Estados Unidos.
 
 
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¿Qué pasaría si China reduce sus tenencias de valores norteamericanos? 55
Wayne M. Morrison y Marc Labonte
(Agosto de 2013)
 
Como ilustran los datos anteriores, China ha acumulado grandes tenencias de activos norteamericanos en los últimos años. Esta acumulación es el resultado de préstamos tomados por EE.UU. para financiar su enorme déficit comercial con China (la brecha entre las exportaciones norteamericanas y las importaciones chinas). Asumiendo que los otros factores permanecen constantes, las compras de activos estadounidenses que realiza el gobierno chino aumenta la demanda de esos activos estadounidenses, lo que reduce las tasas de interés en Estados Unidos. 
 
¿Qué podría pasar si China no compra más valores norteamericanos y/o trata de vender una parte significativa de sus tenencias en dólares? 
 
Si China interrumpe su compra de valores norteamericanos, Estados Unidos necesitará de otros inversionistas (nacionales y extranjeros) para llenar el vacío. Estos inversionistas presumiblemente requerirán tasas de interés más altas que las que prevalecen hoy en día, para ser tentados a comprarlos. En 2007, un economista estimó que la salida de China de los valores norteamericanos de largo plazo podría elevar las tasas de interés de Estados Unidos por hasta 50 puntos porcentuales [56]. Tasas de interés más altas causarían una disminución en el gasto de inversión y en otros gastos sensibles a las tasas de interés. Asumiendo que los otros factores permanecen constantes, la reducción de las tenencias chinas de valores del Tesoro provocaría una caída de la demanda externa global de activos estadounidenses, lo que conduciría a la depreciación del dólar. Con la pérdida de valor del dólar, el déficit comercial de Estados Unidos se reduciría, como resultado de la caída en los precios de sus exportaciones y del alza en los precios de los productos que importa [57]. La magnitud de estos efectos dependerá de la cantidad de títulos norteamericanos que China venda; reducciones modestas no tendrían efectos significativos en la economía norteamericana debido al gran tamaño de los mercados financieros de Estados Unidos.

Según datos a junio de 2012, China tiene cerca de 1,6 billones de dólares de valores públicos y privados de los Estados Unidos (en su mayoría de títulos del Tesoro de EE.UU.). Cualquier reducción en esas tenencias de valores norteamericanos tendría un efecto potencialmente grande. Si hubiera una gran reducción de existencias, el efecto sobre la economía norteamericana dependería de si la reducción fue gradual o súbita [58]. Cabe subrayar que la teoría económica sugiere que una reducción lenta del déficit comercial y del dólar no sería problemática para la economía en general. En realidad, un lento declive podría incluso tener un efecto expansivo sobre la economía, si la disminución del déficit comercial tuviera un efecto estimulante sobre la demanda agregada en el corto plazo que superara el efecto de la disminución de la inversión y otros gastos sensibles al interés resultantes de una mayor tasa de interés. La experiencia histórica parece confirmar esto: a finales de la década de 1980, el dólar cayó cerca de 40% en términos reales mientras que el déficit comercial se reducía continuamente, bajando de 2,8% del PIB en 1986 a casi cero durante la década de 1990. No obstante, el crecimiento económico fue fuerte durante la década de 1980.
 
 
En cambio, si China decidiera reducir significativa y bruscamente sus activos financieros líquidos de los Estados Unidos, habría un problema potencialmente serio en el corto plazo. El efecto podría verse agravado si esta acción provoca una reacción financiera (o pánico) más generalizada, en el que todos los extranjeros reaccionaran reduciendo sus tenencias de activos norteamericanos. El efecto inicial sería una depreciación súbita e importante del valor del dólar (ya que aumentaría la oferta de dólares en el mercado de divisas) y un aumento repentino y considerable en la tasa de interés en Estados Unidos, dado que desaparecería de los mercados financieros una importante fuente de financiamiento de la inversión y del déficit presupuestal. La depreciación del dólar, por sí sola, no causaría una recesión, porque en definitiva conduciría a un superávit comercial (o a un menor déficit) que expandiría la demanda agregada [59]. (La evidencia empírica sugiere que los efectos totales de una variación en el tipo de cambio sobre los bienes transados toman tiempo, por lo que el dólar podría “superar” su consiguiente nivel de depreciación a fin de lograr un ajuste significativo de los flujos comerciales en el corto plazo) [60].
 
Sin embargo, un aumento repentino en la tasa de interés puede entorpecer los efectos sobre el comercio y causar (o empeorar) una recesión. Aumentos grandes en la tasa de interés pueden causar problemas a la economía norteamericana, porque esos aumentos reducen el valor de mercado de los títulos de deuda, provocando una caída de precios en el mercado de valores, socavando una intermediación financiera eficiente, y poniendo en peligro la solvencia de los diferentes deudores y acreedores. Los recursos no podrían moverse lo suficientemente rápido, de los sectores sensibles a la tasa de interés hacia los sectores exportadores, para que esta transición sea fluida. La Reserva Federal puede mitigar el alza de las tasas de interés mediante la reducción de la tasa de interés a corto plazo, aunque esta reducción pueda influir en la tasa de largo plazo sólo indirectamente, y pueda empeorar la depreciación del dólar y aumentar la inflación. En marzo de 2007, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, declaró en una carta al senador Shelby que “debido a que las tenencias extranjeras de bonos del Tesoro de EE.UU. representan sólo una pequeña parte del total de la deuda del mercado crediticio estadounidense en circulación, los mercados de crédito de Estados Unidos son capaces de absorber sin grandes dificultades cualquier cambio en las colocaciones en el extranjero” [61]. 
 
Los mercados financieros norteamericanos han experimentado trastornos excepcionales desde agosto de 2007. El siguiente año, el dólar bajó casi 8% en términos ajustados a la inflación – un descenso que no era, por sí mismo, perjudicial. Pero a medida que, en el 2008, la crisis se profundizó y se extendió al resto del mundo, el valor del dólar comenzó a subir. La tasa de interés de los bonos del Tesoro de Estados Unidos cayó a casi cero, reflejando un exceso de demanda de los inversionistas. Otras tasas de interés también se mantuvieron bajas, pese a que para algunos estuvo restringido el acceso al crédito. Aunque los datos completos no estarán disponibles durante algún tiempo, una “parada súbita” de los flujos de capital no parece haber sido una característica de la crisis. Los problemas experimentados por los mercados financieros norteamericanos en los últimos años han sido considerados ampliamente como acontecimientos “únicos en la vida”. Si estos sucesos no lograron provocar que China y otros países se alejaran súbitamente de los activos estadounidenses y de una corrección del déficit en cuenta corriente, es difícil imaginar qué cosa puede provocarlo. 
 
Tenencias chinas de valores norteamericanos en el contexto de los desequilibrios mundiales 
Muchos economistas sostienen que las preocupaciones sobre las tenencias chinas de valores norteamericanos son parte de un problema más amplio relacionado con los “desequilibrios globales”: la idea de que grandes diferencias en el ahorro y la inversión entre los dos países se han manifestado en grandes desequilibrios comerciales. Para la economía de los EE.UU., este problema se manifiesta concretamente en su baja tasa de ahorro y, por lo tanto, en su dependencia del ahorro exterior para financiar sus necesidades de inversión y los déficits presupuestales federales. El gran déficit en cuenta corriente de los EE.UU. (manifestación de la gran brecha ahorro/inversión) no puede sostenerse indefinidamente porque la deuda externa neta de EE.UU. no puede aumentar indefinidamente más rápido que el PIB. El déficit en cuenta corriente de EE.UU. como porcentaje del PIB pasó de un máximo de 6,0% en 2006 a 2,7% en 2009 (en gran parte debido a los efectos de la desaceleración de la economía mundial). Se elevó a 3,0 % en 2010 y se ha mantenido alrededor de ese nivel hasta 2012. El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que esta cifra se reducirá a 2,9 % en 2013, pero luego se elevará en los próximos cinco años hasta 3,5% en el 2018 (todavía muy por debajo de su máximo histórico) [62]. En este sentido, un movimiento de China hacia una política monetaria y de control de capitales más flexible reduciría la necesidad del gobierno chino de comprar valores norteamericanos (en particular, los títulos del Tesoro), pero podría resultar en una mayor inversión privada china en valores norteamericanos (en particular, valores del sector privado). 
 
Algunos economistas advierten que en algún momento los inversionistas extranjeros pueden considerar que el creciente nivel de la deuda exterior norteamericana es insostenible o más riesgosa, o pueden estimar que los valores norteamericanos ya no ofrecen el mejor retorno de su inversión; en consecuencia, van trasladar los fondos de inversión fuera de los activos estadounidenses, forzando así una subida en las tasas de interés en EE.UU. para atraer el capital extranjero necesario. Esto puede dar lugar a mayores tasas de interés y a tasas de inversión más bajas, asumiendo que todo lo demás permanece igual, lo que puede reducir el crecimiento a largo plazo [63]. La dependencia de gobiernos extranjeros, como China, para financiar el déficit en cuenta corriente de EE.UU. (que incluye el déficit comercial de bienes) mediante el aumento de sus reservas internacionales, puede postergar el proceso de ajuste necesario. De este modo, se argumenta, Estados Unidos debe aumentar su nivel de ahorro en el largo plazo con el fin de reducir su vulnerabilidad frente a un posible alejamiento de los inversionistas extranjeros con respecto a los activos estadounidenses. Queda por ver si este proceso de ajuste comenzó en Estados Unidos en 2008, o si el aumento del ahorro privado y la disminución del déficit en cuenta corriente fue sólo una respuesta temporal a la recesión. Algunos economistas sostienen que, a pesar de que la baja tasa de ahorro de los EE.UU. es un problema, el déficit en cuenta corriente y el alto nivel de flujo de capital extranjero a los Estados Unidos son también reflejo de la fortaleza de la economía norteamericana y de su atractivo como destino de la inversión extranjera; y, en consecuencia, descartan la posibilidad de que los inversionistas extranjeros muevan repentinamente su capital a otro lugar [64]. 
 
Algunos economistas consideran la compra de valores norteamericanos por parte de China como un tipo de subsidio que se transfiere de los ahorristas chinos a los consumidores y prestatarios norteamericanos en la forma productos chinos a bajo costo y de menores tasas de interés en Estados Unidos. Ese subsidio ayuda a impulsar el consumo norteamericano de productos chinos, que sostiene a las industrias de exportación de China. Sin embargo, el subsidio se da a expensas de los consumidores y de las industrias no exportadoras chinos, en gran parte porque el subvaluado reminbí chino hace las importaciones más caras de lo que serían si el reminbí fuera una moneda flotante [65]. La falta de una red de seguridad social obliga a los trabajadores chinos a ahorrar una parte significativa de sus ingresos. Ese ahorro es utilizado indirectamente por el gobierno chino para financiar las compras de valores norteamericanos. 
 
Según informes, las compras y tenencias chinas de valores norteamericanos han sido objeto de controversia en China, de acuerdo con algunos medios de comunicación, muchos de los cuales citan quejas, entre algunos bloggers chinos en Internet, sobre la baja rentabilidad de las inversiones chinas de sus reservas internacionales. Muchos analistas (incluyendo algunos en China) han puesto en duda la sabiduría de la política de inversión de un gran nivel de reservas internacionales en valores del gobierno norteamericano que ofrecen una tasa de rentabilidad relativamente baja, mientras China tiene enormes necesidades de desarrollo en casa. Se dice que un blogger chino escribió: “El pueblo chino trabaja muy duro, día tras día, el entorno económico es muy bueno, pero los medios de vida de las personas no son tan grandes – resulta que se debe a que el gobierno está apretando los cinturones del pueblo para prestar dinero a los Estados Unidos” [66]. Algunos analistas chinos han argumentado que los problemas de deuda en Europa y Estados Unidos disminuirá la demanda de productos chinos, y que la depreciación del dólar bajará el valor de los activos en dólares de China. Por lo tanto, argumentan, China tendrá que acelerar sus reformas económicas con el fin de impulsar el consumo interno (incluido el aumento de las importaciones), reducir su dependencia de la exportación para el crecimiento económico, y disminuir o reducir las reservas y las tenencias chinas de valores de Estados Unidos. 
 
La contribución de China a los desequilibrios mundiales se realiza a través de su alta tasa de ahorro y el superávit en su cuenta corriente. Si China consumiera más y ahorrara menos, tendría menos capital para invertir en el extranjero, incluyendo los Estados Unidos. Por lo tanto, si Estados Unidos no reduce su dependencia del ahorro externo para sus necesidades de inversión, pero China sí reduce sus inversiones en activos norteamericanos, Estados Unidos necesitará obtener inversión de otros países, lo que traerá una subida en las tasas de interés en EE.UU.
 
Fuente: Wayne M. Morrison & Marc Labonte, “China’s Holdings of U.S. Securities: Implications for the U.S. Economy”, Congressional Research Service, 19 de agosto de 2013.
 
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Gabriel Lara Blásquez.
 

 

domingo, 23 de marzo de 2014

El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional


Lenin
(1915)
 
 
Es aleccionador comparar la actitud de las distintas clases y partidos ante la bancarrota de la Internacional manifestada por la guerra en 1914-1915. Por una parte, la burguesía ensalza y pone por las nubes a los socialistas que propugnan “la defensa de la patria”, es decir, que están a favor de la guerra y de ayudar a la burguesía. Por otra parte, los representantes más sinceros o menos diplomáticos de la burguesía se regocijan de la bancarrota de la Internacional, de la pérdida de las “ilusiones” en el socialismo. Entre los socialistas “defensores de la patria” se registran esos dos mismos matices: los “extremistas”, como los alemanes G. Kolb y W. Heine, reconocen la bancarrota de la Internacional, achacan las culpas a las “ilusiones revolucionarias” y procuran reconstituir una Internacional más oportunista aún. Pero, en la práctica, coinciden con los “moderados” y prudentes socialistas “defensores de la patria” del tipo de Kautsky, Renaudel y Vandervelde que se obstinan en negar la bancarrota de la Internacional, que la creen sólo en un suspenso temporal y abogan por la vitalidad y el derecho a la existencia precisamente de la II Internacional. Los socialdemócratas revolucionarios de los distintos países reconocen la bancarrota de la II Internacional y la necesidad de fundar la Tercera.
 
Para ver quién tiene razón, tomemos un documento histórico que se refiere justamente a la guerra actual y está firmado con carácter unánime y oficial por todos los partidos socialistas del mundo. Este documento es el Manifiesto de Basilea de 1912. Es de notar que, en teoría, ningún socialista se atreverá a negar la necesidad de emitir una evaluación histórica concreta de cada guerra por separado. Mas hoy no hay nadie, excepto los escasos socialdemócratas “izquierdistas”, que se atreva a retractarse directa, abierta y concretamente del Manifiesto de Basilea y declararlo erróneo, así como a analizarlo a fondo y comparar sus planteamientos con la conducta de los socialistas después de haber comenzado la guerra.
 
¿Por qué? Pues porque el Manifiesto de Basilea denuncia sin piedad toda la falacia de los razonamientos y de la conducta de la mayoría de los socialistas oficiales. ¡¡Este manifiesto no dice una sola palabreja de la “defensa de la patria” ni de diferencias entre guerra ofensiva y guerra defensiva!! Ni una palabra de lo que más hablan, gritan y claman los jefes oficiales de la socialdemocracia tanto de Alemania como de la Cuádruple Entente. El Manifiesto de Basilea enjuicia con exactitud, claridad y determinación completas justamente los conflictos concretos de intereses que llevaban a la guerra en 1912 y la desencadenaron en 1914. El manifiesto dice que estos conflictos brotan del terreno del “imperialismo capitalista”, que los conflictos entre Austria y Rusia son por la “preponderancia en los Balcanes”; que los conflictos entre Inglaterra, Francia y Alemania proceden de su (¡de todas ellas!) “política de conquistas en Asia Menor”; que los conflictos entre Austria e Italia se deben a la propensión a “incluir a Albania en la esfera de su influencia” y a someterla a su “dominación”; que los conflictos entre Inglaterra y Alemania son debidos a su “antagonismo” general y, luego, a “los atentados del zarismo a Armenia, Constantinopla, etc.”. Todo el mundo ve que eso se refiere por entero precisamente a la guerra actual. El franco carácter de conquista, imperialista, reaccionario y avasallador de esta guerra está reconocido con meridiana claridad en el manifiesto que ha hecho una deducción ineludible: La guerra no puede “justificarse con la mínima excusa de interés popular de ninguna índole”, la guerra se está preparando “en aras de las ganancias de los capitalistas y de ambiciones dinásticas”; por parte de los obreros “será un crimen disparar los unos contra los otros”.
 
Estos planteamientos contienen todo lo esencial que se precisa para que se comprenda la diferencia cardinal existente entre dos grandes épocas de la historia. Una, la de 1789-1871, cuando las guerras de Europa estaban relacionadas en la mayoría de los casos, indudablemente, con un importante “interés popular”, a saber: con los poderosísimos movimientos progresistas burgueses y de liberación nacional que atañían a millones, con la destrucción del feudalismo, del absolutismo y de la opresión extranjera. En este terreno, y sólo en él, surgió el concepto de “defensa de la patria”, defensa de la nación burguesa que se emancipaba contra el medievo. Sólo en este sentido aceptaban los socialistas la “defensa de la patria”. Y ahora, en este sentido, no se puede menos de admitir, por ejemplo, la defensa de Persia o China contra Rusia o Inglaterra, de Turquía contra Alemania o Rusia, de Albania contra Austria, Italia, etc.
 
La guerra de 1914-1915, como se dice con claridad en el Manifiesto de Basilea, pertenece a una época distinta por completo de la historia, presenta un carácter diferente por entero. Es una guerra entre bandidos por el reparto del botín, por el sojuzgamiento de otros países. La victoria de Rusia, Inglaterra y Francia será la asfixia de Armenia, Asia Menor, etc., lo cual está dicho en el Manifiesto de Basilea. La victoria de Alemania será la asfixia de Asia Menor, Serbia, Albania, etc. ¡Eso está dicho allí mismo y reconocido por todos los socialistas! ¡Son falsas, hipócritas y carecen de sentido todas las frases que se digan sobre la guerra defensiva o la defensa de la patria por parte de las grandes potencias (léase grandes bandoleros) que se baten por dominar en el mundo, por conquistar mercados y “esferas de influencia”, por sojuzgar a otros pueblos! No tiene nada de extraño que los “socialistas” que admiten la defensa de la patria teman recordar y citar con exactitud el Manifiesto de Basilea, ya que éste descubre su hipocresía. El Manifiesto de Basilea demuestra que los socialistas que pueden admitir la “defensa de la patria” en la guerra de 1914-1915 son socialistas solo de palabra, pero patrioteros de hecho. Son socialchovinistas.
 
De reconocer que la guerra está relacionada con los intereses de la liberación nacional, se desprende una táctica de los socialistas. De admitir que la guerra es imperialista, que es una guerra de conquista y rapiña, se desprende otra táctica. El Manifiesto de Basilea ha trazado claramente esta otra táctica. La guerra provocará una “crisis económica y política”, se dice en él. Esta crisis hay que “utilizarla” para “acelerar la caída de la dominación del capital”: en estas palabras se reconoce que la revolución social ha madurado que es posible hacerla, que estallará con motivo de la guerra. “Las clases dominantes” temen “la revolución proletaria” dice el manifiesto, aludiendo directamente al ejemplo de la Comuna y del año 1905, es decir, a los ejemplos de revoluciones, huelgas y guerra civil. Mienten quienes dicen que los socialistas “no han discutido” ni “decidido” su actitud ante la guerra. El Manifiesto de Basilea decidió esta táctica: la táctica de las acciones revolucionarias del proletariado y de la guerra civil.
 
Sería un error creer que el Manifiesto de Basilea es una perorata huera, una frase oficial, una amenaza gratuita. ¡Así pueden hablar quienes se ven descubiertos por dicho manifiesto! ¡Pero eso no es verdad! El Manifiesto de Basilea es un resumen de gigantescos datos de propaganda y agitación de todo el período de existencia de la II Internacional, desde 1889 hasta 1914. Este manifiesto resume, sin exagerar, millones y millones de proclamas, artículos periodísticos, libros y discursos de socialistas de todos los países. Declarar erróneo este manifiesto es declarar errónea toda la II Internacional, toda la labor de decenios y decenios de los partidos socialdemócratas. Desentenderse del Manifiesto de Basilea significa desentenderse de toda la historia del socialismo. El Manifiesto de Basilea no dice nada de particular, nada extraordinario. Da única y exclusivamente los argumentos con que los socialistas han llevado a las masas en pos de ellos: el reconocimiento de la “pacífica” labor preparatoria de la revolución proletaria. El Manifiesto de Basilea ha repetido lo que dijo Guesde en el congreso de 1899, burlándose de los socialistas ministerialistas en caso de guerra por mercados, brigandages capitalistes (En gardel, págs. 175-176), o Kautsky en 1909 en El camino al poder, indicando el fin de la “época pacífica”, el comienzo de la época de las guerras y de las revoluciones, de la lucha del proletariado por el poder.
 
El Manifiesto de Basilea demuestra de manera irrefutable la completa traición que hicieron al socialismo los socialistas que votaron los créditos de guerra, que entraron en el gabinete y reconocieron la defensa de la patria en 1914-1915. El hecho de la traición es indiscutible. Negarlo pueden únicamente los hipócritas. El problema estriba sólo en cómo explicarlo.
 
Sería absurdo, anticientífico y ridículo reducirlo todo a personalidades a Kautsky, Guesde, Plejánov (¡“incluso” a gentes como éstas!). Es un subterfugio lamentable. Una explicación seria requiere que se analice la importancia económica de la política dada; luego, sus ideas fundamentales y, por último, que se estudie la historia de las tendencias en el socialismo.
 
¿En qué consiste el fondo económico de la “defensa de la patria” en la guerra de 1914-1915? La respuesta se da ya en el Manifiesto de Basilea. La guerra la hacen todas las grandes potencias por la expoliación y el reparto del mundo, por los mercados, por el sojuzgamiento de los pueblos. A la burguesía eso le reporta aumento de los beneficios. A un pequeño sector de la burocracia y la aristocracia obreras, luego, a la pequeña burguesía (intelectuales, etc.) “adherida” al movimiento obrero promete migajas de esos beneficios. La base económica del “socialchovinismo” (este término es más exacto que el de socialpatriotismo, pues este último acicala el mal) y del oportunismo es la misma: la alianza entre un sector insignificante de las “alturas” del movimiento obrero y “su” burguesía nacional contra la masa del proletariado. La alianza de los lacayos de la burguesía con la burguesía contra la clase explotada por la burguesía. El socialchovinismo es el oportunismo consumado.
 
El contenido político del socialchovinismo y del oportunismo es el mismo: colaboración de las clases, renuncia a la dictadura del proletariado y a las acciones revolucionarias, postración ante la legalidad burguesa, desconfianza del proletariado y fe en la burguesía. Las ideas políticas son las mismas. El mismo es el contenido político de su táctica. El socialchovinismo es la continuación directa y la culminación del millerandismo, del bernsteinianismo y de la política obrera liberal inglesa, su suma, su resumen, su resultado.
 
En el socialismo vemos en toda la época de 1889 a 1914 dos tendencias fundamentales: la oportunista y la revolucionaria. Dos tendencias con relación al socialismo se registran hoy también. Dejemos a un lado la manera de los embaucadores burgueses y de los oportunistas que apelan a los individuos; tomemos las tendencias en toda una serie de países. Tomemos a diez países europeos: Alemania, Inglaterra Rusia, Italia, Holanda, Suecia, Bulgaria, Suiza, Bélgica y Francia. En los ocho primeros países la división en tendencia oportunista y revolucionaria corresponde a la división entre socialchovinistas e internacionalistas revolucionarios. Los núcleos fundamentales del socialchovinismo, en el sentido social y político, son Sozialistische Monatshefte y Cía. en Alemania, los fabianos y el partido obrero en Inglaterra (el Partido Laborista Independiente iba en bloque con ellos, y en este bloque es mucho mayor la influencia del socialchovinismo que en el Partido Socialista Británico, cuyas tres séptimas partes son internacionalistas: (66 y 84). Nasha Zariá y el Comité de Organización (y Nashe Dielo) en Rusia, el partido de Bissolati en Italia, el partido de Troelstra en Holanda, el de Branting y Cía. en Suecia, los “amplios” en Bulgaria, Greilich y los “suyos” en Suiza. Precisamente entre los socialdemócratas revolucionarios de todos estos países se ha levantado ya una protesta más o menos violenta contra el socialchovinismo. Hacen excepción dos países de los diez, mas incluso en ellos los internacionalistas son débiles; no es que no haya internacionalistas, antes bien se desconocen los hechos (Vaillant ha confesado que recibe cartas de internacionalistas, pero que no las ha publicado).
 
El socialchovinismo es el oportunismo consumado. Eso no tiene discusión. La alianza con la burguesía era ideológica, secreta. Ahora está al desnudo, es manifiesta. Al socialchovinismo le ha dado fuerza precisamente la alianza con la burguesía y los estados mayores. Mienten quienes afirman (Kautsky incluido) que las “masas” de proletarios han virado hacia el chovinismo, y estas masas no han sido interrogadas en ninguna parte (salvo, quizás, en Italia, ¡donde hubo nueve meses de discusiones antes de la declaración de la guerra!, y en Italia las masas estaban contra el partido de Bissolati) Las masas estaban aturdidas, embrutecidas, desunidas y abrumadas por el estado de guerra. Votaron libremente sólo los jefes, ¡y lo hicieron en pro de la burguesía contra el proletariado! ¡Es ridículo y absurdo creer que el oportunismo es un fenómeno interno del partido! Todos los marxistas, tanto de Alemania como de Francia, etc., han dicho y demostrado siempre que el oportunismo es una manifestación de la influencia de la burguesía en el proletariado, es una política obrera burguesa, es la alianza de una parte insignificante de los elementos aburguesados del proletariado con la burguesía. Y el oportunismo que venía madurando durante decenios en el capitalismo “pacífico” ha sazonado en 1914-1915 hasta el punto de ser aliado declarado de la burguesía. La unidad con el oportunismo es la unidad del proletariado con su burguesía nacional, es decir, su supeditación a ella, es la escisión de la clase obrera revolucionaria internacional. Esto no significa que se desee o, al menos, sea posible la escisión inmediata con los oportunistas en todos los países: significa que ha madurado en el plano histórico, que es inevitable y progresiva, que es necesaria para la lucha revolucionaria del proletariado, que la historia, tras de volver del capitalismo “pacífico” al imperialismo, ha virado hacia esa escisión. Volentem ducunt fata, nolentem trahunt.
 
La burguesía de todos los países, de los beligerantes en primer orden, se ha unido perfectamente desde el comienzo de la guerra para elogiar a los socialistas que aceptan la “defensa de la patria”, es decir, la defensa de los intereses ladronescos de la burguesía en la guerra imperialista contra el proletariado. Veamos cómo este interés fundamental y de lo más esencial de la burguesía internacional se abre camino y encuentra expresión en el seno de los partidos socialistas, en el seno del movimiento obrero. El ejemplo de Alemania es instructivo en especial, ya que en este país la época de la II Internacional ha creado el partido más fuerte; pero en otros países vemos total y enteramente lo mismo que en Alemania con las insignificantes diferencias de forma, aspecto y apariencia.

En abril de 1915, la revista conservadora alemana Preusische Jahrbücher insertó un artículo de un socialdemócrata miembro del Partido Socialdemócrata, que se ocultó tras el seudónimo de Monitor. Este oportunista dijo la verdad dijo abiertamente en qué consiste el fondo de la política de toda la burguesía mundial con relación al movimiento obrero del siglo XX. No se puede uno desentender de este movimiento ni aplastarlo con la fuerza bruta. Hay que corromperlo desde dentro, sobornando a su cúspide. Así es como viene obrando ya durante decenios la burguesía anglo-francesa, sobornando a los líderes tradeunionistas, a los Millerand, Briand y Cía. Así es como obra ahora también la burguesía alemana. El Partido Socialdemócrata Alemán –dice Monitor ante la faz de la burguesía (y en realidad, en nombre de la burguesía)– se comporta de manera “irreprochable” durante la guerra (es decir, sirve de manera irreprochable a la burguesía contra el proletariado). “El proceso regenerativo” del Partido Socialdemócrata en partido obrero nacional liberal sigue magníficamente su marcha adelante. Pero sería peligroso para la burguesía si este partido se desviara hacia la derecha: “El carácter de un partido obrero con ideales socialistas debe conservarse. Pues el día que renuncie a ello, surgirá otro partido nuevo que aceptará el programa que el viejo partido abandonó y le imprimirá una fórmula más radical” (Pr. J., 1915, núm. 4, págs. 50-51).
 
En estas palabras se ha expresado abiertamente lo que ha hecho siempre y en todas partes a escondidas la burguesía. Las masas necesitan palabras “radicales” para que puedan creer en ellas. Los oportunistas están dispuestos a repetirlas con hipocresía. Les trae cuenta y necesitan tener tales partidos como eran los partidos socialdemócratas de la II Internacional, ¡ya que ellos dieron origen a la defensa de la burguesía por los socialistas en la crisis de 1914-1915! La misma política que el alemán Monitor llevan los fabianos y los jefes liberales de las tradeuniones en Inglaterra, los oportunistas y los jauresistas en Francia. Monitor es un oportunista declarado o cínico. Fijémonos en otro matiz, en el oportunista solapado u “honrado” (Engels dijo con razón una vez que los oportunistas “honrados” son los peligrosos para el movimiento obrero). Un modelo de oportunista de este tipo es Kautsky.
 
En el número 9 de N. Z. del 26 de noviembre de 1915 escribe que la mayoría del partido oficial infringe su programa (¡el propio Kautsky defendió la política de esta mayoría durante todo un año después de haber comenzado la guerra y justificó la falsedad de la “defensa de la patria”!). La oposición contra la mayoría aumenta (pág. 272). “Después de haber comenzado la guerra”… (¿sólo después de haber comenzado la guerra?... “Las contradicciones de clase se enconaron tanto que en las masas prevalecerá el radicalismo” (pág. 272)… “Después de haber comenzado la guerra nos amenazan” (¿sólo después de haber comenzado la guerra?) “la huida de los elementos radicales del partido y su incorporación a la tendencia de las acciones de masas antiparlamentarias” (?? debiera haber dicho extraparlamentarias)… “Así pues, nuestro partido se divide en dos grandes campos que no tienen nada de común entre sí…”
 
Kautsky pretende personificar el “justo medio”, conciliar estos “dos extremos” “¡¡Que no tienen nada de común entre sí”!! Ahora reconoce (dieciséis meses después de haber empezado la guerra) que las masas son revolucionarias. Y condenando al punto las acciones revolucionarias, denominándolas “Aventuras callejeras” (pág. 272) quiere conciliar a las masas revolucionarias con los jefes oportunistas “que no tienen nada de común con ellas”; y conciliarlas ¿en qué terreno? ¡En el de las palabras! ¡¡En el de las palabras “izquierdistas” de la minoría “izquierdista” del Reichstag!! Que la minoría condene, como Kautsky, las acciones revolucionarias, que las denomine aventura, pero que alimente a las masas con palabras izquierdistas, ¡¡y entonces en el partido habrá unidad y paz... con los Südekum, los Legien, los David y los Monitor!!
 
¡¡Pero si ése es el mismo programa de Monitor, el programa de la burguesía, sólo que expresado en “tono bondadoso”, con “frases dulces”!! Este programa lo ha aplicado también Wurm cuando en la sesión de la minoría socialdemócrata del Reichstag del 18 de marzo de 1915, “advirtió a la minoría que no se sobrepasara; entre las masas obreras aumenta la oposición a la táctica de la minoría; hay que mantenerse en el centro marxista. (pág. 6-7 de ¡Lucha de clase contra la guerra! Datos contra el “caso Liebknecht”. Sin carácter oficial.)
 
¡Adviértase que aquí se reconoce en nombre de todo el “centro marxista” (incluido Kautsky) que las masas son revolucionarias! Y eso, ¡¡¡el 18 de marzo de 1915!!! ¡¡Ocho meses y medio después, el 26 de noviembre de 1915, Kautsky propone que se tranquilice a las masas revolucionarias con discursos izquierdistas!!
 
¡¡El oportunismo de Kautsky se distingue del oportunismo de Monitor sólo de palabra, sólo de matiz, sólo por los modos de alcanzar el mismo fin: mantener la influencia de los oportunistas (es decir, de la burguesía) sobre las masas, mantener la supeditación del proletariado a los oportunistas (es decir, a la burguesía)!! Pannekoek y Gorter han tildado con mucha exactitud la postura de Kautsky de “radicalismo pasivo” (¡¡verbiage, como dicen los franceses, que han estudiado a las mil maravillas esta variedad de revolucionarismo en sus modelos “patrios”!!) Pero yo preferiría denominarlo oportunismo solapado, tímido, hipócrita y dulzón.
 
En realidad, las dos tendencias de la socialdemocracia no se distinguen ahora absolutamente ni por las palabras ni por las frases. ¡En cuanto a la unión de la “defensa de la patria” (o sea, la defensa de las expoliaciones de la burguesía) con frases sobre el socialismo, el internacionalismo, la libertad de los pueblos, etc., Vandervelde, Renaudel, Sembat, Hyndman, Henderson y Lloyd George no son menos que Legien, Südekum, Kautsky y Haase! La verdadera diferencia comienza precisamente por la negación rotunda de la defensa de la patria en esta guerra, por el reconocimiento de las acciones revolucionarias en relación con ella, durante ella y después de ella. Y en esta cuestión, la única seria y práctica, Kautsky, Kolb y Heine coinciden por completo.
 
Comparemos a los fabianos de Inglaterra con los kautskianos de Alemania. Los primeros son casi liberales que nunca han aceptado el marxismo. Engels escribió de los fabianos el 18 de enero de 1893: “...Son una pandilla de arribistas lo suficiente sensatos para comprender que la revolución social es ineludible, pero que en modo alguno desean confiar esta ingente labor exclusivamente al proletariado poco maduro... Su principio fundamental es el miedo a la revolución...”; y el 11 de noviembre de 1893: “Los altivos burgueses que descienden condescendientes hacia el proletariado para emanciparlo desde arriba, si es que éste quiere comprender que su masa gris e ignorante no puede emanciparse por sí misma ni alcanzar nada sin la gracia de estos abogados inteligentes, de estos literatos y estas mujerucas sentimentales...” ¡Cuán lejos están de ellos los kautskianos con su “teoría”! ¡Pero en la práctica, en su actitud ante la guerra, los unos y los otros coinciden por completo! Evidente prueba ésta de cómo se ha esfumado todo el marxismo de los kautskianos y de cómo se ha convertido en letra muerta, en frase hipócrita.
 
Los evidentes sofismas con que los kautskianos refutaban, después de haber comenzado la guerra, la táctica de las acciones revolucionarias del proletariado, adoptada unánimemente por los socialistas en Basilea, pueden verse en los siguientes ejemplos. Kautsky expuso la teoría del “ultraimperialismo” que él entendía como sustitución de “la lucha entre los capitales financieros nacionales con la explotación general del mundo por el capital financiero unido a escala internacional” (N. Z., núm. 5 del 30 de abril de 1915, pág. 144). Con la particularidad de que el propio Kautsky agregaba: ¡¡“Aún no hay suficientes premisas para ver si se puede alcanzar esa nueva fase del capitalismo”!! Basándose en que la nueva fase “es concebible” (aunque el propio autor no se resuelve siquiera a declararla “realizable”), se niegan las tareas revolucionarias del proletariado ahora, ¡en la fase de crisis y guerra que se sabe comenzada a ciencia cierta! Niega las acciones revolucionarias el mismo líder prestigioso de la II Internacional que en 1909 escribió todo un libro titulado El camino al poder, traducido a casi todas las lenguas europeas principales, libro que demuestra el nexo existente entre la guerra que se avecinaba y la revolución, libro que demuestra ¡¡que la “revolución no puede ser prematura”!!
 
En 1909 Kautsky demostró que había pasado la época del capitalismo “pacifico”, que había llegado la época de las guerras y las revoluciones. En 1912, el Manifiesto de Basilea basa toda la táctica de los partidos socialistas del mundo en esa misma opinión. En 1914 estalla la guerra, comienza la “crisis económica y política” prevista en Stuttgart y Basilea. ¡Y Kautsky pone “objeciones” teóricas contra la táctica revolucionaria!
 
P. B. Axelrod expone las mismas ideas con una fraseología algo más “izquierdista”: escribe en la libre Suiza y desea influir en los obreros revolucionarios rusos (La crisis y las tareas de la socialdemocracia internacional, Zúrich, 1915). Aquí leemos un descubrimiento agradable para los oportunistas y los burgueses de todo el mundo, que “El problema de la internacionalización del movimiento obrero no es idéntico al de la radicalización de nuestras formas y métodos de lucha” (pág. 37) y que “el centro de gravedad del problema de la internacionalización del movimiento proletario emancipador está en el desarrollo ulterior y en la internacionalización de esa misma práctica diaria” (pág. 40)... “por ejemplo, la legislación de la protección del trabajo y del seguro… debe ser objeto de sus acciones y organizaciones internacionales” (de los obreros) (pág. 39).
 
Por supuesto, no sólo los Südekum, los Legien, los Hyndman y los Vandervelde, ¡sino también los Lloyd George, los Nauman y Briand aplauden por entero este “internacionalismo”! Axelrod defiende el internacionalismo de Kautsky sin aducir ni analizar un solo argumento suyo en defensa de la patria. Axelrod, lo mismo que los socialchovinistas francófilos, teme incluso recordar que el Manifiesto de Basilea versa precisamente de táctica revolucionaria. Para el futuro, indeterminado y desconocido, Axelrod está dispuesto a lanzar las frases más izquierdistas y revolucionarias acerca de cómo la futura Internacional actuará: Actuará (contra los gobiernos en caso de peligro de guerra) “y levantará una tempestad revolucionaria”… Un prólogo de revolución socialista” (pág. 14). ¡¡Bromas aparte!! Y cuando se trata de la aplicación, ahora precisamente, durante la crisis actual, de la táctica revolucionaria, Axelrod responde: La táctica de las “acciones revolucionarias masivas”… esta táctica “aún tendría alguna justificación si nos encontrásemos directamente en vísperas de la revolución social como ocurrió, por ejemplo, en Rusia, donde las manifestaciones estudiantiles de 1901 fueron precursoras de las batallas decisivas que se aproximaban contra el absolutismo”... (págs. 40-41) y sigue lanzando truenos contra utopías bakunistas, ¡¡totalmente en el espíritu de Kolb, Heine, Südekum y Legien!! Pero el ejemplo de Rusia desenmascara con singular evidencia a Axelrod. Desde 1901 hasta 1905 han transcurrido cuatro años y nadie pudo dar garantías en 1901 de que en Rusia la revolución (primera contra el absolutismo) comenzaría al cabo de cuatro años. La misma situación hay en Europa ante la revolución social. Nadie puede dar garantía de que una revolución de este tipo comience dentro de cuatro años. Pero la situación revolucionaria está presente, es un hecho predicho ya en 1912 y dado en 1914. Las manifestaciones de obreros y población hambrienta de las ciudades de Rusia y Alemania en 1914 son también sin duda precursoras de batallas decisivas (“anhündigen das Herannahe entscheidender Kämpfe”). El deber inmediato e insoslayable de los socialistas es mantener y desarrollar estas manifestaciones y acciones “revolucionarias masivas” de todo género (huelga económicas y políticas, movimiento en las tropas hasta la insurrección y la guerra civil), darles consignas claras, crear una organización y unas publicaciones ilegales sin las que no se puede llamar a las masas a la revolución, ayudarles a comprenderla y organizarlas para la revolución. Así es como obraron los socialdemócratas en Rusia en 1901 “am Vorabend(ante) la revolución burguesa (que comenzó en 1905, pero que aún no ha acabado en 1915). Así es como están obligado a obrar los socialdemócratas en Europa en 1914-1915 “en la víspera” de la revolución socialista. Las revoluciones jamás nacen preparadas, no salen de la cabeza de Júpiter, no estallan de golpe. Van siempre precedidas de un proceso de efervescencia, crisis, movimientos y conmociones, de comienzo de la revolución, con la particularidad de que este proceso no siempre se desarrolla hasta el fin (por ejemplo, si la clase revolucionaria es débil). Axelrod se inventa objeciones para desviar a los socialdemócratas de su deber de contribuir al desarrollo de los movimientos revolucionarios que comienzan ya en el terreno de la situación revolucionaria presente. Axelrod defiende la táctica de David y de los fabianos, pero encubriendo su oportunismo con frases izquierdistas.
 
Sería una locura querer convertir la guerra mundial en guerra civil” –escribe E. David, jefe de los oportunistas (La socialdemocracia en la guerra mundial. Berlín. 1915, pág. 172)–, objetando contra el manifiesto del CC de nuestro POSDR, publicado el 1 de noviembre de 1914, que había lanzado esta consigna y añadido: “Por grandes que parecieran las dificultades de esta transformación en tal o cual momento, los socialistas jamás renunciarán a la labor preparatoria sistemática, pertinaz e incesante en esta dirección, dado que la guerra es un hecho” (citado por el libro de David, pág. 171.) Hagamos notar que un mes antes de salir el libro de David (1 de mayo de 1915) nuestro partido publicó (en el núm. 40 de Sotsial-Demokrat del 29 de marzo) varias resoluciones sobre la guerra: Los constantes pasos encaminados a transformar la guerra imperialista en guerra civil se han determinado en ella de la manera siguiente: 1) negativa a votar los créditos de guerra, etc.; 2) ruptura de la Paz social; 3) creación de una organización clandestina; 4) apoyo a la confraternización de los soldados en las trincheras; 5) apoyo a toda clase de acciones revolucionarías de masas del proletariado en general.
 
¡Oh, valiente David! En 1912 no le parecía “demencial” apelar al ejemplo de la Comuna de París. En 1914 hace coro a la burguesía, clamando: ¡¡”Eso es una locura”!!
 
Plejánov, representante típico de los socialchovinistas de la “Cuádruple Entente”, ha emitido un juicio de la táctica revolucionaria totalmente acorde con el de David. Ha dicho que la idea de...* ...justamente la víspera de la revolución social, de la que pueden transcurrir cuatro y más años hasta las batallas decisivas. Eso son precisamente los comienzos, si bien débiles, mas no por eso dejan de ser los comienzos “de la revolución proletaria”, de la que se habló en Basilea y que jamás será fuerte de pronto, sino que pasará indefectiblemente por fases de comienzos relativamente débiles.
 
Apoyo, desarrollo, ampliación y enconamiento de las acciones revolucionarias de las masas y del movimiento revolucionario. Creación de una organización clandestina para hacer propaganda y agitación en este sentido, para ayudar a las masas a comprender el movimiento y sus tareas, sus medios y sus fines. A estos dos puntos se reduce indefectiblemente todo programa de actuación práctica de la socialdemocracia durante esta guerra. Todo lo demás no es sino fraseología oportunista y contrarrevolucionaria, aunque se embellezca con los subterfugios más izquierdistas, seudomarxistas y pacifistas.
 
Y si nos objetan, como suelen hacer los rutinarios de la II Internacional: ¡Oh! ¡¡Estos métodos “rusos”!!, responderemos con una simple invocación a los hechos. En Berlín, el 30 de octubre de 1915 salieron en manifestación ante el Partei-vorstand varios centenares de mujeres (einige Hundert) y declararon a éste por boca de su diputación: “Repartir octavillas y folletos clandestinos y celebrar reuniones prohibidas sería hoy, frente a la existencia de un gran mecanismo organizado, más fácil que durante los tiempos de la Ley de excepción contra los socialistas. No se nota escasez de medios ni vías, mas, evidentemente, falta voluntad”. (lo recalcado es mío) (Berner Tagwacht, núm. 271).
 
Por seguro que estas trabajadoras berlinesas están desorientadas por el manifiesto “bakuninista”, “aventurero” “sectario” (véase Kolb & Cía.) y “demencial” del CC del partido ruso del 1 de noviembre.
 
Escrito a fines de 1915. Publicado por primera vez en el núm. 5 de 1924 de la revista “Proletárskaya Revoliutsia”.

T. 29, págs. 99-114.

 
* Aquí se interrumpe el manuscrito. El texto que sigue se ha tomado de la página incompleta (falta el comienzo) que se conserva. (N. de la Edit.)
 
Descargar  El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional (1915) de Lenin.
 
Descargar  La bancarrota de la II Internacional  (1915) de Lenin